El crecimiento de la productividad es probablemente el indicador más importante de la salud de una economía: influye sobre los ingresos reales, la inflación, las tasas de interés, las utilidades y los precios de las acciones. La opinión de los inversores respecto a que el "milagro de la productividad" de los Estados Unidos continuará contribuye a apuntalar las más elevadas valuaciones de los precios de las acciones allí que en Europa y a apoyar el financiamiento del inmenso déficit de cuenta corriente del país. En contraste, se piensa que las economías europeas son mucho menos productivas, a raíz de sus rígidos mercados laborales.
Los comentaristas económicos utilizan el término "crecimiento de la productividad" como si hubiera una única definición acordada en forma generalizada. No la hay. La medición favorita de los Estados Unidos es el producto por hora/ hombre en el sector empresarial no agrícola. Desde 1996, éste se ha incrementado a una tasa anual promedio del 3%, duplicando el ritmo de la primera mitad de los años noventa. El crecimiento del PIB por hora/hombre de la economía en su conjunto ha sido más modesto: un promedio del 2,2% anual desde 1996, aproximadamente el mismo que en Francia y en Gran Bretaña, pero más rápido que en Alemania y en Italia. Con todo, sigue siendo cierto que el crecimiento del PIB por hora/hombre se aceleró en los Estados Unidos después de 1996, en tanto que disminuyó en la mayoría de las economías europeas.
Sin embargo, esto refleja solamente la productividad laboral. La productividad multi-factores (también denominada productividad total de los factores) constituye una mejor medición, procurando captar la eficiencia con la cual se utilizan los insumos de capital, así como de la mano de obra. Si a los trabajadores se les dota de mejor maquinaria y equipo, ello automáticamente dinamizará el producto por hora/hombre, aun cuando no se registren incrementos en la eficiencia económica global, una vez que se tenga en cuenta la inversión en capital. David Owen, un economista de Dresdner Kleinwort Wasserstein, sostiene que los inversores deberían priorizar la productividad total de los factores en lugar de la productividad laboral, debido a que es más representativa de la rentabilidad del capital de una economía. Si el crecimiento más rápido de la productividad laboral resulta enteramente de un fuerte gasto de capital por parte de las empresas, quizás éste no produzca buenos réditos financieros.
El obstáculo radica en que la productividad total de los factores es mucho más difícil de medir. Es bastante más fácil sumar el número de horas trabajadas que valuar el stock de capital. Las mejores cifras comparativas han sido publicadas por la Ocde. Según ellas, los aumentos de la productividad en los Estados Unidos en los últimos años parecen ser algo menos milagrosos: el crecimiento anual promedio de la productividad global ha subido solamente un 1,2% desde 1996, desde un promedio del 0,8% en la primera mitad de los años noventa. El crecimiento de la productividad total de los factores ha sido más rápido en Francia desde 1996, a un ritmo de 1,4% anual (ver gráfico). Gran Bretaña registró un crecimiento idéntico al de los Estados Unidos. Incluso Alemania (0,9%) no se ha rezagado tanto más. Los incrementos estadounidenses en materia de productividad global son menos notables que los de la productividad laboral, en gran parte debido a importancia de la "inversión productiva" por trabajador, en particular en tecnología de la información (TI). Esta ha sido la causa de una parte sustantiva del crecimiento de su productividad laboral en los últimos años.
Una de las virtudes de la productividad total de los factores en comparación con la productividad laboral radica en que las comparaciones entre países pueden estar menos distorsionadas por las diferencias en la forma en que se mide el producto real. Por ejemplo, muchos economistas sospechan que el crecimiento del PIB de los Estados Unidos y, en consecuencia de su productividad laboral, están sobreestimados con relación a Europa, a raíz de que los expertos estadounidenses en estadísticas efectúan un ajuste mucho mayor por mejoras en la calidad de los bienes, predominantemente en computadoras. Por otra parte, los estadísticos de los Estados Unidos consideran el gasto de las compañías en software como una inversión, pero en gran parte de Europa se computa como un gasto empresarial, por lo cual está excluido del producto final. De este modo, el alza en los gastos de software desde mediados de los años noventa "infló" el crecimiento del PIB de los Estados Unidos en relación con cualquier otro país. Pero como los estadísticos estadounidenses sobreestiman el crecimiento del gasto de capital como un insumo así como un producto, las comparaciones del crecimiento de la productividad total de los factores tendrán probablemente menos distorsiones que las de la productividad laboral.
El gran papel desempeñado por la inversión productiva en el crecimiento más rápido de la producción laboral de los Estados Unidos plantea dudas sobre su sustentabilidad. La tasa de crecimiento de la productividad laboral cayó en el segundo trimestre, esperándose que continúe en descenso. En esta etapa del ciclo económico, un descenso es normal, pero a Bill Dudley, un economista de Goldman Sachs, le preocupa que el impacto favorable de la TI en la productividad se esté debilitando. La tasa de disminución en los precios de los equipos de tecnología de Ia información se ha enlentecido, sugiriendo que ha caído el crecimiento de la productividad en ese sector. Por otra parte, tras un gran impulso a fines de los años noventa, la inversión ha disminuido, presuponiendo un menor crecimiento de productividad laboral en el futuro.
A MITAD DE CAMINO. De tal modo, es probable que el crecimiento de la productividad laboral en los Estados Unidos se reduzca, aun cuando debería mantenerse a un ritmo más rápido que en la década anterior al año 1996. En contraste, existe una buena chance respecto a que Europa podría dar algunas sorpresas agradables, con un crecimiento más veloz de la productividad laboral en la medida que den sus frutos las actuales reformas estructurales, impulsadas tanto por la reacción de las compañías ante la competencia internacional, así como por los gobiernos. A manera de ejemplo, algunas grandes firmas alemanas han logrado acuerdos con los sindicatos para implantar horarios más extensos de trabajo, con la finalidad de reducir costos.
Olivier Blanchard, un economista del Massachusetts Institute of Technology, señala varios estudios a nivel de industrias que demuestran que el crecimiento de la productividad laboral europea ya está mejorando. La productividad laboral en la industria automotriz francesa se incrementó, en comparación con los niveles estadounidenses, desde un 55% en 1990 a un 75% en el año 2000, debido al aumento de la competencia y a una mejor administración. La cifra equivalente para los fletes carreteros se elevó desde el 61% al 85%.
¿Por qué entonces las estadísticas de la economía global sugieren una disminución de la productividad en gran parte de Europa? La respuesta se debe en parte a que las reformas laborales, tales como los menores impuestos sobre las nóminas salariales, han recortado el costo de la mano de obra en relación con el del capital. Esto ha estimulado a las empresas a contratar trabajadores con bajas calificaciones previamente desempleados, quienes a su vez tienden a hacer decrecer la medición del crecimiento de la productividad. Sin embargo, dichas políticas deben ser bienvenidas si impulsan la productividad del capital y reducen el desempleo. Esto nos da más razones para seguir examinando la productividad total de los factores en lugar de la productividad laboral.