Siguiendo una tendencia mundial, las obras breves para un público acotado llegaron a Uruguay. Las hay de un minuto, diez o quince, siempre con el factor común de apostar a la sorpresa y la intimidad.
A la periodista cultural Fernanda Muslera, la convocatoria de un colectivo de teatro brasileño para presentarse a un concurso sobre obras de tan solo un minuto le apareció como un anuncio en su muro de Facebook. Ella, dramaturga en formación y autora de un libro sobre los 70 años de la Comedia Nacional que se editará a fin de año, no pudo resistir la tentación. Y ganó el primer puesto entre decenas de participantes de Uruguay. "Mandé sin ninguna expectativa... un viernes me dijeron que había quedado entre los 30 seleccionados y el lunes que yo era la ganadora", cuenta.
Una de las exigencias de las bases era que la pieza mostrara la relación entre uruguayos y brasileños. Por eso, Muslera tomó como punto de partida una escena de una novela que ya tiene escrita y que transcurre en Salvador de Bahía. "Como yo soy nueva en la dramaturgia me parecía que estaba bueno participar y la consigna me divertía, poder condensar en un minuto la idiosincracia de unos y otros". La fantasía del garoto, que es una escena de "un levante" entre un bahiano y una uruguaya "a ritmo de forró", se representará en setiembre primero en San Pablo y luego en Montevideo como parte del premio.
Esta será la primera vez que el Festival de Obras Teatrales de un Minuto, organizado por la compañía de teatro brasileña Parlapatões llegue a Uruguay, pero no que salga de fronteras. Ya en 2013 el grupo organizó una edición en Portugal. Ahora, quisieron sumar el desafío de trabajar con otro idioma y por eso eligieron Uruguay. Haber participado en festivales regionales y conocer el trabajo de El Galpón también ayudaron en la decisión. De hecho, en el jurado del concurso además de los directores de Parlapatões Hugo Possolo y Raul Barreto, participaron los directores uruguayos Mauro Baptista Védia y María Dodera, la actriz Elizabeth Vignoli y la actriz y escritora Paula Cohen.
La propuesta de Parlapatões aterriza en Montevideo en un momento en el cual las "obras de microescenas" o el "microteatro" empiezan a ser un fenómeno que se hace sentir cada vez más. Mientras las piezas de los 30 finalistas ya se ensayan en San Pablo, hace pocos días el Centro Cultural de España (CCE) cerró la segunda edición de su convocatoria para la producción de obras de teatro que no pueden superar los 15 minutos de duración y el director Fernando Nieto Palladino prepara para setiembre la tercera edición de Reversión Micro, un ciclo de obras breves que se escenifican en casas particulares que se encuentran próximas entre sí.
Intimidad y síntesis.
La iniciativa de Nieto Palladino, un biólogo devenido en director teatral, surgió como excusa para generar un espacio donde nuevos dramaturgos y directores pudieran hacer sus primeras experiencias profesionales. "Para cumplir con este objetivo debíamos profesionalizar un formato que existe de toda la vida pero que se ha mantenido al margen del mercado teatral", explica Nieto, consciente de que la existencia de una tendencia mundial hacia este tipo de realizaciones también ayudó en el proceso. "La moda hace que los espectadores se interesen en él, al igual que directores, actores, diseñadores del teatro convencional, la academia, la crítica y la prensa".
Las primeras manifestaciones de microteatro surgieron en España por 2009, cuando tras la crisis económica que sacudió Europa Miguel Alcantud armó Microteatro por Dinero, historias de no más de diez minutos de duración para un máximo de diez personas que se sucedían en las trece habitaciones de un burdel abandonado en Madrid. Lento pero seguro, el formato se extendió por el Viejo Continente y luego cruzó el océano, llegando a varios países de América Latina.
Son tantas las diferencias con el teatro convencional, que para sus impulsores se trata de un género en sí mismo. "La dramaturgia breve es ideal para narrar acontecimientos que no admiten dilaciones. Los arcos dramáticos se estrechan y los desenlaces se convierten en giros de último minuto", dice Nieto. Así, se vuelven "fundamentales" los signos que no consumen tiempo, en manos de los diseñadores, escenógrafos, iluminadores, músicos y vestuaristas. "En el microteatro los diseñadores tienen un gran espacio de libertad al trabajar sobre lo no dicho, participando activamente de la construcción del universo dramático".
Possolo, director de Parlapatões, coincide en que la "mayor fuerza" de una obra corta es buscar la síntesis. "Aunque no sea un pensamiento intelectual y sí algo más sensorial, la obra siempre va a jugar con un estado de elevación poética". Además, el público se vuelve un actor fundamental que, de una u otra manera, se termina involucrando con la pieza. "Por nuestra experiencia, en todas las presentaciones el público crea la expectativa por el ritmo que la puesta en escena como un todo va imponiendo. ¡A cada nueva pieza un nuevo descubrimiento!".
En general, en estas experiencias los espectadores se ubican dentro del espacio escénico, sin que haya un escenario y una platea diferenciados. Como dice Nieto, aquí la experiencia está definida "por la intimidad". La respiración, el sudor, los matices de la voz y hasta los gestos más pequeños son trabajados y explotados por los actores. En el caso de Reversión Micro, además, las obras se realizan en casas particulares próximas entre sí, generando una instancia de traslado por la vía pública en la que los espectadores son conducidos por guías. "A lo largo de estos trayectos, la arquitectura de la zona, la iluminación de las calles, el clima, los grafitis y todas las eventualidades de la realidad participan de la experiencia global de los espectadores, además de alguna sorpresa que solemos esconder detrás de cualquier esquina", cuenta Nieto.
Hasta ahora, Reversión estrenó ocho obras con más de 90 funciones completamente agotadas. Además, en los dos ciclos hicieron sus primeros trabajos de dramaturgia y dirección Bruno Guerra Darriulat, Emanuel Sobré, Marcelo Pons, Pablo Auliso y Viviana Stagnaro.
Otra de las grandes diferencias con un espectáculo convencional son los costos de producción, que en este caso se reducen. Y, en consecuencia, repercuten sobre el precio de las entradas, que también baja. Mientras que en las obras convencionales alrededor de 40% de la recaudación corresponde a la sala, Nieto dice que en Reversión, al trabajar con "espacios cedidos voluntariamente", la caja "se destina en su totalidad a la remuneración de los artistas". En la cuenta regresiva para la nueva edición de setiembre, el director anuncia que estrenará cuatro nuevas obras con dramaturgia y dirección de Bettiana Pastrana, Marcelo Pons, Sofía Espinosa y Valentina Gutiérrez. ¿La cita? En un circuito de domicilios que están entre Pocitos, Parque Rodó y Punta Carretas.
Festival de obras de un solo minuto.
Entre el 12 y el 16 de setiembre la sala Hugo Balzo del Auditorio del Sodre será sede de la IV edición del Festival de Obras Teatrales de UN MINUTO, organizado por el grupo brasileño Parlapatões y producido en Uruguay por Metroveinte, con experiencia en desarrollar microformatos como Pecha Kucha. Estructurado en dos partes, la primera contará con una selección de los mejores textos escenificados en las primeras ediciones del Festival, ya realizado en Brasil y Portugal, y la segunda pondrá en escena "la versión uruguaya", compuesta por 30 textos que resultaron de un concurso online y diez de autores consagrados. Ya están confirmados nombres como Leo Maslíah, Gabriel Calderón e Inés Bortagaray. "Nunca vi algo que yo haya escrito representado. Ahí está la magia del teatro", dice Fernanda Muslera, la periodista uruguaya que obtuvo el primer puesto del concurso.
Expresión a una nueva escala.
Lemon Pie fue una de las cuatro piezas tutoreadas por Fernando Nieto Palladino en las puestas en escena que Reversión Micro hizo en 2016. La obra fue escrita y dirigida por Emanuel Sobré, quien también actúa como hijo de la protagonista (Laura Fedele, foto), una mujer que espera que llegue su marido mientras su cabeza se llena de recuerdos y fantasías. "En el microteatro los actores tienen la posibilidad de trabajar una nueva escala de su expresión, en la que la materialidad se encuentra en primer plano", señala Nieto Palladino.
Con sala propia en Buenos Aires.
En Buenos Aires, las obras breves y con público acotado ahora cuentan con sede propia: Microteatro Buenos Aires, en Palermo, un proyecto de los productores Pablo Bossi y Julieta Novarro. Allí la consigna es clara: obras de 15 minutos, para un público de 15 personas, representadas en salas de 15 metros cuadrados. "Está muy relacionado con la inmediatez que busca el público joven", dijo Bossi a La Nación. "Queremos seducir al público de teatro y también al otro, al que no va porque teme no sentirse atraído y cree no poder estar atento las dos horas que dura la función".

CULTURADANIELA BLUTH