Dilemas de la era digital

El veneno nuestro de cada día: cómo lidiar con el algoritmo que todo lo sabe, pero se esconde

El libro de Joan Cwaik plantea más preguntas que respuestas, y obliga a la pausa, a pensar

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Joan Cwaik
(Planeta)

por Ionatan Was
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Algunos lectores seguro que lo habrán jugado. Otros habrán escuchado o leído alguna cosa. Y otros quizá no tengan la menor idea de aquel juego llamado Pacman, el mismo que en los años ochenta se volviera tan popular. El objetivo: mover un círculo amarillo con ranura —el llamado Pacman—, para ir comiendo los puntos del laberinto cuadrado. A su vez había cuatro fantasmas enemigos moviéndose por ese mismo laberinto, con distintas aptitudes, que apenas tocaban al Pacman le hacían perder una vida. El fantasma rojo se llamaba Blinky, y era el peor, pues en un determinado momento se ponía a perseguir al Pacman en modo feroz.

El cuentito sí que podrá sonar extraño. Pero no. Ese tal Blinky aparece en la tapa del libro El algoritmo, entre el nombre del autor, Joan Cwaik (Buenos Aires, 1990) y el título, mientras por debajo está el subtítulo “¿Quién decide por nosotros?” Al comenzar la lectura el bichito colorado pasa desapercibido. Más que eso, el lector se cuestiona con qué postura saldrá al autor frente al tan manido algoritmo, sin saber nada de él más que lo que indica la solapa: “profesor y divulgador especializado en tecnologías emergentes y cultura digital, una de las voces más influyentes de habla hispana sobre el impacto de la tecnología en la sociedad”. Intuía entonces que serían más loas que diatribas, hablando del algoritmo. Pero claro, el reconocimiento del fantasma de la tapa como uno de los malos de Pacman, llegaría recién unos días después, al finalizar la lectura.

Blinky, el fantasma rojo que si te toca te mata, vendría ser el algoritmo. Ese mismo al que hay que comer (o evitar). Tal vez esa sea la esencia del libro, que busca formar una masa crítica: “Entender nuestro lugar en un mundo donde lo digital no pide permiso”. Aun en la exageración, aun cuando se trate de una hipérbole, aun cuando el mundo real y tangible sea otra cosa.

Ya antes de adentrarse en los meandros del algoritmo, en la introducción el autor esboza unas cuantas frases, pensamientos, aforismos, que seguro harán a más de uno tomar varias notas aparte. Por ejemplo, que en el estallido digital de hoy, ponerse a leer este libro es saber pausar, y saber pausar de por sí ya resulta un acto revolucionario. O entender que muy de a poco, sin casi darnos cuenta, vamos perdiendo la autonomía en cuotas, cada día un poco más.

Antiguo fantasma. El tono del libro es inquietante, como una reflexión que no da tregua. Acá no se trata de literatura como arte. Más bien de alertar al lector de ciertos peligros, provocar preguntas (mucho más que dar respuestas), despertar la rebeldía humana. Todo esto bajo un estilo sobrio, en una edición cuidada de la primera hasta la última palabra.

El mapa temático está compuesto de ocho capítulos más o menos uniformes, y que llevan como nombre el algoritmo con todas sus derivaciones posibles: el algoritmo en su laberinto, el algoritmo del amor (que con sus largas cuarenta páginas escapa al promedio), el algoritmo y las amistades, además de la ansiedad, la política, el entretenimiento, la economía y la verdad. En cada uno se sigue una fórmula tan práctica como efectiva. El autor, con justas dosis, mezcla la historia universal, la experiencia personal, un cierto marco teórico, y la realidad más cotidiana. Al fin y al cabo el algoritmo tal como se lo entiende en este 2025 no es más que el resultado de la evolución de la historia; todas las cosas que están ahora sucediendo tuvieron su correlato en algún momento, desde la civilización clásica griega, pasando por Roma, la Edad Media y las diversas revoluciones tecnológicas. Desde siempre el algoritmo no tuvo forma de fantasma, ni amenazaba con devorar, ni era dañino; pero sí que existía, a su manera. Lo que podía ser una hoja de diario, una pintura, un simple cartel, hoy son líneas de código que dominan completamente. Y si en algún tiempo el oro era el material buscado por excelencia, hoy lo es el silicio, la materia prima de los chips, los microprocesadores, y tantos más.

Contenido sin contenido. Cada capítulo tiene su propia cadencia, como una lógica particular. Aunque también hay unos cuantos patrones que se repiten, y que el lector irá adivinando conforme avance en la lectura. Por ejemplo el contenido. Es un poco el leit motiv del algoritmo de Cwaik: generar contenido. Permanentemente. Una catarata sin pausa. Sin apenas apretar un botón, porque apenas termina uno que enseguida viene el siguiente. Lo curioso es que la misma palabra se podría usar en dos acepciones opuestas: un contenido sin ningún contenido. Imágenes y videos que nada aportan. Como esos reels de TikTok que duran apenas segundos, pero que están entrenados para que no pensemos, ni meditemos, ni nos preguntemos nada. Anestesia pura, metáfora del algoritmo. Pues no hay respiro en la era digital. Ya no importa en cuál de las derivaciones mencionadas nos encontremos: la cuestión es hipnotizarse hasta el cansancio mirando videítos que el algoritmo ya sabe (nos conoce al dedillo) que queremos ver.

El autor lo transcribe sencillo, y aun usando lenguaje técnico, deja un diccionario digital al final para conocer nociones como el autoplay, el big data, la burbuja, las playlists o los reels. Lo fundamental: más vale dominarlos antes de ser esclavos de la pantalla, autómatas binarios comidos por el fantasma.

Cabe reiterar que el libro cuenta una realidad aumentada, acaso exagerada, aunque la magnitud del peligro no cambie. Uno de esos peligros, y muy tangible, y muy discutido en la reciente pandemia, es el concepto del vacío, el tiempo libre, la desconexión, el simple acto de perderse. Y la falsa y desgraciada creencia de que ya no es posible nada de esto, “Como si cada vez que intentáramos desconectarnos, el algoritmo susurrara: no te vayas, hay más contenido esperando por vos. Y lo hay. Siempre lo hay. Es el buffet libre del entretenimiento con un chef impiadoso: no cocina para saciarte, sino para mantenerte sentado a la mesa pidiéndole (al algoritmo) siempre el próximo plato”.

EL ALGORITMO. ¿QUIÉN DECIDE POR NOSOTROS?, de Joan Cwaik. Planeta, 2025. Buenos Aires, 239 págs.

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