Llega a librerías otra novela del gran autor norteamericano, siempre crítico, desencantado y con mucho humor.
Hay norteamericanos que saben criticar con lucidez, en nombre de los criterios fundacionales de su nación, los defectos de su propia comunidad. Entre ellos destaca Kurt Vonnegut (1922-2007), poseedor de un humor irónico y desencantado que, sin perder un ápice de ternura y compasión, ha consagrado relatos inolvidables.
No es ésta su única ni su mejor virtud narrativa. En la novela Pájaro de celda anuda una tras otra las casualidades más inverosímiles que el lector termina aceptando gracias a la agilidad del relato, la buena mano para caricaturizar a los personajes, y la sutileza con que esas casualidades crean y sostienen un clima melancólico y reflexivo, pero nunca pesado ni lacrimoso. Incluso el único pasaje solemne de la novela –el relato de una imaginaria matanza de obreros en 1894– está matizado por pinceladas humorísticas.
El protagonista y narrador de la novela es Walter F. Starbuck, hijo de sirvientes originarios de Europa oriental y nacido en 1913, entenado de un millonario dedicado a las artes que tartamudea por escrúpulos morales, ya que los obreros masacrados eran huelguistas de la gran empresa metalúrgica de su familia. Será quien le proporcione al joven Walter una educación en Harvard.
En la Universidad, de la que egresará en 1931 al inicio de la gran Depresión, asumirá posiciones de izquierda que con el tiempo irá atemperando y por las que, en su vejez, asumirá que nunca se jugó de veras. Su periplo vital le permitirá a Vonnegut pasar revista a sesenta años de historia norteamericana. En los años ’20 lo marcará el juicio y la ejecución de Sacco y Vanzetti, así como la confesión del verdadero autor, Celestino Madeiros, que sin embargo no lo salvará. Será redactor de periódicos progresistas durante la depresión. En su calidad de funcionario civil de las administraciones de Franklin D. Roosevelt y Harry Truman no deberá arriesgarse en batalla durante la Segunda Guerra Mundial, pero será condecorado por su participación como funcionario de administración e intendencia en los juicios de Núremberg. Sin darse mucha cuenta será cómplice y víctima del Maccartismo e irá preso por complicarse de rebote en el caso Watergate. Salido de prisión, el reencuentro casual con una vieja enamorada lo pondrá en un alto puesto ejecutivo de una megacorporación donde se ganará un nuevo viaje a la cárcel. De ahí el origen del título de la novela.
Debe prestarse atención a las anécdotas de cuentos, atribuidos al Dr. Fender, un compañero de prisión de Starbuck, que publica relatos bajo pseudónimo y que se intercalan en argumento. No sólo tienen valor por la moraleja de su fábula, sino por su imaginación, que se aprecia aunque sólo sean bosquejos.
Este vértigo narrativo permite que el autor ponga en boca de su personaje reflexiones morales cuyo centro es la falta de sensatez y la capacidad para olvidar y tropezar con la misma piedra, que Vonnegut fustiga en su propio pueblo. Pero son condiciones humanas. A veces presenta sus tesis con honda poesía, como cuando traza un paralelo entre la ejecución de Sacco, Vanzetti y Madeiros y los tres crucificados del Gólgota. Pero no impactan menos al lector algunas síntesis desopilantes, como cuando plantea que todos sus informes como asesor para políticas juveniles de Nixon podrían haberse resumido en el siguiente telegrama: “LA GENTE JOVEN AÚN SE NIEGA A VER LA OBVIA IMPOSIBILIDAD DEL DESARME MUNDIAL Y DE LA IGUALDAD ECONÓMICA. PODRÍA SER CULPA DEL NUEVO TESTAMENTO (…)”.
PÁJARO DE CELDA, de Kurt Vonnegut. La bestia equilátera, 2015. Buenos Aires, 256 págs. Distribuye Gussi.
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