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El novelista que miente bien

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Arturo Pérez Reverte

Nueva novela histórica del español con rigor investigativo, prosa convincente, y mucha aventura.

El autor, miembro de la Real Academia desde 2003, ha sido cronista de guerra, lo que se refleja en las vívidas descripciones de combates de sus novelas y en su excelente mano para construir personajes del ámbito militar o náutico militares (Pérez–Reverte también navega a vela).

No son esos sus únicos méritos. Hace novela histórica con rigor investigativo, pero dosifica los datos para que lo instructivo no quite lo ágil. Usa los conflictos que enfrentan sus personajes para hacer pensar al lector, pero su prosa no toma tono ni ritmo de ensayo. Y miente muy bien: si no aclara de modo expreso que su anécdota y/o personajes son ficticios, el lector puede salir del libro convencido de que eran verídicos.

La nueva novela de Pérez-Reverte, Hombres buenos, es doble. A propósito de hallar en la biblioteca de la Academia la primera edición de L’Encyclopédie de Diderot, prohibida en España en el siglo XVIII, Pérez–Reverte cuenta el viaje a París de dos académicos –el “almirante” Don Pedro Zárate y el bibliotecario Hermógenes Molina– con el fin de adquirirla, con permiso especial del Rey Carlos III. Al mismo tiempo el autor se mete en el texto y cuenta el proceso de investigación previo a escribir. Es un buen argumento en favor del trabajo, el rigor y el oficio en contra de la idea de la inspiración como factor principal de la obra literaria.

Estas entradas del autor sirven como demoras para crear expectativa. Ayudan también al salteo de pasajes tediosos del viaje. Por vía indirecta, al poner al autor/personaje a discutir con académicos y libreros del mundo real, se le da a los personajes del siglo XVIII un aura verídica. La descripción del París filosófico y libertino previo a la Revolución Francesa es muy amena y pueden reconocerse, bajo nombre ficticio, varios personajes reales.

Un solo defecto menor puede señalarse en el relato: el modo súbito en que Zárate advierte que un maleante –Pascual Raposo, enviado por quienes en Madrid se oponen a la compra de L’Encyclopédie– los ha seguido en su viaje. En compensación, este Raposo es un personaje interesantísimo.

Hombres buenos es un canto a la Ilustración del siglo XVIII y a la actitud de los ilustrados de todos los tiempos. Los protagonistas, con sus diferencias –el Almirante considera a la religión un atraso, mientras que Don Hermógenes es un ilustrado, pero devoto católico y monárquico– ponen por delante lo que los une: su fe en las ideas.

Como en todas las novelas de este autor, la idea central se enriquece y densifica. Así, conspiran contra el viaje y la compra no sólo los reaccionarios, sino también algún conspicuo ilustrado que teme perder su puesto de adalid de las nuevas ideas en España. Los personajes discuten sobre la necesidad o no de una revolución cruenta, como la que postula el Abate Bringas, personaje tragicómico basado en el Abate Marchena, traductor de Lucrecio al castellano. Conmueve el escepticismo del almirante, que aunque no tiene muchas esperanzas de que la ilustración avance en su patria ni de que pueda evitarse un estallido como el que profetiza Bringas, cumple su misión porque es lo que debe, como antaño se batiera en los buques de su Rey, “porque era lo que tocaba”. No es el primer personaje de Pérez–Reverte marcado por ese lúcido y melancólico sentido del deber. Que es lo que hace que al marino y al bibliotecario les quepa, sin sombra de duda, el calificativo de hombres buenos.

HOMBRES BUENOS, de Arturo Pérez–Reverte. Alfaguara, 2015. Buenos Aires, 584 págs. Distribuye Penguin Random House.

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