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Entre Jim Morrison y el situacionismo

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(desde Madrid)

SI EXISTE un escritor que haya situado la música rock en el epicentro del devenir cultural del siglo XX, sin duda es Greil Marcus (San Francisco, 1945). En su extensa trayectoria como crítico y periodista, ha abordado los temas más diversos, pero su figura está indisolublemente ligada a sus análisis de la cultura popular, siempre enfocados desde una perspectiva novedosa, caracterizada por su capacidad para imbricar los fenómenos musicales que elige como objeto de estudio en contextos más amplios de la historia de la cultura. En 1975, por ejemplo, publicó Mystery Train. Images of America in Rock`n`Roll Music (traducido al español en 1993 por Círculo de Lectores), un ensayo sobre las raíces del rock en el que analiza su papel en la configuración de la cultura contemporánea estadounidense en relación con arquetipos como Moby Dick, El Gran Gatsby o Stagger Lee. Fue el inicio de una carrera ensayística que tiene como escala más reciente Escuchando a The Doors (publicado en 2011 y traducido por Contra Editorial en 2012), un volumen en el que Marcus plantea una aproximación al legendario grupo de Los Ángeles completamente alejada de la biografía al uso, y basada en la escucha minuciosa y pormenorizada de sus canciones, especialmente en sus interpretaciones en vivo.

-Oír la música del grupo en la radio actualmente me sirvió para darme cuenta de que todo lo que leía acerca de The Doors era siempre sobre Jim Morrison: el heroico rebelde predestinado, el símbolo generacional, y todas esas cosas. Realmente no había nada sobre la música, lo cual no tiene sentido, porque cuando te deshaces de todos los mitos alrededor de The Doors, te encuentras con un foco de experimentación, deseo, compromiso, confusión, energía y miedo. No obstante, nunca hubiera empezado sin el maravilloso bootleg oficial de grabaciones en directo titulado Boot Yer Butt (Bright Midnight, 2003), una caja que la propia banda puso en circulación y que recoge en cuatro compactos diversos conciertos registrados en directo por el público, fechados entre 1967 y 1970. Proporciona una dimensión totalmente diferente y misteriosa de la historia del grupo. Ese box set me fascinó. Eran varias horas de grabaciones terribles, pero las escuchaba una y otra vez.

No es la primera vez que Marcus aborda la obra de un artista a partir de la escucha detallada de su obra. En 2010 había publicado When that Rough God Goes Riding: Listening to Van Morrison, cuyo título sugiere similitudes evidentes.

-Sí, son libros gemelos. Ambos están focalizados en la escucha. Se trata de tomar el trabajo completo de un solo artista o banda y hacer una inmersión total en él, para ver lo que se puede encontrar. La diferencia radica en que, mientras que Van Morrison mantiene una carrera activa y creativa desde 1965 hasta la actualidad, The Doors, en términos de grabaciones, ya fueran en directo o en estudio, solo abarcan desde 1967 a 1971. Pero la intensidad está ahí, y el hecho de que The Doors y sus canciones nunca hayan pasado de moda ha permitido que el tiempo fuera cambiando su música, así que, en cierto sentido, siempre ha estado siendo reescrita y reinterpretada.

Zambulléndose en las páginas del libro, da la sensación de que la única manera de conocer realmente a The Doors, o de experimentar su música, era en el momento en que salían a escena y desarrollaban las canciones más allá de sus límites, sin el corsé del estudio de grabación ni de la duración estándar que imponen a las canciones unos criterios industriales que la banda ignoró en numerosas ocasiones desde el comienzo de su carrera. Baste recordar que "Light my fire" (1967), su segundo single, duraba siete minutos, y que hubo que editar una versión más corta para que pudiera encajar en la programación de las emisoras de radio de la época. Sin embargo, y como relata Marcus en el libro, "el tema se adueñó del Top 40 de las emisoras de AM de todo el país, que precipitaron a sus oyentes a las tiendas de discos con el fin de escuchar la versión íntegra; o a los teléfonos, para pedir a los locutores que la pusieran entera, cosa que pronto comenzaron a hacer".

-Sobre el escenario, todo era posible. Los integrantes del grupo nunca sabían qué iba a hacer Jim Morrison en cada momento, y cuando las canciones quedaban en suspenso, es decir, cuando la versión grabada deja de ser una materia sólida y, en un instante, parece romperse, ninguno de ellos tenía una idea clara de lo que haría musicalmente el resto de los componentes.

A lo largo del texto, en el que relaciona al grupo con Thomas Pynchon, el pop art o la familia Manson, Marcus también se detiene en la película biográfica The Doors, realizada por Oliver Stone en 1991, que considera "una gran toma de postura, confusa y creativa, mientras que el documental When You`re Strange (Tom DiCillo, 2009) no es más que una lección de historia", y dedica el capítulo más largo a la contextualización del grupo en los años sesenta, utilizándolo como ejemplo de la cara oscura de la década.

-Era una banda a la que la gente sentía que tenía que ver; no enterarse de su existencia, ni descubrir, ni escuchar el mensaje que les revelara la verdad, sino estar en presencia de un grupo de gente que parecía aceptar el momento actual sin más. Nada en su comportamiento -adusto, alejado del desdén rockanrolero, más bien una puesta en escena de la sospecha y la duda- hacía prever un final feliz. Su mejor canción decía que los finales felices no eran interesantes, ni merecidos.

LA OTRA HISTORIA.

Aunque la actualidad inmediata de Marcus esté ligada a The Doors, el crítico y periodista estadounidense se ganó un lugar en la bibliografía sobre la cultura popular gracias a Rastros de carmín. Una historia secreta del siglo XX, publicado originalmente en 1989 y traducido por primera vez al español en 1993 (en la colección Argumentos de la editorial Anagrama).

-Nunca podré escribir un libro mejor. No creo que jamás vuelva a estar tan poseído y obsesionado como cuando hice Rastros de carmín. Que el libro se siga imprimiendo, que la gente lo lea y siga hablando de él, y que su contenido viaje en tantas direcciones, es lo máximo a lo que un escritor podría aspirar. Pero en Estados Unidos, mi primer libro, Mystery Train, todavía parece ser al que la gente vuelve con más frecuencia.

Rastros de carmín fue un libro revolucionario, que partiendo del grito nihilista de Johnny Rotten en la canción "Anarchy in the UK" (el célebre "¡Yo soy un Anticristo!") trazaba una historia alternativa de la cultura del siglo pasado, relacionando el punk con corrientes de pensamiento como el situacionismo y llegando hasta el movimiento dadá. Un ensayo clave en la configuración de los estudios culturales modernos.

-En realidad, no pensaba en ello cuando lo escribí. Imaginé que sería divertido que un libro que empezaba con la premisa de tratar sobre el punk se transformara en un extenso volumen con unas páginas sobre el tema al principio y al final, pero con cuatrocientas páginas más sobre otros asuntos entre ellas. Lo único que hice fue seguir la historia hasta donde me llevó. Había escrito Mystery Train entre 1973 y 1974. Cuando lo terminé, estaba destrozado, fue mucho más duro de lo que nunca hubiera imaginado, así que me dije: "Volveré al periodismo durante un tiempo". Pero después de cinco años estaba cansado de escribir notas breves, que nunca podía desarrollar de manera más extensa. Una noche, mi amigo John Rockwell me comentó: "Deberías escribir otro libro". Por eso se lo dediqué a él. Yo sabía que estaba en lo cierto, pero no tenía ni idea del tema que abordaría. Me puse a pensar en ello y descubrí que en los años anteriores, lo que me había hecho sentir más apasionado y la música que más amaba, de entre todos los temas sobre los que había estado escribiendo, siempre tenía alguna relación con el punk. Llegué a una conclusión: "De acuerdo, escribiré un libro sobre el punk". Conseguí un contrato y me puse en marcha. Unos años después, le mostré 250 páginas al editor y me dijo: "Bueno, se suponía que ibas a escribir un libro sobre el punk, así que, ¿qué es todo esto sobre dadá, esta gente que se llama a sí misma situacionistas, un tipo en Notre Dame en 1950 y las herejías medievales? Quizá pueda haber un capítulo sobre ellos en algún sitio, pero tienes que escribir sobre punk, hardcore, funk, reggae…". Supe al instante que tenía que encontrar otro editor. Un amigo le mostró las mismas páginas a Lindsay Waters, que trabajaba en Harvard University Press. Inmediatamente entendió lo que estaba haciendo y me pidió más material.

El libro, de una trascendencia indiscutible, tiene sin embargo algunos detractores furibundos, como el iconoclasta escritor británico Stewart Home. En el año 2011 se publicó en español Acelerados al máximo. Punk rock y teoría del genero (Libertos Editorial), un ensayo donde siempre que tiene ocasión Home ataca sin piedad a Marcus, y en términos especialmente agresivos, como cuando le tilda de "necrófilo cultural aficionado a chuparle la sangre a la cultura popular". En realidad, Home defiende la teoría de que "el punk rock no es ni fue `profundo`, no es ni fue una `manifestación de la vanguardia`, y quien busque `el sentido de la vida` en un `disco de plástico` pierde el tiempo". Marcus, con elegancia, prefiere no entrar en el debate. "Conozco su trabajo", asegura. "Pero lo cierto es que no tengo ni idea de por qué dice todas esas cosas sobre mí", concluye el escritor, que encabeza su último libro con una cita de Jim Morrison en la que el cantante mantiene que "las entrevistas están bien, pero las respuestas se encuentran en los ensayos críticos". "Esa frase fue un acicate para mí. Cuando la leí por primera vez, en 1967, en el fanzine de rock and roll Mojo Navigator, no había publicado ni una sola palabra. Pero nunca la olvidé".

A sus 67 años, Greil Marcus es optimista de cara al futuro, pese a la ola de nostalgia que invade la actualidad del rock contemporáneo.

-Siempre ha habido tiempos en que la cultura, que es el modo en que la gente habla entre sí sobre las cosas que le importan y le preocupan, parece vacía, muerta o instalada en la repetición permanente. Existe un maravilloso ensayo de 1955, firmado por Guy Debord y Gil J. Wolman, que entonces eran miembros de la Internacional Letrista, y titulado "¿Por qué el Letrismo?", donde atacaban la cultura de su tiempo precisamente en esos mismos términos, hablando de una época en que "todo remake tiene sus seguidores". Es un manifiesto muy divertido, y la fuerza que subyace en él es su voluntad de crear una nueva cultura en la que la novedad no termine nunca.

Palabra de baterista

LA MEJOR PRUEBA de que el libro de Greil Marcus ha sabido captar la esencia de The Doors es la opinión de John Densmore, baterista del grupo:

"Me gusta mucho. Marcus escribe de un modo salvaje, saltando constantemente entre oscuros bootlegs, y mostrándose muy emocional en temas como las canciones, la película biográfica de Oliver Stone sobre la banda y otros aspectos. Morrison era así, tal como lo describe. Muy apasionado, y a menudo se metía donde no le llamaban. Marcus, desde luego, ha escrito la mejor descripción sobre mi manera de tocar que haya leído jamás: `La forma de tocar la batería de Densmore siempre está definida, cada golpe se siente como una elección tomada, sellada y dejada atrás`. Más adelante, en el libro, me sorprende metiéndose en mi cabeza al hablar de `Light my fire`: `Junto al solo de Manzarek hay una bestia a un lado, John Densmore, que con la constante y agresiva insistencia de su intrincada batería podría estar comiéndose la música de un bocado, escupiéndola de vuelta. Echa marcha atrás en momentos inesperados, arrastra a Manzarek con él, su sonido lleno de repente de espacios abiertos, y escuchas cómo una baqueta golpea la caja como un acontecimiento único. Es más circunspecto con el solo de Krieger, como si la bestia no supiese con qué especie animal se enfrenta ahora, como si estuviese dispuesta a esperar para descubrirlo. A medida que el pasaje avanza, de forma tan fluida por parte de Krieger, Densmore repite el redoble que utilizó para empezar la canción, lo primero que escuchas, su eco tragado de inmediato por la fanfarria de apertura de Manzarek; y, el final, poco menos que lo último que oyes. De principio a fin, la mano de Densmore está al volante. Por eso todos suenan tan libres`. Eso es exactamente lo que hacía, pero no sería capaz de ponerlo en palabras".

Densmore, que reconoce sentirse "orgulloso" formando parte de una leyenda viva de los sesenta que sigue generando bibliografía, también aprovechala ocasión para recordar sus contribuciones a la pervivencia del mito. "No quiero parecer egocéntrico, pero mi antiguo libro, Jinetes en la tormenta. Mis años en los Doors (Grijalbo, 1991), es una buena lectura. Y el próximo año publicaré otro: The Doors: Unhinged Jim Morrison`s Legacy Goes on Trial". Así pues, el aficionado tiene dónde elegir.

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