por László Erdélyi
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No hace falta ver El faro, dirigida por Dave Eggers (2019), para saber que la profesión de farero es un camino rápido hacia la locura: la crisis mental de sus protagonistas ocurre, en gran parte, por la soledad, los vientos inclementes y el mar impiadoso. Lo sabía el español José Luis González Macías que no vivió cerca del mar —casi siempre al interior de la península ibérica— pero que se interesó por las razones y circunstancias que llevaron a los hombres a instalar esas luces guías en sitios peligrosos para los navegantes, y a habitarlas. Ese interés evolucionó hasta la publicación del Breve Atlas de los Faros del Fin del Mundo, donde retrata de forma breve y minuciosa 35 faros elegidos de entre los miles que iluminan o iluminaron mares y océanos.
Construidos casi siempre en el siglo XIX, en el auge de la navegación mundial, cada faro aparece con finas ilustraciones, diagramas, datos técnicos, excelentes mapas que permiten ubicar el sitio, y sus historias. Es aquí donde el libro despega, porque lo que importa es el devenir de las mujeres y hombres que debieron soportar esos extremos. Así aparece un faro patagónico inhóspito citado por Julio Verne en su novela Viaje al centro de la tierra (1864) antes de que el faro existiera —el de Cabo Blanco, que se construyó entre 1915 y 1917—, como también historias terroríficas de abandono y locura, como la del faro de Clipperton en el Pacífico sobre el que Jacques Cousteau rodó un documental (Clipperton, la isla que olvidó el tiempo, de 1978), o de misteriosas desapariciones de todos sus habitantes sin dejar rastro (el de las islas Flannan en Escocia, o el de Great Isaac Cay en Bahamas). O los faros en islas que fueron famosas prisiones, como la de Robben Island que albergó durante años a Nelson Mandela. Son historias adobadas con el dulce encanto de la decadencia, porque en la era del GPS y la geolocalización, la realidad se impone hoy en estos faros a fuerza de abandono y decrepitud.
Este libro recibió en España el Premio Nacional al Libro Mejor Editado 2020, y tiene un antecedente casi idéntico en concepción y diseño, el notable Atlas de Islas Remotas de Judith Schalansky, con edición castellana (2013, Nórdica, traducido por Isabel G. Gamero). Pero a Schalansky le pasó aquí lo que a la hermana de la coneja, ni la nombran.
BREVE ATLAS DE LOS FAROS DEL FIN DEL MUNDO, por González Macías. Menguantes, 2022. León, 160 págs.
