Letras y polémicas

“Hay una cantidad de basura en el nombre de la poesía”: con el profesor Hebert Benítez Pezzolano

“Estoy un poco agotado de esa poesía que se golpea el pecho”

Hebert Benitez
Hebert Benítez Pezzolano
(Archivo)

por Gera Ferreira
.
Hebert Benítez Pezzolano (Montevideo, 1960) es poeta, ensayista, investigador y profesor de literatura uruguaya en la FHCE, egresado del IPA y Dr. en Letras por la Universidad de Valladolid.

¿Cómo se recupera el valor de la literatura?
—Faltan políticas de Estado basadas en lo valiosa que es, y que ese valor tiene la capacidad de producir transformaciones en los individuos. Los jóvenes necesitan una amplia vinculación de taller con las obras literarias y que sean movilizaciones para escribir, para entender escribiendo y escribir tratando de entender.

En el prólogo de Emil Volek a tu Interpretación y eclipse, él habla del empobrecimiento de la crítica. Ustedes dicen que los críticos tenemos que volver a subir la piedra de Sísifo. Aparece esa idea del condenado.
—Sí.
Hoy hay menos interés por deglutir las cosas...
—Sí. El multiculturalismo llegó en cierto modo como una respuesta políticamente correcta y no advierto una crítica a esta forma de irrumpir. Advierto más bien una adhesión. El Uruguay tiene mucho de adhesión rápida.

¿A lo de afuera?
—Sí, a ciertas novedades, y a veces eso es canjeado por una actitud novelera. Las cosas que llegan al Uruguay tienen una adhesión más rápida que la reflexión.

—Y un respeto desmedido.
—Sí. En los estudios literarios estoy viendo un uso desmedido de la distopía, todo es distopía. Necesitamos más intemperie de lectura. Esto de crear la etiqueta y de leer desde la etiqueta no acrecienta la relación con un horizonte de espera más libre. Cuando escribís pensando en términos de mercancía, de pronto todo lo que tiene de desafío la obra de arte se apaga en esa presión como condición. En su relación de mercancía, aunque la persona no piense que se vende, sabe que será o no aceptada. En esta época son muchos los escritores, y escritoras principalmente, que lo que más quieren es ser aceptados.

Esa aceptación no le agrega negatividad al gesto.
—Lo entiendo. No es malo lograr la aceptación, pero cuando esa aceptación se convierte en un propósito, entonces esta editorial me propone que haga esto o lo otro, y como quiero aparecer y estar, cedo el terreno.

Sigo con la idea de Sísifo: si hay algo de estos tiempos es que no se quiere cargar más piedras. ¿No quedamos presos de metáforas obsoletas?
—Sí. Funciona como una metáfora negativa, en el sentido de que no hay un logro definitivo de nada, pero cada subida acentúa el peldaño desde esta generación para atrás. No puedo decirte cuál es la luz al final, sé que hay algo mejor.

Poesía acrítica.
—Hermes Criollo, ¿qué pasó con ese proyecto?
—Fue la primera revista verdaderamente arbitrada en el área de las Letras, específicamente de estudios literarios y de la cultura, del Uruguay. Funcionó con un arbitraje internacional y nacional que aquí no se empleaba. Y desapareció por distintas razones, donde primaron las financieras. No fue una revista de amigos, ni de allegados, ni de ningún departamento. Teníamos un equipo de gente, Rodolfo Panzacchi, Alejandro Michelena, Gabriela Sosa, y generamos un sostén.

En el Nº 7 (2004) hay una editorial tuya que me parece interesante porque hablás que la poesía uruguaya sufría un “acriticismo generalizado, una paz forzada que anula las posibilidades transformadoras de la acción crítica ya que se comporta como una respuesta consistente a reducir a cero toda alteridad posible”. ¿Te suena?
—Lo suscribo como si lo hubiera escrito ayer. Esto no ha cambiado, vino con el siglo XXI. He proyectado una revista desde facultad pero no lo estoy logrando. Necesitamos una revista de Letras.

Hay que intentarlo.
—Me hubiera gustado cambiar algo pero hoy por hoy esto que traes contribuye mucho. Lo que hace es no solo remover el pasado, y acá está lo que importa, sino remover con ese pasado el presente y ver su continuidad.

Aprovecho entonces, ¿cómo cambiás el chip desde la poesía al ensayo?
—Cuando uno escribe un ensayo crítico, no un paper, la energía, la confianza y el desafío desde la subjetividad es semejante a un libro de creación. No así sus objetos. Pero hay un momento de foregrounding, una puesta en primer plano de la subjetividad. Esa subjetividad tiene límites frente al ensayo y deslimitaciones al momento de escribir poesía. Estoy un poco agotado de esa poesía que se golpea el pecho, que se postula como LA poesía o como MI poesía, ya que veces se da en poetas jóvenes que no tienen una relación abierta con el pasado. Yo siempre quiero tener una relación abierta con pasados que me preceden.

¿De una época o de una tradición?
—De una tradición, exactamente. Una memoria que involucra tiempos antes de que nacieras.

Nunca se es justo frente a todo lo que está detrás.
—No, claro. Comparto.
Especialmente hoy no nos da la vida para procesar los libros, pensar genialidades, darle lugar al pasado, se escribe en estas condiciones.
—Por supuesto. Para nosotros fue muy importante la poesía de Salvador Puig. Una parte muy visible de Benavides, Circe Maia. Estábamos mirando para atrás al mismo tiempo que nos estábamos mirando. El problema es que hoy te estés mirando y no hagas un movimiento hacia el pasado.

Tal vez prime la idea de que no importa si hay algo atrás. Todo empieza conmigo.
—Exacto. Para mí eso forma parte de la lógica del capital internalizada. Y pelear contra eso es una manera aun modesta, pero visible de pelear contra el capital.
¿La poesía puede dar pelea?
—La poesía puede marcar un límite, una distancia, una forma crítica. Una poesía elaborada, no el panfleto.

Parece no haber discusión sobre la poesía que se hace acá.
—Hay una tolerancia mutua y el “tolerantismo” forma parte de una suerte de atenuación de la función crítica en el nombre del derecho de la expresión. Es decir, hay una confusión enorme y un problema con el tema del valor.

Puede que exista un desfasaje entre los paradigmas de valoración y de creación que nos hace buscar una poesía de “rigor”, mientras que es una excepción.
—El tema es el paradigma crítico, y en eso manejo la tradición moderna, no me la salteo. No es que tengas que hacerlo según lo que yo diga, sino que vos ves que muchas veces lo que están publicando es una brutada, una cosa para imponer el espectáculo de una pose, y no hay un drama atrás.

El drama de la época es vivir. Para una persona publicar puede ser un hecho consagratorio, más allá de cuestiones estéticas. ¿Quién puede culpar a las editoriales por cumplirlo y que se sustenten así?
—No las podés culpar porque es la lógica de la mercancía.

A la vez, desde ahí surgen un montón de libros intrascendentes.
—Sí, hay una cantidad de basura en el nombre de la poesía. Hay una parte de la democracia que está mal entendida. También está la valoración que atraviesan las obras y que coloca antes que ellas ciertas agendas en relación con ciertos colectivos. Esas agendas forman parte de determinados modos de movilización y también de resistencia. Pero no puede ser una condición sobre el fallo de valor de una obra. Es una tendencia. Si hay una tendencia, desaparece el requerimiento.

Sin embargo, en Uruguay no sé si se ha publicado un libro de poesía en lenguaje inclusivo.
—No sé. Soy contrario al lenguaje inclusivo.

Tampoco es que somos tan democráticos.
—Lo poético no tiene por qué ser elitista y no debiera serlo. Pero no ser elitista no quiere decir que cualquier cosa valga. La función crítica se da desde la política, porque si hay algo que se ha devaluado es el ejercicio de esa función ante los poderes de turno.

Autonomía/ ilusión.
Ante la ausencia de espacios críticos, hay que inventarlos. ¿No nos estamos haciendo trampa al reclamar la falta de actitud crítica?
—El mundo se ha vuelto más corporativo y nosotros barremos para abajo de la alfombra. Además, no hay mucho nivel de discusión. Las discusiones que involucran lo cultural y la política tienen un gran empobrecimiento y una enorme potencia de alienación. Se le está faltando el respeto a la inteligencia de la gente.

Qué le estamos pidiendo al medio cultural si todo deviene de lo anterior.
—En esa discusión política, esto es delicado, la universidad tiene una función y pasa por su independencia. Estamos en una época de tensión, y hay que pararse en la necesidad de ser independientes de los grupos de poder. La universidad no puede ser una correa de transmisión.

¿Cómo? ¿Por ley?
—Es más rica la realidad que la ley, creo que dice Lenin. Sí, hay que movilizar un pensamiento crítico dentro de la UdelaR, que ya existe en buena medida, pero hay que ponerlo en primer lugar.

Adentro de UdelaR está Humanidades. ¿Cómo llega a ese lugar de independencia? Pensando en Letras.
—Creo que se puede, pero con una verdadera remoción de ideas colectiva, no dialoguismo inane.

Quiero atar el cabo sobre la función crítica. Cuando entré a Letras lo hice porque escribía, y estaba esa idea de habitar lo literario desde varios lugares: ser escritor, periodista, crítico, todo a la vez. Porque no se puede vivir de esas cosas separadas.
—Por supuesto.
El escenario de la gente nueva que entra a Letras es más complicado.
—Creo que sí. El bajo nivel de egreso, también.

Estos problemas deberían ser parte de las discusiones.
—Conozco el desestímulo. En la vida actual hay que acompañar, dar orientación hacia el mundo del trabajo y la inserción.
Tiene que ver con efectivamente trabajar ese saber y generar una actitud acorde.
—Sí. Pero este camino solamente se gesta a través del acceso a cargos. Yo entré, vos quedaste afuera y así.

Y me quedo acá 5 o 10 años.
—Exacto. Este es un país que no tiene muchas oportunidades para el egresado universitario de las humanidades, y estimo que aún de otras facultades del área social. Un egresado en Letras tendría que tener garantizado el acceso a grupos de investigación financiados, porque ahí sí el estímulo de remuneración está ligado a la aplicación de conocimiento.

Buena idea.
—Nosotros seguimos vendiendo una percepción de país europeo en América del Sur. Nos mata eso, nos miente y después para afuera parece que somos geniales, pero la realidad es otra.

MAROSA 7

Libros y una revista
.
Entre sus libros destacan Amor de precipicio (1996), Interpretación y eclipse (2000), Matrero (2004), Mundos, tiempos y escritura en la poesía de Marosa di Giorgio (2012), sesquicentenario (2017) y El otro lado: disrupciones en la mímesis (2018). Fundó y dirigió la revista Hermes Criollo.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premium

Te puede interesar