The Economist
Los inversores en bellas artes frecuentemente se han engañado creyendo lograr mejores réditos —y obtener mayor satisfacción— con el Van Gogh en la pared de su sala de sesiones que con las acciones en su fondo corporativo de pensiones. Hasta cierto punto esto parece ser cierto. Un índice elaborado a partir de las ventas de bellas artes desde 1952 demuestra que las pinturas generalmente superaron el índice S&P 500 (ver gráfico). Pero la desdicha puede acontecer a cualquier inversor que se vea obligado a vender en un mal momento. Los precios de las obras de arte fluctúan aún más violentamente que los valores, y los costos de las transacciones pueden ser prohibitivos, con comisiones combinadas de aproximadamente 25% pagadas en las subastas públicas tanto por el vendedor como por el comprador, sin mencionar la diferencia entre la propuesta y la oferta en una venta privada.
El arte no se ha considerado una clase principal de activos debido a la opacidad del mercado, la carencia de información financiera y la iliquidez general. Por otra parte, a diferencia de las acciones, los bonos o las propiedades, las obras de arte no producen ingresos. Asimismo están a la merced del inconstante gusto público. ¿Cambiará esto algún día? Así lo estima Michael Moses de la Stern School of Business de New York University. Más bien al estilo de los consorcios de inversiones de bienes inmobiliarios, "en el futuro tendremos fondos de inversión de arte", afirma Moses. Petra Arends de UBS Art Banking, firma que presta servicios a los clientes privados, se muestra escéptica: "El arte no constituye una clase establecida de activos porque su volatilidad y riesgo son demasiado altos".
A pesar de ello, está en marcha en Londres un experimento con un fondo de inversiones de bellas artes, dirigido por Lord Gowrie, un ex ministro de arte, y una serie de comerciantes en arte. El Fine Arts Fund (Fondo de Bellas Artes) procura captar 70 millones de dólares para el 30 de setiembre para invertir en pinturas y esculturas de primera categoría. Poco menos de las dos terceras partes del fondo se invertirá en los Grandes Maestros antiguos, pintura impresionista y algunas esculturas. El resto se canalizará hacia obras de arte modernas y contemporáneas. Hasta ahora, solamente individuos acaudalados se han comprometido a invertir en el fondo, pero unos pocos inversores institucionales están expresando su interés.
Hace cierto tiempo hubo un precedente por parte del British Rail Pension Fund (Fondo Británico de Pensiones Ferroviarias), el cual en los años setenta invirtió 2,9% de su cartera, o unos 40 millones de libras (62 millones de dólares), en más de diez categorías de obras de arte, incluyendo manuscritos y mobiliario. El fondo vendió la mayor parte de su cartera de arte a fines de los ochenta, con un resultado razonablemente bueno, obteniendo un rendimiento del 11,3% compuesto sobre sus inversiones a diciembre de 1999.
Eso fue en ese momento. Debido a que la información y la transparencia son componentes de los mercados líquidos, puede ser que los inversionistas actuales no tengan que invertir por un período tan largo. Ellos tienen acceso a los datos de las firmas investigadoras sobre obras de arte, sitios web dedicados a sus precios, índices del mercado artístico y de las subastas de arte. Hace pocos años, Moses and Jianping Mei de la Stern School crearon el Mei/Moses All Art Index (Indice Mei/Moses sobre Todas las Obras de Arte), utilizando una combinación de precios de las subastas anuales. Descubrieron, registrando las ventas repetidas de casi 5.000 pinturas vendidas en subastas públicas desde 1875 a la fecha, que en el muy largo plazo las acciones superan a las obras de arte. (Por ventas repetidas se entiende que cada pintura en el índice tenía por lo menos una venta previa.) Sin embargo, durante las últimas cinco décadas, las obras de arte registraron mejores resultados. Quizás un motivo sea la cada vez menor oferta de bellas artes a la venta. Moses y Mei no incluyeron en su índice los costos de transacción, ya que éstos no están incluidos en los índices del mercado de valores, como tampoco lo están en el índice S&P 500.
El principal punto de atracción del mercado artístico, aparte del placer de estar rodeado por las obras, consiste en su baja correlación con otros activos financieros y su efecto de diversificación en una cartera de inversiones. No obstante el reciente colapso de muchos mercados financieros, el mercado de bellas artes se ha mantenido en alza durante los últimos tres años, pese a que los volúmenes en dicho mercado han caído. Este año algunas obras de arte de primera categoría incluso alcanzaron precios récord. En junio, un paisaje de Krumau, un pueblo de Bohemia, pintado por Egon Schiele en 1916, se vendió en Sotheby por 12,6 millones de libras, el precio más alto que jamás se pagó por un Schiele en una subasta pública. El año pasado, un Rubens redescubierto, la "Masacre de los Inocentes", se comercializó a 49,5 millones de libras, convirtiéndose en una de las pinturas más caras jamás vendidas.
Pero los precios de las máximas obras de arte también pueden caer desde sus grandes alturas. El "Retrato del Dr. Gachet" de Van Gogh, comprado por un empresario japonés en 1990 por 82,5 millones de dólares en la cúspide de la burbuja del mercado de valores de Japón (y de la adquisición de los Impresionistas), se vendió desde entonces a un octavo del precio. En estos días los Impresionistas están decayendo, expresa Ian Kennedy, un encargado del Museo de Arte Nelson-Atkins en Kansas City; los cuadros "más vigorosos, más recios" de Picasso y Matisse tienen mayor demanda.
Por supuesto, descubrir un artista hasta ahora ignorado por el público constituye la verdadera diversión de invertir en arte. Los inversores que no temen los altos riesgos pueden lograr las mejores ganancias en el extremo inferior del mercado. "Es muy improbable que un buen Picasso duplique su valor," dice Jeremy Eckstein de Lyons & Hannover, una firma asesora en arte. Pero los cuadros del fotógrafo alemán Andreas Gursky que se vendieron aproximadamente en 3.000 libras por pieza hace tres o cuatro años, hoy en día llegaron a más de medio millón de libras. El arte británico es otra área de posibles gangas. "Excepto cinco o seis firmas famosas, el arte británico es terriblemente barato," afirma Peter Nahum, un comerciante en arte de Londres. Henry Wemyss de Sotheby’s, una casa de subastas, confirma que el mercado británico está polarizado, con Gainsborough, Reynolds y semejantes alcanzando precios elevados, en tanto que otros artistas británicos se venden por relativamente poco.
La diversión del descubrimiento constituye la razón por la cual no es probable que el arte cobre demasiada importancia en las carteras de los inversores institucionales. Se supone que los fondos de pensiones y los aseguradores no se divierten jugando en el mercado artístico, ni cosechan los dividendos de su "disfrute". Si invierten en obras de arte puramente por las ganancias financieras, es posible que se equivoquen, afirma Kennedy. Por lo tanto, pese al placer de la inversión artística, sería sensato no "aparear" futuros pasivos con tan riesgosos activos.