Desconfianza: el virus de la crisis

PABLO PASCALE

La crisis mundial económica y financiera desatada en 2007 es la más importante vivida desde la ocurrida en los años treinta, y ha puesto de manifiesto que uno de los principales bienes de la economía actual es la confianza.

Existen muchas causas identificadas en el diagnóstico de la crisis, la mayoría macro y microeconómicas, las cuales han sido bien analizadas por destacados especialistas.

Pero entre éstas no debemos subestimar a la confianza como una de las principales influencias. Es ella, parte de otros procesos que escapan a la explicación económica, procesos psicológicos en los tomadores de decisiones que, en un contexto de riesgo e incertidumbre, optan por no confiar o desconfiar.

Organismos internacionales, y economistas como A. M. Spence, J. Stiglitz, G. Akerlof, R. Shiller, L. Summers, o Enrique Iglesias coinciden en que el problema principal en la crisis es la pérdida de la confianza.

El objetivo de esta nota es, en un enfoque de divulgación, expresar algunos aspectos centrales de este comportamiento complejo que es la confianza.

Uno de los índices de confianza de los consumidores más prestigioso es el CBCI (ver gráfico adjunto). Aquí se observa la estrecha relación que existe entre economía y confianza. Ésta última comienza su severo descenso conjuntamente con la irrupción de la crisis (agosto 2007), para luego crecer.

NUEVAS PERSPECTIVAS. Es de interés profundizar en el importante relacionamiento que existe entre confianza y economía: ¿cómo se produce confianza? Y sobre todo, ¿cómo se pierde y reconstruye? Son preguntas que han escapado a la explicación económica.

Si bien a primera vista la economía y la psicología social parecen áreas de conocimiento distantes, en realidad no lo son. Recientes avances han hallado que las decisiones económicas ya no las toma un ser humano con racionalidad perfecta, sino seres humanos psicológicamente más complejos, insertos en situaciones de incertidumbre que les comportan diferentes niveles de riesgo. Esto es campo de la "economía comportamental", la cual influye fuertemente en el pensamiento económico actual.

Lo primero que nos preguntamos es ¿qué es la confianza? La psicología social ha identificado que los procesos psicológicos que actúan en la confianza son muy similares, tanto si ésta se destina a otra persona, grupo, institución o sistema.

De allí que haya sido definida en forma amplia como: la disposición que uno adopta para ser vulnerable a las acciones de otro, basado en la expectativa que el otro actuará en la forma esperada por uno, sin la necesidad de controlarlo, sea éste una persona, o una entidad financiera.

CONFIANZA Y RIESGO. Los seres humanos enfrentamos riesgos en nuestra vida cotidiana, principalmente como producto de nuestras decisiones, y a esto no escapa tomar la decisión de confiar. Depositar confianza en otro (persona o institución) es asumir un riesgo, porque siempre existe la amenaza de una pérdida potencial.

Kahneman y Tversky han hallado que la mayoría de las personas son aversas al riesgo cuando escogen entre ganancias potenciales, pero proclives al riesgo cuando escogen entre pérdidas potenciales. Esto significa que dado que la confianza implica una pérdida potencial, las personas que deciden confiar se comportan como tomadoras de riesgo.

La confianza se transforma en un "commodity" altamente valorable en aquellas situaciones que comportan riesgo, lo que nos permite afirmar que la confianza sólo tiene sentido en entornos inciertos y, por tanto, riesgosos.

Pero psicológicamente todo tiene un límite. En la crisis, el nivel de riesgo percibido fue tan alto que se quebró la confianza. De allí que, para asumir el riesgo de depositar confianza, el nivel de percepción del riesgo no debe ser excesivo. Esto significa que reconstruir una confianza dañada, supondrá disminuir la percepción del riesgo que tenga actualmente la población.

TRANSPARENCIA. El rol que cumple la transparencia en la creación de confianza es clave. Lo novedoso que propone esta crisis es que la transparencia ya no sólo refiere a las cifras, sino también a los verdaderos valores defendidos.

En este nuevo contexto, la confianza se gana estando seguros que compartimos los mismos valores con la otra parte, pues eso reduce la percepción del riesgo, no solo a las personas entre sí, sino también respecto a las instituciones, y sistemas. Y para estar seguros que compartimos estos valores, la transparencia se transforma en la herramienta de acción apropiada.

Tal es la magnitud que tiene la percepción de valores para generar confianza, que se ha demostrado que en ausencia de información diagnóstica fiable sobre una persona o institución, la gente prioritariamente basa su confianza en la percepción de la similitud de valores.

La reciente crisis ha expuesto que los diagnósticos sobre una empresa basados casi exclusivamente en los beneficios producidos no serán ya un elemento suficiente para crear confianza. Necesariamente, los procedimientos y políticas de transparencia, complementarán un diagnóstico más fiable de las instituciones y, por lo tanto, generar aún más confianza.

LIDERAZGO. Hemos visto que la confianza disminuye el riesgo en situaciones de incertidumbre (emocional o financiera) y se refuerza cuando los valores defendidos por las dos partes son similares. Ahora bien, el rol del liderazgo es indispensable para generar o perder confianza. El liderazgo puede ser personal (p.e. un político) o institucional (p.e. la empresa de un sector). Los tres componentes del liderazgo que han demostrado tener una fuerte influencia en la confianza son la percepción de que:

1. Se predica con el ejemplo, o sea hay consistencia entre los valores hablados y las acciones.

2. Se tienen las habilidades y competencias necesarias para tomar buenas decisiones.

3. Se preocupa sinceramente por el bienestar de sus seguidores, y se los empodera para tomar decisiones propias.

En la actual crisis se ha observado un conflicto de liderazgo en distintos niveles del sistema -personal e institucional, público y privado- que han minado la confianza sistémica. En la salida de la crisis, restablecer el liderazgo implicará tener en cuenta su papel en la generación de confianza, en base a estos tres componentes. A modo de ejemplo, al analizar la campaña electoral de Barack Obama se nos revela la constante preocupación de resaltar estos tres aspectos de influencia.

CÓMO RECOMPONERLA. La confianza es un elemento fundamental en la toma de decisiones financieras, pues reduce la percepción del riesgo. En tiempos de crisis, el riesgo se separa de las métricas utilizadas en las finanzas tradicionales, para pasar a cursarse emocionalmente como una reacción psicológica a pérdidas potenciales, principalmente de capitales con los cuales hacer frente a las necesidades futuras.

En este contexto, la confianza se pierde más rápidamente de lo que se gana, influenciada por la percepción que se tenga del riesgo, la transparencia de los valores, y el tipo de liderazgo.

En tiempos de crisis financieras, los gobiernos deben tener claro que su accionar puede incrementar o disminuir el riesgo. Y por lo tanto, habilitar el desarrollo de confianza o no. Basta con observar cómo la carencia de un liderazgo al comienzo de la crisis, la falta de transparencia en la adopción de valores disímiles de los cuales se identifica socialmente el cliente o grupo social, y la incompetencia en el manejo de las medidas adoptadas, pueden transformar una incipiente crisis borderline, en una crisis sistémica de alcance mundial, mediante el virus de la desconfianza.

Antes que una crisis financiera, la actual es una crisis de valores, que tomará tiempo reencauzar, procurando generar las evidencias que nos muevan a reconstruir la confianza perdida.

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