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La poesía como misión

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PABLO ROCCA

HOY PARECE inverosímil que un pequeño libro de poemas de un adolescente haya sido capaz de remover el debate cultural, y de saltar las fronteras. Cuando apareció Palacio Salvo (1927), de Juvenal Ortiz Saralegui, en La Cruz del Sur, Alfredo M. Ferreiro se adelantó a celebrar esta obrita "que vale por lo que no valen los gruesos, los terribles libros de versos que uno ve, con horror, publicados a cada dos por cuatro". El rascacielos del título aún no se había terminado de construir, y otros -como Juan C. Welker y Alberto Zum Felde- miraban con preocupación que los poetas nuevos se sintieran más cerca del empuje de los empresarios que de la sensibilidad de las mayorías.

VANGUARDIA Y CRISIS. A la vez que se convierte en una presencia cotidiana en publicaciones periódicas, Ortiz mantiene correspondencia con escritores de todo el mundo, quienes no tardan en acusar recibo y enviarle sus libros y opiniones, como César Vallejo, Mário de Andrade o Alfonso Reyes. Además de la autopromoción, el corresponsal sabe que la única forma de romper el aislamiento de un país dependiente del movimiento cultural de Buenos Aires, consiste en armar proyectos culturales supranacionales y colectivos. Cuando abjure de la vanguardia por considerarla ingenua y deportiva, esos contactos le permitirán adoptar otra dirección de sentido.

UNA MISIÓN CULTURAL. En el interregno, a lo largo del período 1936-1945, se acercó a la poesía política. La guerra civil española dividió al mundo y como la inmensa mayoría de los uruguayos, Ortiz Saralegui se sumergió en otra línea misional: la resistencia al fascismo, la solidaridad amplia y concreta con la España agredida. Entre tantas actividades, en esa década infame participó en la fundación de la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Profesionales y Escritores (AIAPE), que editó un Boletín (1936-1945) en el que se multiplicaron los artículos y los poemas de inflexión política; organizó exposiciones de pintura, conferencias, y junto a estos actos simbólicos se plegó a quienes ejercieron la solidaridad material con los combatientes, la población civil y, luego, con los refugiados.

Disuelta AIAPE por las discrepancias internas de la izquierda uruguaya, Ortiz emprende otra empresa: los Cuadernos Julio Herrera y Reissig (1948-1959). En esta colección se editaron 68 pequeños volúmenes numerados y más de una decena fuera de la serie. Ese esfuerzo en el campo específico de la divulgación de poesía funda una línea en Uruguay que en los años sesenta continuó la revista Aquí Poesía, en los ochentas las Ediciones de Uno, y actualmente la editorial Artefato. Tanto esta actividad divulgativa pionera como su obra de entonces, están indisolublemente ligadas a la revista Alfar, a la que se había vinculado hacia 1930. En la revista de su entrañable amigo el poeta Julio J. Casal da a conocer poemas y notas sobre libros, los primeros en la dirección referida; los segundos, en una general actitud de celebración de lo que se está haciendo en la comarca y el mundo, confiado en que la poesía necesita de la benevolente mirada antes que de la crítica que corta y divide. Por esta última posición, más aun que por la opinión que tuvieran de sus poemas, la "generación del 45", con Rodríguez Monegal y Benedetti a la cabeza, condenaron a Ortiz y su grupo a la exclusión más cruda. Incurrieron de este modo en la política antípoda: en lugar de la bonhomía y la apertura al otro, la descalificación en bloque; en lugar del análisis estrictamente racional, el golpe fuerte hasta pisar el borde del insulto. Los de Alfar estaban muy cerca de las regalías del mundo oficial entre el gobierno de Amézaga y el de Batlle Berres (1943-1958), y en esa lucha por el poder, el "45" vino a plantear una suerte de privatización de la vida cultural, ideologema que se impuso en los años siguientes, en particular cuando los sesentas enfrentaron como nunca antes a la intelligentsia con el Estado, que ya poco o nada tenía de liberal. Sólo si se toma distancia de esta pelea, se podrá leer los textos sin prejuicios. Antes, habrá que reconocer que -más allá de sus límites- Ortiz Saralegui entregó su vida por la poesía.

Cronología básica

1907. 14 de junio. Nace en Barriga Negra (Lavalleja), donde su padre dirigía una escuela rural.

1927. Radicado en Montevideo un año atrás publica Palacio Salvo. Una reedición con otros poemas, crítica y correspondencia, se publicó en 2005 (Banda Oriental, ed. de Pablo Rocca y Claudio Paolini).

1928. Con Juan Carlos Welker dirige Vanguardia, revista de avance. Participa en Oral, revista de arte.

1930. Participa de Mural de Ideas, revista-cartel que se pega en el centro de Montevideo. Colabora en la revista Alfar de Julio J. Casal. Se vincula al batllismo.

193l. Aparece Línea del Alba, que obtiene el Premio Ministerio de Instrucción Pública (MIP). Se casa con María Teresa Zerpa.

1935-1941. Comienza a colaborar en Mundo Uruguayo. Coorganiza y prologa la antología lírica Poeta fusilado, en homenaje a García Lorca (1938). Aparece Flor Cerrada (poesía, 1939).

1942-1943. Publica La Rama Ardiente (poesía), con prólogo de Juan Marinello. Sale en Losada, Buenos Aires, Las dos niñas (poesía), premio del MIP.

1944. Redactor responsable del Boletín Antinazi subtitulado "órgano antinazi de los funcionarios del Instituto de Jubilaciones".

1945-1947. Aparece Canto a Roosevelt, Montevideo, premio del MIP (1945) y, dos años después, Diez poemas para niños, edición a mimeógrafo.

1948. Desde entonces, y hasta su muerte, dirige los Cuadernos Julio Herrera y Reissig.

1949. Sale Retratos, pequeño opúsculo que en 1952 ampliará publicándolo con el título Retratos y Cartas de la Montaña. Se desempeña como redactor responsable del semanario Pregón de Alba Roballo.

1952. Se lo elige vicepresidente de la Asociación Uruguaya de Escritores (AUDE). Viaja a Chile en misión cultural oficial.

1953. Da a conocer Poesía Fiel.

1955. Aparece Diálogo con Julio J. Casal.

1957. Planifica y organiza las "Primeras Jornadas de Poesía en Piriápolis", que con apoyo oficial se reiterarán hasta 1959.

1959. Muere el 3 de octubre. Un año después se publica Perdida Fuente (poemas), con presentación de Arsinoe Moratorio. Luego, Doce poemas (1960) y De la amorosa búsqueda poética, breve autobiografía (1961).

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