Memoria que es una biblioteca

La cocina literaria de María Teresa Andruetto: los golpes de la vida y la caricia de los libros

Donde también hay familia, geografías y una invitación a leer y a releer

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María Teresa Andruetto

por Mercedes Estramil
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Hay libros que entran en una categoría literario-culinaria, no en el sentido de que sean literatura de cocina, sino cocina de la literatura. Libros que revelan ingredientes y recetas, aunque su combinación nunca alcance para aclarar el misterio del “punto exacto” en que algo deja de ser oficio y se convierte en arte: Zen en el arte de escribir, de Ray Bradbury, Mientras escribo, de Stephen King, La escritura indómita, de Mary Oliver, La enfermedad de escribir, de Charles Bukowski, o —la lista es inmensa— este de María Teresa Andruetto, que muestra su cocina literaria bajo la forma, paradisíaca y borgeana, de una biblioteca.

Cabe preguntarse si ayudan estos libros a escribir. Posiblemente no. Acaso ayudan a leer mejor, a leer en segunda instancia, no a la comprensión literal (eso que con suerte se aprende en la escuela) sino a esa otra que está escondida, revelada y a la vez velada por las palabras. Son textos que pueden tomarse como generosidades o regalos de los escritores que, en un descanso de sus ficciones, deciden compartir con el lector el núcleo vivo de sus experiencias. En este sentido, más que descubrir técnicas, estrategias o errores a evitar (que pueden enseñarlos un manual o un curso), lo que hacen es mostrar los cimientos personales de esa casa de todos que es la literatura. En qué medio se crio un escritor; cómo interpretó sus vivencias; cómo se descubrió y fabricó a sí mismo; por qué eligió someterse al avatar de los gustos, la lotería de los premios y el juicio de los pares; cómo negoció consigo mismo el resultado del balance entre sus expectativas y sus logros creativos; qué lugar ocupan sus lecturas, es decir, los regalos de los otros: todo eso que parece accesorio a las ficciones, frecuentemente es su origen.

Tierra adentro. Nací en una casa de inquilinato con letrina comunitaria, sin obra social ni trabajo en blanco de mis padres, sin más conocidos ni familiares en el pueblo. El fantasma de la guerra, la inmigración y el desarraigo todavía estaban cercanos. Las carencias materiales eran muchas pero el ansia de libros también estaba latente en casa, de modo que cuando fui arrojada al mundo ya tenía una extraña, infrecuente conjunción entre pobreza y hambre de lecturas”. Así comienza el cuerpo de Una lectora de provincia, como una declaración y reclamo de un pedigrí de carencia económica y abundancia espiritual. María Teresa Andruetto nació en 1954 en Arroyo Cabral, en la provincia argentina de Córdoba. Su bisabuela murió leyendo. Su madre, Cleofé, ya de adolescente enseñaba a leer a los chicos del pueblo. Su padre era un italiano que sabía latín y había leído a los clásicos (Dante, Petrarca, Boccacio), y que, aun en épocas de penurias y necesidad de ladrillos, era capaz de comprar una colección de literatura argentina de cincuenta tomos. La propia Andruetto contaba historias a sus compañeras de escuela, para convertirlas en amigas, y fabricaba largas listas de pecados para satisfacer al cura.

Su gusto por las listas se percibe. Están listadas sus primeras lecturas, los nombres de poetas y narradores, letristas de tango que la seducen. En algunos nombres se detiene más. Cuenta la historia de Robin Wood, el paraguayo historietista creador de Nippur de Lagash, que solo tenía estudio escolar, que vivió en orfanatos y pensiones, y que gracias a su imaginación y escritura se hizo famoso, viajó por el mundo, fue amigo de Umberto Eco, en fin. El modo en que Andruetto cuenta estas y otras historias participa la fascinación que le provocan. Dedica algunas páginas a Circe Maia, a su “sencillez muy elaborada que a menudo hace milagros”. En otras habla de César Vallejo parándose en el primer poema de Los heraldos negros, el que le da título y desencadena su futuro literario. Lo analiza a la luz de varios sufrimientos que Vallejo tuvo y otros que provocó, y rescata el hecho —literario, ético— de que haya sido capaz de convertir algo personal e íntimo en una referencia de orden universal en la que cualquiera puede encajar su propio dolor y culpa para suscribir aquello de “Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!”.  

Sin angustia. Andruetto destaca la conexión y retroalimentación entre la escritura y la vida también en un marco autorreferencial. Hablando de Cesare Pavese y su influencia en ella, afirma que su novela Stefano (1997) “fue escrita bajo la idea pavesiana de que no alcanzamos a ver las cosas la primera vez sino la segunda, cuando las recordamos. La lectura de Pavese me hizo sentir que el mundo del que yo venía, el pueblo, la llanura, los chacareros, el vecindario, las mujeres hablando, escoba en mano, en la vereda, podían ser materia de escritura”. Su entrañable poema “Visita” (de Kodak, 2001), transcripto en el libro, da cuenta de ese aprendizaje de lo mínimo y propio:
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Hoy vino mi madre a visitarme
y caminamos las dos por estas calles.
Hablamos de mi hermano,
de los hijos, de las chicas del Sur,
de mi cuñado. Otra vez yo critiqué
al gobierno y ella dijo otra vez
“¡Es un país tan grande!” No quiere
que me queje: “¡Este país generoso
recibió a tu padre!” y rodamos las dos
hacia una zona de tristeza, en silencio, hasta que se detiene y dice: “Ayer
hice dulce de duraznos” y yo digo
que hablaron de mi libro
en el diario.
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De esa calma rústica y luminosa de su poesía está hecho este libro de memorias, anécdotas y reflexiones. En cuestiones políticas o filosóficas, se podrá coincidir o no, pero todo está planteado con convicción personal y alejado del panfleto.

La producción ficcional de Andruetto, centrada en universos femeninos, es copiosa y variada (novelas, cuentos, ensayos, poesía, literatura infantil), y sus conceptos sobre la tarea de escribir son claros: no la angustian los períodos en blanco, no le interesa producir en serie, no intenta imponerse a sus personajes, le gustan los desafíos formales y enfrentarse, escribiendo, a sus propios prejuicios. Una lectora de provincia es un libro sobre lecturas —la lista de obras mencionadas roza las doscientas—, familias y geografías, y es una invitación a leer y a releer. Porque a lo mejor la primera vez no se alcanza a ver.

UNA LECTORA DE PROVINCIA, de María Teresa Andruetto. Ampersand, 2023. Buenos Aires, 181 págs.

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