Ma. de los Ángeles González
LA HISTORIA SE desarrolla en la India: un programa de televisión de preguntas y respuestas ofrece mil millones de rupias a quien pueda contestar correctamente doce preguntas sobre cualquier tema, que van aumentando en complejidad. El programa es muy popular y a eso ayuda el hecho de que nadie se ha llevado el premio mayor: varios profesionales y profesores universitarios han fracasado en el intento. La empresa estimaba que debían pasar ocho meses sin que hubiera un ganador para que pudieran descontarse los gastos de publicidad, pero un chico de dieciocho años, un simple mozo de bar supuestamente analfabeto, echa por tierra esas expectativas y acierta las doce respuestas. Se llama Rama Mahoma Thomas y el nombre ya es representativo de la diversidad religiosa y cultural de la India. Éste es el motivo a partir del cual Vikas Swarup, un joven diplomático indio, descendiente de una familia de notorios abogados de Allahabad, estructuró su primera novela, Q and A, publicada en 2005 y prontamente traducida a diecisiete idiomas. La versión castellana se tituló ¿Quiere ser millonario?.
HIJOS DE LA CALLE. Desde el comienzo es claro que el triunfo en el certamen transgrede un orden no escrito y la voz del ganador se despliega como una defensa de sí mismo: "Nunca cruces la frontera que separa a los pobres de los ricos. Después de todo, ¿para qué iba a participar un camarero sin un chavo en un concurso en el que hay que servirse del cerebro? No es éste un órgano que estemos autorizados a utilizar. Se supone que sólo hemos de usar los brazos y las piernas". En cada capítulo el protagonista va narrando a una abogada episodios de su vida para explicar cómo conoce las respuestas a las extravagantes preguntas. Eso justifica que el relato no siga un orden cronológico y a su vez permite un manejo de la expectativa y da la posibilidad al lector de ir armando los fragmentos de un puzzle que adquiere su sentido sólo al final.
Más allá de esos saltos temporales, se trata de una variante contemporánea de novela picaresca: cada historia empieza y termina en un capítulo, el eje es un niño de origen pobre e ignoto -nada se sabe de su nacimiento, creció en orfelinatos y se educó a golpes de suerte- que va sorteando dificultades en la dura lucha por la existencia. A eso agréguese una dosis de humor amargo, una crítica despiadada al orden social y una serie de casualidades que van entretejiéndose casi mágicamente y que burlan cualquier exigencia de verosimilitud.
Algunas de esas opciones estéticas son explicitadas por el narrador: "Lo único que puedo decir es que a veces la realidad supera la ficción", dice para justificar sus increíbles peripecias. El cine es un estímulo importante para el personaje y las películas preferidas son las que ofrecen acción y romances que superan las expectativas cotidianas y que la industria cinematográfica india -la mayor del mundo, concentrada en Bollywood (Mumbai)-- produce a raudales. En su opinión, la ficción debe proporcionar fantasías, compensaciones simbólicas de aquello que no ofrece la vida: "¿Qué sentido tiene ver en una película lo que puedo ver en la casa de enfrente?".
Swarup logra, sin embargo, escribir una novela en la que aparece la India real, la de "la casa de enfrente", con su miseria y sus enormes desigualdades, a la vez que forja una historia en la que los sueños pueden hacerse realidad: nueva variante de Cenicienta, celebra el triunfo del individuo solo contra un sistema feroz -triunfo que, por otra parte, no modifica el orden imperante ni lo pone en riesgo-, la excepción que consuela a unos sin intranquilizar a los otros. Ese mecanismo del cuento tradicional contribuye a la sensación de reparación gozosa de las deficiencias del mundo: la venganza de pobres contra ricos y de débiles contra fuertes gracias al ingenio. Pero ni esas estrategias de la trama ni el final feliz aligeran la fuerza de la denuncia social que recorre la novela de principio a fin: "Los chicos de la calle como yo estamos al final de la cadena alimentaria. Por encima de nosotros están los criminales de poca monta, como los carteristas. Por encima de nosotros vienen los extorsionistas y los usureros. Y por encima están las grandes empresas. Pero por encima de todos está la policía".
SLUMDOG MILLIONAIRE. Algo así como "Perro del suburbio millonario" es el polémico título de la película de David Boyle, estrenada en Uruguay con el subtítulo ¿Quién quiere ser millonario?, que arrasó con ocho premios Oscar, entre ellos a mejor película y cuyo guión, a cargo de Simon Beaufoy, es una adaptación de la novela de Swarup. Haber visto la película no exime de leer la novela, no sólo porque se trata, como es obvio, de productos diferentes, sino porque, además, en este caso, los cambios en la trama, en las resoluciones, y hasta en la creación de los personajes protagónicos son sustanciales.
El guión de Beaufoy logra sintetizar en una sola historia varias líneas de la novela, introduciendo elementos nuevos y aportando su propia visión de India, para lo cual realizó tres viajes a ese país y una investigación propia. Salvo alguna concesión al gusto masivo, casi todas las modificaciones son explicables por el cambio de lenguaje y son beneficiosas para el film, lo que habla del talento de director y guionista. Siguiendo literalmente la novela era difícil no caer en una película más de aventuras, pero se logra despejar la pretensión de traducir el texto en imágenes. La novela es un género que puede, como en ¿Quién quiere… permitirse la repetición, ya sea literal o con variación de detalles, y ese rasgo puede contribuir a determinar un carácter, componer un mundo opresivo, poner de relieve un determinismo social inexcusable, pero una película que pretenda un alcance masivo no puede apostar a ese recurso moroso.
Un escritor indio corre menos riesgos de caer en el pintoresquismo a la hora de retratar la polifacética y fascinante realidad de la India contemporánea, y sin embargo eso es más difícil de eludir para un extranjero como Boyle. Quizás por eso, la película no alcanza a transmitir la complejidad del dolor de Swarup por India - que es amor y odio- , y que en la novela aparece ya en el retrato crudo ("Desde el tren vemos niños desnudos con el vientre hinchado que nos saludan mientras sus madres lavan en las cloacas"), ya bajo la opinión irónica ("Los indios poseemos la sublime capacidad de ver el dolor y la miseria que nos rodea sin que nos afecte") o a través de la ironía de situación, como cuando Rama llega a declarar ante el juez, dispuesto a firmar cualquier confesión luego de la brutal tortura policial y lee en la pared el lema del escudo indio: "La verdad siempre triunfa".
¿QUIERE SER MILLONARIO?, de Vikas Swarup. Anagrama, Barcelona, 2006. Distribuye Gussi. 372 págs.
Pasaje a Mumbai
Vikas Swarup
"VIVO EN EL SUBURBIO más grande de Asia. […]
Hay un millón de personas como yo, apiñadas en un rectángulo de doscientas hectáreas de cenagoso páramo urbano, donde vivimos como animales y morimos como insectos. […]
Viviendas de una sola habitación ocupadas por las clases medias bajas, constituyen el sobaco apestoso de Mumbai. […]
Entre los modernos rascacielos y los centros comerciales iluminados con neón de Mumbai, Dharavi es como un tumor canceroso en el corazón de la ciudad.
Y la ciudad se niega a reconocerlo. De modo que lo ha declarado fuera de la ley. Todas las casas de Dharavi son `construcciones ilegales`, y pueden ser demolidas en cualquier momento. Pero a los residentes, que luchan simplemente para sobrevivir, eso no les importa, así que viven en casas ilegales, y utilizan electricidad de manera ilegal y ven la tele por cable de manera ilegal. Trabajan en alguna de las numerosas fábricas ilegales o tiendas ilegales de Dharavi, e incluso viajan ilegalmente -sin billete- en los suburbanos que atraviesan la colonia".
(de ¿Quiere ser millonario?)