Poéticas de Milán

Ante la extraordinaria banalidad reinante en todas las zonas poéticas, toda poesía es contracultural

Una reflexión por la pérdida reciente de tres poetas

Eduardo Milan
Eduardo Milán
(Leonardo Mainé/Archivo El País)

por Eduardo Milán
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El lenguaje poético ha tenido tres bajas recientes: Andrés Sánchez Robayna (1952-2025), Régis Bonvicino (1955-2025) y Julio Trujillo (1969-2025). Esta Poética se ocupa del primero con la promesa de tratar en cada caso a los otros dos compañeros de este, en el presente, duro oficio por la inmensa herencia acumulada y la coexistencia de todos los repertorios.

Toda poesía en la actualidad es contracultural. No por algo distinto a la extraordinaria banalidad reinante en todas las zonas poéticas. Y toda poesía es un acto de arrojo y resistencia. Y resiliencia, no sólo por obediencia al significante que suena sino por ser ese tipo de palabras que entró en la ola levantada y vino para mantenerse en la cresta. Se crearon agujeros de lenguaje que no son hoyos negros: es la poesía que perdió tres poetas.

Andrés Sánchez Robayna fue un poeta especial y esencial en la poesía española de la segunda mitad del siglo XX. En lo personal estuvimos muy cerca. En el proyecto felizmente realizado, Las ínsulas extrañas. Antología de poesía en lengua española, 1950-2000 (Galaxia Gutenberg, 2002), empezamos los cuatro autores, Blanca Varela, José Ángel Valente, Andrés y yo, y terminamos los dos últimos porque José Ángel y Blanca fallecieron por el camino de la elección —discusión— a veces pugna. Aunque fue una experiencia tumultuosa la antología dio qué hablar. Como en toda antología, la crítica resaltó las ausencias. Recuerdo que el para mí admirable Joaquín Sabina también se manifestó duramente señalando la ausencia de Ángel González. Aunque para mí hubo otras esenciales con las que corrimos personalmente los afectados. En mi caso, Gerardo Deniz fue uno de los que lamenté.

Otro vínculo que Andrés y yo compartimos fue la amistad con Haroldo de Campos, el notable poeta-traductor-ensayista brasileño, uno de los fundadores, junto a su hermano Augusto de Campos y Décio Pignatari, del movimiento de Poesía Concreta en Brasil a comienzos de la década de 1950. Andrés tradujo del portugués al castellano La educación de los cinco sentidos (1990), un libro clave de Haroldo de la fase post-concreta de su poesía.

Poeta en extremo cuidadoso en su expresión, también lo fue en su fineza. Su mejor libro es Sobre una piedra extrema (Ave del Paraíso, 1995).

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