Llegó a su primera sesión. Nervioso como niño el primer día de clases, pero con esa dignidad de quien cree que sentarse en un diván lo convierte automáticamente en un ser profundo. Ella ya le había explicado la metodología: él se acostaba, ella se ponía a la derecha, pero detrás y le haría preguntas sin debatir. Más que sesión psicoanalítica parecía una emboscada emocional. Joderse, pero Lacan ganó la partida por paliza.
-¿Empezamos? -dijo él, ya estirado como un canapé de recepción diplomática, manos juntas como si fuera a rezar o a confesarle a Sigmund Freud que todo fue culpa del Parlamento.
-¿Cómo fue su día hoy? -tiró ella, casual, pero calculada.
-Ehh, bue… se movió bastante... arranqué tempranito con flor de lío... otro ministro al que le va a saltar la térmica. Resulta que es consumidor compulsivo de dulce de leche… ¡Una locura!
-¿Pero qué tiene de malo que alguien consuma dulce de leche? -preguntó ella, con la inocencia de quien que nunca gobernó.
-Es que no lo compra. ¡Lo roba! ¡Lo afana! Armó una ONG trucha para donar a la escuelita “los Arroró Foqueriles” y que los niños necesitan azuquita pal café… ¡Mentira! ¡Se lo está devorando!
-¿Qué le preocupa exactamente?
-¡Todo, doctora! ¡Esto se puso complicau! (Mujica dixit) Ahora todo el mundo fiscaliza al gabinete como si fueran panelistas de Esta Boca es Mía. ¿Vio lo de la ministra, mejor dicho, ex ministra que no pagó nada por el hostal? La fletaron y yo puse la cara. El otro flaco que se hizo el vivo también garroneó, pero a este lo perdonamos. Pero este... este se está morfando el dulce de leche de los niños. ¡Y encima en TV se hace el canchero! Nos van a matar los medios... Y lo peor: no sé cómo sacarlo, porque hice una consulta y resulta que es adicto. “Diagnosticado”. ¡Y él no lo sabe! Llega al Consejo de Ministros con un tarro de Los Nietitos en la mano y otro de Conaprole de repuesto, como si fuera insulina. ¡Que mala suerte!
-¿Y usted qué va a hacer?
-Yo lo miro... y él me mira... y cuando me mira, yo sé que me está mirando... pero no como alguien que te mira con mirada de mirador… (cri, cri) Me está evaluando el alma, doctora. Muy feo. Muy incómodo. ¡Y ni siquiera me convida! ¡Ni una cucharadita!
-Pero presidente, si lo convida y usted acepta… ¿se arma la gorda?
-¡La gorda ya se armó! Pero no se puede decir nada. Primero, porque ahora no se puede hablar de “gordas”... Segundo, porque medio gabinete está con él. ¡Los compró con frascos Lapataia! A los que no son amigos les regala Narbona. ¡Desfachatado el tipo! Y era mi amigo... creo. ¿Es? ¿Era? No sé si lo quiero o si me quiere... Estoy confundido. Este tema me tiene presionau...
-¿Y va a hacer algo al respecto?
El presidente se gira en el diván como quien está por lanzar un decreto o una indirecta pasivo-agresiva con carga emocional y dice: ¿No estoy acá con vos ahora? ¡No soy Dios, che! (Victimizándose).
-Pero, presidente… ¿Un ministro que le roba el dulce de leche a los niños? Es un poco preocupante, demasiado, horrible… me parece…
El presidente con ese mismo tono con el que antes dijo “no vamos a aumentar los impuestos”, casi zen, espeta: ¡Todo este lío por 200 tarros! En el fondo, hondo, no me parece para tanto! No se echa a nadie por esto… Pero le voy a decomisar 20… mínimo. Y de los buenos. ¡Se lo voy a decir al Pacha! ¡Ya va a ver ese sabandija!