MARTÍN FABLET
Poco se habla de las aplicaciones para teléfonos inteligentes basadas en Bluetooth. Será por los inconvenientes relacionados con la seguridad. Para aquellos que no la tienen muy clara, el Bluetooth es un protocolo de comunicaciones diseñado para dispositivos de bajo consumo, con una muy baja cobertura (10 metros y hasta 100 con repetidoras), perfecto para ser utilizada por teléfonos, impresoras, módems y auriculares. Su uso es recomendando cuando puede haber dos o más dispositivos en un área pequeña sin grandes necesidades de ancho de banda, ya que su velocidad a la hora de transferir datos es similar a la de una babosa enferma.
Pese a sus limitaciones tiene aplicaciones que son muy interesantes y efectivas. Es el caso del Marketing de proximidad o Marketing Móvil. La idea es enviar contenidos publicitarios e informativos a través de Bluetooth a todo lo que pueda recibirlo. Lo interesante es dónde y cuándo. La gran mayoría de los teléfonos celulares, PDA y iPads cuentan con tecnología Bluetooth y, por alguna patológica razón, no solemos separarnos de ellos casi nunca. Los usamos para trabajar, los llevamos al cine, al restaurante, al supermercado. Y es ahí donde nos convertimos en víctimas de aquellos que pretenden vendernos algo. La forma de hacerlo es muy variada. Al entrar a un súper, podemos conocer cuáles son las ofertas del día, generar cupones de descuento o conocer nuevos productos (supe experimentar los beneficios de este servicio en un sexshop en Chicago; realmente perfecto ya que a veces en estas tiendas cuesta un poco preguntar, máxime si la vendedora es una señora de 60 años). Algo parecido sucede en exposiciones y ferias, donde por este medio se informa a los asistentes sobre las bondades de determinado producto o servicio.
El sistema no es para nada invasivo. Entrando en alguno de estos lugares, uno es invitado a encender el Bluetooth y así recibir toda la información disponible. No utiliza la red celular, por ello no tiene costo para ninguna de las partes. En nuestro país ya hay empresas que proporcionan este servicio.
Allá por el 2004, una aplicación basada en Bluetooth llamada Toothing supo convertirse en un divertido engaño. Pergeñado por un londinense de nombre Stephen Curran, causó furor. Supuestamente, permitiría concretar encuentros sexuales aleatorios de forma sencilla. Solo era necesario tipear la palabra Toothing junto a todas las preferencias sexuales requeridas. Esta colección de requisitos intentaría "matchear" con otra similar y es allí donde el Toothing haría de celestina.
Si bien técnicamente es totalmente posible, fue todo una broma. El propio Curran lo admitió. Tal fue el interés de su engaño, que muchos periodistas y charlatanes salieron a explicar de forma profunda cómo funcionaba esta aplicación. Yo fui uno de los segundos.