Ricardo Casas
EN LOS ESTADOS UNIDOS de América no exhiben un film de animación para niños Kirikou y la hechicera, porque comienza con el nacimiento de un niño y se lo ve desnudo. En Noruega se prohibe el ingreso del programa inglés Teletubies por idiotizante. En Uruguay no se exhibe un programa sobre el derecho de los niños a tener identidad porque ese no es un problema del Uruguay. La lista es larga y da idea de que algo no está marchando bien.
Mucha gente se pregunta de qué modo se podría mejorar el nivel de los programas "infantiles". Aunque los niños no se quejan: se los conecta al aparato cuadrado y ellos allí quedan, como hipnotizados. Pero, ¿por qué no llegan los buenos programas del extranjero? ¿Es que hay que pagar el cable para que los nenes vean algo mejor?
Las ironías pueden ser mucho más agudas y todas se diluyen en los temas de actualidad, la crisis, el desempleo. Parece difícil abordar los temas sustanciales. ¿Será que la crisis comenzó en los años sesenta o antes, será que nunca va a terminar? ¿Los broadcasters tienen toda la culpa? ¿Es necesaria una política de Estado para el tema?
NO TODO ESTÁ PERDIDO. Uno de los directores que pasaron por el Canal Oficial comentó que ante un intento de sacar de programación la serie brasileña Castillo Ra-Tim-Bun —una serie diaria de ficción con animación y efectos especiales—, una lluvia de llamadas telefónicas lo impidió. Un ejemplo de calidad de un país vecino, Brasil, apreciado por mucho público, sobre todo el menudo. Tal vez no sea la falta de dinero una justificación a las carencias de buenos programas, sobre todo si se considera que el Canal 5 pudo exhibir dicha serie. Más bien parece que la falta de interés o la figura siempre lejana de un programador indiferente no permite que las calidades lleguen a la pantalla chica.
En todo el mundo se plantea este tema, se discute, se legisla y hasta se logran efectos como la mejora notable en esa programación, la de obras audiovisuales para niños y jóvenes. Y no hace falta ir muy lejos, los programas de TV Cultura de Saõ Paulo, también en Canal 7 de Argentina o en Televisión Nacional de Chile hay ejemplos de una buena programación para chicos. Programas diarios del tipo magazine y series unitarias de ficción de Argentina, documentales sobre niños mapuches que se comunican con niños de otras culturas a través de Internet, en Chile, cortometrajes de animación de Jesús Pérez (Bolivia) sobre temas de interés de los niños de su país, son algunos ejemplos concretos de buena televisión para niños en Sudamérica.
Pero a veces ocurren los milagros y para prueba basta un Tatitos o Yo quiero, obras del maestro Walter Tournier, que es uruguayo aunque sus obras mayores sean producidas por el Canal de Gales, Gran Bretaña, como El jefe y el carpintero y Navidad Caribeña.
PRIX JEUNESSE. En Alemania hay una organización llamada Prix Jeunesse que realiza una tarea permanente de apoyo a la producción de calidad para niños. Cada dos años organiza un festival internacional de programas de televisión. Reúne en Munich unos 90 programas, una selección de lo mejor de todo el mundo, que se exhiben durante una semana a más de trescientas personas, entre productores, realizadores, programadores, difusores y directores de televisión. Esas obras se discuten y se califican, redactándose informes que surgen de esa masa crítica calificada y que ayudan a entender mejor el fenómeno, un tema que no llega a cumplir 30 años en el compromiso de profesionales, educadores, investigadores y sociedad civil.
Es una oportunidad para conocer qué está pasando en el mundo sobre el tema. Allí discuten noruegos con uruguayos, filipinos con sudafricanos, mogoles con norteamericanos, a partir de una realidad muy concreta y conmovedora. Las experiencias son tan variadas como culturas hay en la Tierra, desde los Teletubies hasta un programa de Malí sobre una niña que va a buscar agua y es atacada por un perro. Pero hay un denominador común: mejorar la calidad de la comunicación con nuestros niños y apoyar las iniciativas que resulten más significativas en ese sentido.
La Secretaria General de Prix Jeunesse es Ursula von Zallinger, luchadora infatigable por avanzar en esta temática, y sus contactos en los cinco continentes tienen especial interés por la situación latinoamericana, donde las carencias son evidentes. El intento es cambiar las cosas y por eso se creó, en junio del 2002, el Prix Jeunesse Latinoamericano, cuyo primer festival se realizó en Chile. Así se brinda una oportunidad para que los latinoamericanos se junten, vean cuál es su realidad actual y busquen soluciones prácticas.
Entretanto, es bueno reconocer algunas cosas que se han hecho en el Continente. Una de las productoras y programadoras más calificadas de la región es la brasileña Beth Carmona, responsable del Castillo Ra-Tim-Bun, mientras estuvo trabajando en TV Cultura, luego llegaron los recortes. Ahora es jefa de programación de Disney Latinoamérica. Desde distintos espacios defiende la calidad de las obras que se producen y participa activamente de los foros internacionales que enfocan sobre la televisión de este Sur tan maltratado.
Y la nación azteca no está ausente de esta historia: Patricia Arriaga es realizadora en Canal 11 de México, produciendo una serie muy exitosa llamada Bizvirije, un magazine diario en el que participan cientos de niños del país. Actualmente, ha incursionado en la ficción con la serie El diván de Valentina, de óptimos resultados. También compra materiales de la productora Boss-Bros de Holanda y del Instituto de Cine de Dinamarca, para exhibir en su país los mejores films y programas del mundo. Se puede pensar que Holanda produce los mejores películas y programas de TV para niños, en la actualidad, a partir de productoras privadas y una decidida participación del estado.
DIVERCINE. Las obras mencionadas y muchas más se han presentado en Divercine, el Festival Internacional de Cine para Niños y Jóvenes que organiza Cinemateca Uruguaya desde hace 12 años, durante las vacaciones de invierno. Oportunidad única en que niños uruguayos y de nueve ciudades más del continente, pueden conocer el cine y la TV de calidad que no llega por los circuitos comerciales. Todos los años se presenta una muestra Prix Jeunesse, surgida de los premios del citado Festival y de una selección local ajustada a los criterios de programación de Divercine. Son unos cien títulos por año, de más de treinta países, los que conforman una experiencia tan exitosa como ilustrativa de lo que se está haciendo hoy por hoy.
Los festivales también son útiles para que unos cuantos programadores elijan materiales para comprar y exhibir en sus televisoras. En definitiva es una gran vidriera tan diversa como exigente de la producción para chicos. Pero es difícil generalizar esas experiencias en el Uruguay. Una de las razones quizá sea la compra de paquetes en Miami porque no hay rubros para compras parciales y de distribuidores que no son de las empresas llamadas "Majors". Otra tal vez refiera a que la sociedad organizada no está demostrando un marcado interés hacia el tema, más allá de las discusiones generales sobre la necesidad de educar con "valores", o las preocupaciones crecientes sobre la violencia manifiesta —no solamente en la pantalla chica—. Una clave estaría, no en censurar o prohibir, sino en apoyar las obras que realmente importan a todos.
SUMMIT 200. Existe un reto por delante y se llama Summit 2004. Es una conferencia mundial sobre medios audiovisuales para niños que por primera vez se hará en América Latina. La primera se realizó en Sidney, la segunda en Londres y la tercera en Atenas. La cita es en abril de dicho año, en Río de Janeiro. Una oportunidad para que la "situación latinoamericana" se plantee en el concierto mundial, con fuerza, para llegar a adoptar posiciones comunes que promuevan el cambio. Beth Carmona es una de las organizadoras, con el apoyo de Multirio, entidad del gobierno de la "ciudad maravillosa", dirigida por Regina de Assis, y mucha gente ya está trabajando para el éxito del encuentro, apadrinada por la creadora del Summit, la Dra. Patricia Edgar, Presidente del Summit on Media for Children Foundation, Australia. El Uruguay no podrá quedar con la ñata contra el vidrio.
Si la crisis sirve para cambiar, que los niños no sigan siendo una minoría postergada de la que se toma conciencia cuando son mostrados en los noticieros en casos extremos de violencia. Tal vez sea la hora de dejar de lado al Big Brother que mira desde el norte con su gran ojo, para vender sus productos, sus costumbres, su manera de vivir y hasta sus peores vicios. Hay una asignatura pendiente con los niños, los niños del continente latinoamericano. Seguramente ellos tienen mucho que decir al respecto.