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Algo huele muy mal en Juan Lacaze

| En Argentina prohíben los sábalos. Del lado uruguayo es la comida de los pobres. Un pez muy tóxico pone en tela de juicio el estado del río y la pelea entre dos países.

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NAUSICAA PALOMEQUE

Una ciudad donde la gente come muchos sábalos, el principal alimento de los pescadores artesanales y de la gente más pobre, porque son baratos. La mayoría no sabe que del otro lado del río está prohibido pescarlos y comerlos. Están contaminados y es muy probable que sean los mismos peces que llegan a Uruguay. Una ciudad donde se bañan y pescan en una playa que recibe desechos tóxicos de una papelera que sobrepasan los límites sanitarios, donde la principal fuente de trabajo es la principal fuente de contaminación, donde sus habitantes sufren muchos problemas respiratorios. Una ciudad que cuando el viento sopla hacia ella, huele a podrido. Así viven en Juan Lacaze.

Mientras tanto, la responsabilidad pasa de mano en mano entre las autoridades. De Dinama, Dirección Nacional de Medio Ambiente a Dinara, Dirección Nacional de Recursos Acuáticos y de Dinara a Dinama. De Dinama a la intendencia de Colonia, y de la intendencia otra vez a Dinama. De Dinama a OSE y de OSE a Dinama. De Fanapel en Juan Lacaze a Fanapel en Montevideo y de Montevideo al celular de un encargado de prensa que atendió la primera llamada y prometió una entrevista, pero no contestó las siguientes diez que se hicieron para concretarla.

Sábalos contaminados

"Algo escuché sobre los peces contaminados en la televisión argentina, pero no sé mucho. Es del otro lado y sólo una vez le encontré gusto raro a un sábalo, fue hace unos seis meses, tenía olor a cloro, pero no dejaría por nada la pesca, porque es lo que más me gusta y vivo de eso", dijo Miguel Pellerín, que tiene 39 años y pesca en Juan Lacaze desde los 12.

Del otro lado del río, en la provincia de Buenos Aires, la resolución 4/000 prohíbe pescar, comer y vender los sábalos del Río de La Plata porque están contaminados con bifenilos policlorados, sustancias cloradas muy tóxicas para el hombre, también llamadas PCBs. En ese momento el nivel de PCBs encontrado fue tan alto que una persona de 70 kilos no debería comer más de un gramo diario de sábalo, según un estudio publicado en 2000 por la Universidad de La Plata. Los sábalos son una especie migratoria que recorre la cuenca del Plata y según todos los especialistas consultados, es muy posible que sean los mismos que llegan a la costa uruguaya. Sin embargo, en Uruguay se consumen y comercializan, sobre todo en Juan Lacaze. Por eso le dicen "el Pueblo Sabalero".

Los PCBs fueron utilizados en las industrias como aceite de condensadores y transformadores, fluidos hidráulicos, plastificantes, lubricantes, aditivos de cementos y tintas. Una vez que ingresan al organismo tienden a permanecer y acumularse: "Se los considera potenciales cancerígenos. Causan bajo peso en los recién nacidos y originan retrasos en el aprendizaje y habilidades motoras (…) Sus efectos en la salud son diversos y dependen en gran medida del grado de exposición, provocando alteraciones en los sistemas endócrino, reproductivo, nervioso e inmunológico, además de causar daños al hígado, conjuntivitis, cloracné", explica la página web de Dinama. En el hombre, son "rápidamente absorbidos por el tubo digestivo, vías respiratorios y piel. Se concentran en hígado, sangre, músculo pero las mayores concentraciones se producen en tejidos adiposos y piel, los PCBs son transferidos a través de la placenta o leche materna", dice la página del Ministerio de Asuntos Agrarios de la provincia de Buenos Aires.

Como los PCBs no se degradan, una vez que son vertidos en los ríos tienden a depositarse en el sedimento, donde comen los sábalos. Por eso son los candidatos ideales para contaminarse: porque se alimentan con sedimento y son la especie que tiene más grasa en el hígado y en los músculos, donde estos tóxicos tienden a adherirse. Además, tienen un desplazamiento muy rápido: "un sábalo que yo estoy sacando hoy en Fray Bentos, ayer pudo haber estado comiendo en las costas de Buenos Aires, que sabemos están contaminadas. El sábalo se desplaza desde las zonas altas a las bajas del río Uruguay y a las zonas de Río de La Plata interior, donde se reproducen, ponen sus huevos y sus crías se alimentan allí. Desde que nacen estarían consumiendo alimentos contaminados", dijo Gabriela Eguren, licenciada en biología, que quiere investigar la situación de los sábalos en Uruguay y desde hace tres años procura que el Estado financie los análisis de muestras de sábalos que recogió a lo largo del río. La persistencia de los PCBs hace que la contaminación permanezca mucho tiempo después de ingresar al pez: "puede ser que el año pasado haya estado en la costa y yo lo esté capturando hoy en otra zona con esos tóxicos", agregó.

El oceanógrafo que hizo la investigación en La Plata, Juan Carlos Colombo, piensa que en Uruguay deberían hacerse estudios a fondo. "Probablemente existan problemas de contaminación en los sábalos, sobre todo en los centros urbanos. Es muy importante saber qué tienen porque son los peces más críticos para acumular tóxicos y comen los barros de los efluentes. Los peces son las vías de contaminación fundamental para el hombre, no es tanto el aire ni el agua, sino el alimento".

Colombo dijo que hoy los niveles de PCBs en sábalos están bajando de a poco, pero que aún no se pueden comer. Las pocas lluvias harían que lleguen menos contaminantes al río, esa sería una posible explicación.

En Uruguay se conoce muy poco sobre el tema. Un solo estudio en el río Uruguay realizado por la CARU, Comisión Administradora del Río Uruguay, argentina y uruguaya, analizó 38 muestras de tejido muscular de sábalo en Paysandú, Río Negro, Soriano y Colonia en marzo de 2004. Según el estudio, los niveles de PCBs no superaron los límites establecidos por la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos, pero en algunas muestras en el tramo aguas abajo del embalse de Salto Grande el nivel era mayor que el permitido por la Agencia de Protección Ambiental del mismo país. Ambas agencias ambientales son los referentes utilizados en el mundo para medir la contaminación. El informe de CARU concluye que los valores "no comprometen la aptitud para el consumo en general, podrían representar un riesgo para sectores de la población con consumo muy alto de pescado". Justamente, lo que sucede en Juan Lacaze.

El papel de Fanapel

Además de comer sábalos, los lacacinos se bañan en la playa, la misma donde vierte sus desechos la fábrica de papel Fanapel, que está instalada sobre la orilla. Dinama analiza muestras de su efluente, pero su directora no quiso dar los resultados obtenidos de las mismas: "Esa información sería un escándalo justo ahora que estamos procurando mejorarla, es una situación que heredamos de períodos anteriores". Sólo entregó un resumen de los informes, sin números, que dice que los niveles de contaminación están bajando.

Sin embargo, un estudio particular realizado en el laboratorio habilitado Ecotech analizó una muestra extraída directamente del efluente el jueves 29 de junio de noche. Los resultados fueron muy preocupantes: en el agua filtrada el DBO, uno de los estudios que permite saber cuánto oxígeno es consumido a partir de la contaminación de materia orgánica, dio 330 miligramos por litro y en el agua sin filtrar, que incluye las partículas del sedimento, 1.085 miligramos por litro. El límite sanitario para un desagüe directo a un curso de agua es de 60. Pero la situación es más grave aún si se considera que allí se baña la gente y el límite exigido para ese tipo de agua es de 10 miligramos por litro, según el decreto 253/79, que establece los estándares sanitarios para los distintos recursos hídricos en Uruguay. En Dinama explicaron que ese decreto es "un debe del Estado", porque las aguas todavia no están clasificadas.

Para 2005 estaba previsto que Fanapel construyera un colector que llevara los residuos 150 metros río adentro y así cumplir con las exigencias sanitarias para una playa donde la gente se baña y pesca y donde se saca agua que será potabilizada. Todavía no hay nada construido. Alicia Torres, directora de Dinama, dijo que la fábrica está comprometida a construir el colector y que parte del material está adentro de la fábrica, que el plazo se postergó por el temporal del año pasado y que exigió nuevas revisiones y un nuevo cronograma de la obra.

Para solicitar el permiso de construcción Fanapel presentó a Dinama en 2004 un estudio que analiza qué sale de la fábrica y explica la necesidad de montar el emisario. El texto indica que el promedio diario de DBO es 400 miligramos por litro, también que están cambiando el actual proceso de blanqueo de la celulosa, que se realiza con cloro elemental, y que el efluente emite sustancias cloradas tóxicas como dioxinas, furanos y cloroformo, que se eliminarán cuando se instale el nuevo sistema de blanqueado de celulosa. Torres dijo que no pueden detener el proceso de producción de la fábrica, que sus desechos se eliminarán cuando esté hecho el colector y que todos los cambios deberán estar prontos para fines de 2007.

Según Dinama, Fanapel se ampara en el artículo 15 del decreto, que dice "el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente podrá disminuir las exigencias establecidas para los vertimientos, si a su criterio el interesado demuestra que las descargas a realizar no provocarán inconvenientes". Mientras tanto el efluente sigue vertiendo desechos y todavía no se frenaron los inconvenientes de los que habla el decreto. "Eso es absolutamente tóxico, puede matar una población entera de peces y puede ser muy dañino para las personas", dijo un químico uruguayo que prefirió no dar su nombre.

Sin embargo, no se puede establecer una relación directa entre el efluente y los sábalos. Según el director de Dinara no se puede determinar dónde fueron vertidos los tóxicos, "pueden ser desechos de Brasil, Paraguay, Argentina o Uruguay que se vuelcan a la cuenca, llegan al sedimento y el sábalo los come y nada de lo lindo por todas partes".

Menú sabalero

La familia Bosio come sábalos todos los días. "Si no comemos sábalo una vez al día estamos mal", dijo Elisa Delaquintana Bosio, una lacacina de 83 años que contó que los abre por el lomo y los rellena con tomate y cebolla al horno, los prepara fritos o a la milanesa, los asa o los cocina tipo ceviche. Los Bosio son una familia humilde, viven en las Delicias, un barrio muy pobre de Juan Lacaze. En invierno la situación es difícil porque la pesca baja y "sólo da para el combustible y para pucherear", Raúl Ortiz, un vecino que mendiga por el barrio, también come sábalos. Todos los días los Bosio le regalan pescados.

"¿Cómo van a estar contaminados? Si los doctores nos dicen que tenemos que comer pescado. Es remedio para el corazón, la grasa hace bien", dijo Jorge Castrillo, un amigo de los Bosio que pesca con ellos. Lo mismo dijo su compañero de pesca Aron Bosio, de 58 años, que construyó a "Patito", un pequeño barco en el que se embarca dos o tres veces por semana para pescar sábalos.

Pero el problema es que los médicos tampoco conocen esa situación. "Ni idea, desconocía el tema totalmente, es una novedad para mí, nunca escuché sobre el tema, que el río está contaminado es obvio, pero de los sábalos no sabía nada", dijo el médico de guardia Fernando Uriarte, que trabaja en el hospital y en los centros privados de la zona desde hace tres años y medio y tiene experiencia en Montevideo y en otros centros del interior.

Los Bosio pescan a 15 kilómetros de la papelera Fanapel, en la zona que prefectura les dio. Aron Bosio tampoco conocía el tema. "Nunca nos enteramos lo de los sábalos, pero debe estar todo bien, si no, nos avisarían. Lo único que recuerdo es que hace dos años hubo un problema con Fanapel, se rompió un tanque de hipoclorito y se murieron todos los pescados, por una semana nos quedamos sin sábalos, pero nada más". La nurse del hospital Susana Pérez recordó ese episodio, "los bomberos tuvieron que sacar a la gente de la playa, llegaron con quemaduras en la piel y con alergias en todo el cuerpo".

Según la bióloga Eguren, el problema no termina en el consumo directo, porque los sábalos se venden a fábricas de harina de pez con la que se hacen complemento de ración para pollos y cerdos. "Es una cadena, porque los tóxicos se mantienen en la grasa del pollo y el chancho, y eso te lo comés".

Un día con los sabaleros

Juan Lacaze se parece bastante a las otras ciudades del interior, con poco trabajo y pobreza. Poco queda de aquella ciudad que a comienzos del siglo XX prometía ser una capital industrial, cuando se fundaron Fanapel y Campomar, que se sumaban a la pesca artesanal que ya se practicaba. En esos tiempos, había muy pocas industrias en el interior del país. "La gente del pueblo se incorporaba como mano de obra, trabajabas ocho horas y era para toda la vida, casi como un empleo público", dijo el periodista lacacino Luis Udaquiola. Eso generó una fuerte cultura obrera y sindical de protesta, de militancia de izquierda. Pero tras distintas oleadas de crisis, Fanapel echó a 117 empleados en 1990. La mayoría pertenecían al gremio y estaba en huelga por reclamos sindicales. Tres años después cerraba Campomar y 1.100 lacacinos se quedaron sin trabajo. De esa fábrica sólo quedó Agolan, donde trabajan 200 empleados.

De aquella cultura combativa parece que queda muy poco. Muchos se acostumbraron al olor a podrido, muchos murmuran que hay cáncer y contaminación, pero nadie investiga y muy pocos protestan. "Capaz que tengo suerte y no me agarro una peste", dijo un trabajador de Fanapel que no quiso decir su nombre. Según explicó, los lacacinos prefieren no hablar de la fábrica, porque no quieren perder su fuente de trabajo. "Eso empezó hace años cuando echaron a un montón de empleados, lo recuerdo como si fuera hoy, fue un 28 de diciembre".

La iglesia y el club siguen frente a la plaza, hay un canal de cable local, con algunas pocas tiendas y casas prolijamente arregladas. En los alrededores se empieza a notar la pobreza: se ve gente mendigando por caminos de tierra, casas pequeñas y precarias, con algunos bloques, tablones de madera y chapas. Sobre la playa está el club náutico y desde los bancos dispuestas sobre la costa se puede ver los botes de los pescadores.

El jueves 29 de junio de mañana no hay casi nadie en la calle. El único movimiento es el de los camiones con madera, que van a Fanapel. Las chimeneas de la papelera están encendidas y se forman nubes de humo. El viento sopla río adentro y todavía no se siente el olor.

A esa hora en el centro asistencial de salud pública hay tres personas esperando que las atiendan. Una de ellas está tosiendo, dice que trabaja en Fanapel y que sufre alergias respiratorias. "Es la humareda de la fábrica. Pero de eso comemos todos, yo no me puedo morir de hambre, tengo que comer todos los días", dijo y prefirió no decir su nombre.

Ni la directora del hospital, ni el médico de guardia ni la nurse ni la enfermera consultada conocían la veda del sábalo en Argentina. Según el médico Uriarte, es muy difícil detectar el origen de una intoxicación crónica, que sería una de las posibles consecuencias de comer en forma cotidiana sábalos contaminados con PCBs. "En esos casos no hay un síntoma que llame la atención, no es evidente como una intoxicación aguda, donde hay síntomas evidentes y el paciente sabe qué pasó. En una intoxicación crónica hay que ir preguntando y descartando posibilidades, pero ¿cómo voy a preguntar por el sábalo si yo no sé que hay un problema con ellos?".

La nurse Susana Pérez dijo que "no preguntamos por los sábalos porque no conocemos el problema. Pero es cierto que vienen con ese olor fuerte a sábalo frito, no lo dicen porque el sábalo tiene el estigma de la pobreza, es comida de pobre y lo sienten así", dijo.

Los sábalos son los peces más baratos en Juan Lacaze. "Los sábalos no gustan mucho, porque comen en el barro y les queda el gusto, pero lo compra la gente más pobre porque es más barato", dijo Ricardo Gutiérrez. El kilo de sábalo cuesta cerca de 20 pesos y el de boga 40.

Los casos más frecuentes en el centro son las enfermedades respiratorias y los problemas digestivos. A Uriarte le llaman mucho la atención los problemas respiratorios: alergias respiratorias, crisis de asma, bronco espasmos. Según explicó, el problema se acentúa cuando se suman la humedad y el viento. "La humedad afecta a todo aquel que tiene dificultades respiratorios. Las sustancias que salen de las chimeneas se disuelven en ella ¡quién sabe qué serán! Si el viento sopla de la fábrica para acá, ahí se te llena emergencia".

Tampoco se conoce la contaminación en el aire, el departamento de bromatología de la intendencia de Colonia analiza muestras de aire y el número de partículas en el aire es la permitida en Juan Lacaze, pero todavía no se sabe qué partículas son, dijeron en el departamento de bromatología de la intendencia.

Ese jueves, Uriarte llevaba seis horas de guardia y había atendido a 25 pacientes, cuatro por temas respiratorios. Un día de guardia atiende un promedio de entre 60 y 70 pacientes. Dijo que cuando el viento sopla hacia el río atiende 5% de casos respiratorios, cuando sopla hacia la ciudad, el porcentaje sube a 25.

En Juan Lacaze varios vecinos están preocupados porque creen que hay muchos casos de cáncer. Pero las estadísticas de la Comisión Honoraria de Lucha Contra el Cáncer no lo confirman. "El perfil de Juan Lacaze no es de alarma llamativa", dijo el doctor Enrique Barrios, coordinador del Registro de cáncer de la comisión. Según explicó, lo estimado para una población de las dimensiones de Juan Lacaze es un promedio de 50 casos nuevos por año y en dos años, entre 2002 y 2003, se registraron 81 casos. En los hombres la mayoría fueron casos de cáncer de pulmón y próstata, en las mujeres cáncer de mama.

Sin embargo, Barrios dijo "puede haber pacientes que no queden registrados, porque no existe el hábito de denunciar la enfermedad, pero eso sucede a nivel de todo el país". El médico de guardia de Juan Lacaze dijo que lo del cáncer le parece un mito, pero también reconoce que no hay registros en el centro para comprobarlo. No piensa lo mismo la nurse Susana Pérez, que dice que "hay más cáncer que lo habitual" y que trabaja en Juan Lacaze desde hace cinco años. "La pobreza y la necesidad de trabajar a costo incluso de la salud es un problema aquí". Según ella, no sabía lo de los sábalos, "pero que los desechos de la fábrica contaminan, contaminan, siempre se dijo que hay cáncer, la gente lo sabe, pero es la fuente de trabajo y esto es un pueblo chico, el que no trabaja en la fábrica tiene un pariente allí, es el miedo al hambre y eso es más urgente". También explicó que no hay oncólogo en Juan Lacaze y los casos detectados de cáncer son derivados a Colonia o a Montevideo y pierden el contacto con ellos. "Ya que hablamos de atención primaria en salud, ¿por qué no prestamos atención a lo que importa? ¿Por qué tantos casos de cáncer, por que tantos problemas respiratorios y digestivos? Debería hacerse un estudio serio sobre el tema".

Según la nurse, en verano el panorama se complica, porque a los problemas respiratorios se suman los digestivos: "Vienen muchos pacientes con problemas digestivos, vómitos en niños, dolores de estómago, gastritis, diarreas".

La fiesta del sábalo

Es tan tradicional la pesca de sábalo que todos los febreros el gremio de Fanapel organiza la fiesta del sábalo. Durante tres o cuatro días se reúnen a escuchar música folclórica, a comer sábalos y chorizos que se fríen en la calle. Incluso, colocan unas peceras para exhibir los peces. La fiesta del sábalo es el evento más importante del año. En el cable de Juan Lacaze el Canal Cuatro pasa el video de la fiesta por lo menos una vez por semana. "Vienen miles de personas de todo el departamento, se acercan a la ciudad para comer sábalos, para tomar cerveza y escuchar música gratis, sobre todo cumbia y folclore, para ver artesanías", dijo uno de los encargados del canal, Santiago de León. Dijo que cuando no tiene ningún material para transmitir pone el video de la fiesta y que la gente llama porque quiere verlo y grabarlo.

A las cuatro de la tarde sólo queda un lugar para almorzar en Juan Lacaze, el club náutico puerto Sauce, a pocos metros de Fanapel. Allí ofrecen un menú variado, que incluye milanesas de pescado. Pero esa tarde no hay sábalos, casi nunca los ofrecen. "La gente pide platos más finos y el sábalo es más del pueblo, lo comen más bien los pescadores, la gente sencilla", dijo el conserje de la cantina del club, Enrique Vila, que compra merluza y cazón en Montevideo y a los pescadores les compra las bogas, las viejas del agua y alguna vez los sábalos. Dice que quedan muy ricos asados, hecho en su propia grasa. Él tampoco conocía que los sábalos están vedados del otro lado del río.

Vila dice que su negocio está fracasando porque cada vez asiste menos gente a comer. "La gente no viene por el olor. Para mí tiene que contaminar, no lo sé técnicamente. Gracias a Dios no tuve ningún problema de salud, pero te empieza a picar la nariz y el olor a repollo podrido es insoportable". Por eso y por la preocupación por su hijo de nueve años que sufre bronquiolitis está planeando poner una pizzería en el centro de la ciudad, para alejarse un poco de la fábrica.

La que no se puede mudar es Norma Espinosa que se define como ambientalista: "A mí no me queda más remedio que vivir acá, no queremos que cierre la fábrica porque da trabajo, queremos que controlen bien". El hijo de Espinosa tiene 11 años y tiene alergia en las vías respiratorias. "Es viajar a Artigas, donde tenemos parientes y a los dos días ya está bien". Pero en su casa, que queda a pocas cuadras de la fábrica tiene que ponerle todos los días cremas en el pecho y aerosoles en la casa para que respire mejor.

Además de ir a comer, en verano se puede nadar en el club. La piscina está detrás de la cantina, justo atrás de Fanapel. Es abierta y desde allí se ve la fábrica y la espesa nube que sale de una de sus chimeneas. El viento cambió de rumbo y el olor a podrido se empieza a sentir, tanto que genera náuseas.

Nadar en la piscina es muy barato, un grupo familiar paga 90 pesos por mes. En invierno hay unos 600 socios, que van al club a festejar cumpleaños, a tomar algo, a mirar tele o a jugar a las cartas. Pero en verano los socios aumentan para usar la piscina, llegan a mil. El conserje dice que es barato pagar la piscina porque el club solo tiene que cubrir los gastos de mantenimiento, el agua y el cloro "son donaciones de Fanapel" y llegan gratis por una cañería desde la fábrica. El tanque de cloro, con el sello de Fanapel, está junto a la piscina.

Fanapel tiene una fuerte inserción en la sociedad. Además de esta donación, hace entregas de cal para las casas, papel para las escuelas, y para que se use como manteles y para fotocopias. Incluso, con la fiesta del sábalo el gremio colabora con el centro Caif local. "Hay una relación muy estrecha entre los habitantes del pueblo y la fábrica. La empresa Fanapel está muy integrada a la comunidad, en los eventos, en cada cosa que sucede en Juan Lacaze participa Fanapel. Toda la gente depende o ha dependido en algún momento de alguna de las fábricas, primero fue Campomar y hoy es Fanapel", dijo el intendente de Colonia Walter Zimmer.

De noche, un vecino que prefirió no decir su nombre hizo de guía para bajar a la playa donde está Fanapel. El acceso a la playa está rodeado de árboles. Delante de ellos un cartel dice: "Parque ecológico barrio La Estación, comisión fomento del barrio". Pero en la playa no hay nada que se parezca a un parque, mucho menos ecológico.

Desde lejos una neblina envuelve la playa y a medida que se avanza se puede ver con claridad el efluente de la fábrica, que suele estar cubierto por aguas que pegan sobre un muro de contención que bordea la fábrica. Esa noche el efluente estaba descubierto porque después de un temporal el agua del río bajó casi un kilómetro. De la fábrica emana agua amarronada, caliente, y espuma. Una nube blanca rodea las rocas de la playa, también blancas, los zapatos se entierran en el barro y quedan con olor a podrido, un olor que esa noche, a las 11 de la noche, era insoportable. De allí fue extraída la muestra que se analizó en el laboratorio Ecotech y sus resultados corresponden a ese momento puntual.

El efecto de estar ahí fue un dolor de cabeza, mareo y en la ropa un olor a podrido que perduró dos días. Sólo dos días, pero para los lacacinos es habitual. "Estando acá te acostumbrás al olor, a las náuseas y al dolor de cabeza", dijo Romina Espinosa, de 22 años.

Mientras tanto, los sábalos siguen recorriendo el río, el efluente sigue vertiendo tóxicos y la chimenea humareda. Así transcurren los días de Espinosa, acostumbrándose a las náuseas y al dolor. Así vive el resto de los sabaleros, sin saber qué respiran, sin saber qué pescan ni en qué se bañan en la playa.

EL ESTADO IGNORA JUAN LACAZE

Uruguay, país natural

EL MINISTRO DE VIVIENDA y Medio Ambiente Mariano Arana visitó recientemente Juan Lacaze y dijo que estaba sorprendido por el olor a podrido de Fanapel, aunque hace años que los lacacinos lo padecen.

En Dinama y en la intendencia de Colonia reconocen que la gente se baña y pesca en la playa de Fanapel. "No debería ser así, es competencia de la intendencia habilitar los espacios de baño y de pesca. Donde está Fanapel no debería ser una playa ni pescarse", dijo la directora de Dinama Alicia Torres.

El intendente de Colonia y médico, Walter Zimmer, dijo que no puede opinar sobre contaminación. "No poseo ningún documento, eso lo puede tener Dinama. No sé si la contaminación es importante o no, lo que sí sé es que hay pescado y la gente sigue pescando y que hay una papelera que trabaja mucho. Hace el papel para un importante sector del Uruguay". "Todas las playas de Juan Lacaze están habilitadas, también las de Fanapel, Playa del Charrúa e Isla Mala. No hay ningún elemento que diga que deba haber áreas prohibidas." Sobre la salud de los lacacinos dijo que "no hay nada documentado. El que dijo que hay problemas con cáncer o con problemas respiratorios está payando, no hay un aumento notorio." Respecto al olor de la papelera: "pedimos información y en Fanapel dijeron que estaban viendo cuál es la situación y que no encontraron la causa del olor a repollo. Pero es sólo el olor, no afecta a nadie".

La directora de Dinama dijo que desconocía el tema de los sábalos en Argentina y que se buscara información en el organismo específico de pesca, Dinara.

Allí reconocieron el problema: "los sábalos hacen su ciclo biológico recorriendo el río Paraná, el Paraguay, el Uruguay y parte del Plata, los peces migran, no tienen alambrados y se alimentan de los sedimentos de todas esas zonas, así que es muy probable que estén contaminados. En Uruguay no tenemos injerencia en el río Paraná o en el río Paraguay y los sábalos arrastran consigo la contaminación de toda la cuenca, ellos no tienen barreras", dijo el presidente Daniel Montiel. Admitió que se ha investigado muy poco y que se consultara a la autoridad ambiental. Alfredo Torres, biólogo que trabaja en Dinara, dijo que hizo estudios sobre la calidad del agua en el río Uruguay y que es "un río limpio", pero reconoció que es una carencia que no se hayan estudiado el tema de los sábalos.

Dinama dijo que los controles de agua para potabilizar los hace OSE y no Dinama, "los controles de OSE los hace OSE" y en OSE dicen que sí los hacen y que el agua está bien, pero que hay un control previo de Dinama: "el agua que se habilita es apta, el estudio de PH permite controlarla, de todos modos tiene una autorización previa de Dinama", dijo el ingeniero encargado de OSE en Colonia Carlos Bergeret.

El administrador de la planta industrial de Fanapel en Juan Lacaze Nelson Fuentes mandó decir al portero que derivara la consulta a la sede central en Montevideo. En Montevideo sólo se accede a Fanapel a través del encargado de prensa Ernesto Kreimerman, quien contestó su celular y prometió llamar. Pero después no atendió ninguna de las llamadas que se le hicieron ni contestó el mensaje que se le envió por email. Tampoco devolvieron las llamadas que se hicieron a la secretaría.

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