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Paco Mañosa y el Hot Club

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Enrique Hetzel

CUANDO SE MENCIONA al Hot Club de Montevideo muchos recuerdan un sótano en la calle Guayabo. No todos saben que ahora está en la sede de la Alianza Francesa, donde se toca jazz todos los viernes de noche. Hace más de medio siglo que el Hot Club fue fundado y tuvo que adecuarse a los vaivenes económicos de la sociedad uruguaya para subsistir.

Desde sus comienzos Francisco Paco Mañosa estuvo vinculado a esa institución. Fue uno de sus fundadores y uno de sus presidentes. Pianista, arreglador, compositor y director de orquesta, su presencia representó al Uruguay en varios festivales de jazz internacionales que se realizaron en el extranjero. Como comentarista podía ser leído en estas páginas en los últimos años. Con su muerte, acaecida el pasado 20 de octubre, se pierde uno de los más lúcidos e inflexibles referentes del jazz latinoamericano.

EL JAZZ MODERNO EXISTE. Nacido en Barcelona el 2 de mayo de 1929, Francisco Santiago Mañosa Bernaldo y su hermano José arribaron a Montevideo en 1949. Traían consigo unos cuantos discos del estilo bebop y se encontraron con que el jazz clásico era el que predominaba en esa época. Nadie hablaba de Charlie Parker ni Dizzy Gillespie y todo vestigio de modernismo era barrido con las implacables sentencias del francés Hughes Panassié, el argentino Néstor Ortiz Oderigo y otros críticos conservadores.

Ambos hermanos se dieron a la tarea de divulgar las nuevas ondas del jazz y reunieron un selecto grupo de aficionados que iban al domicilio de los Mañosa en la calle Juan Paullier para escuchar los discos. El interés de Eduardo Gandolfo, Amílcar Greco, Arnaldo Salustio y Hermenegildo Sábat, entre otros, fue creciendo hasta que se propuso la creación de un club. Se abrió un registro de socios, se cobró una cuota social y a partir de marzo de 1950 se escribió una revista mimeografiada con abundante información sobre estilos e intérpretes.

A ello se sumó el ciclo que se transmitió por CX 48 Radio Femenina, con audiciones semanales que, además de irradiar los nuevos discos, hacían conocer la existencia del flamante Hot Club y anunciaban sus programaciones. Hubo conferencias y charlas que se realizaron en instituciones como la Biblioteca Artigas-Washington, la Asociación Cristiana de Jóvenes, el Club Banco República y el Círculo Francés.

"La meta del Hot Club era la difusión del jazz, pero también la ardua tarea de formar músicos capaces de tocarlo", escribió Paco Mañosa. "El jazz es una música aleatoria en la que, a diferencia de otras, no basta con dominar un instrumento y leer una partitura". En consecuencia, jóvenes músicos se integraron al plantel y la primera jam session se llevó a cabo a principios de 1951 en el café "El Águila de Oro". Una fotografía de ese acontecimiento muestra, entre otros, a Paco, a los hermanos Osvaldo y Panchito Nolé, Horacio Pintos, Dalmiro González y Juan Lamas. En el medio está un joven desconocido con una trompeta. No había tocado una sola nota en toda la noche. Estuvo sentado con su instrumento y cuando vio que instalaban la cámara posó para la foto y se retiró inmediatamente. Nadie supo quién era, nadie lo volvió a ver.

En diciembre de 1951 se realizó el primer gran concierto público en el Cine Plaza. Actuaron los "Swing Stars", los "New Boppers", la "Red Hot Jazz Band", el trío de Luis Pasquet y una Big Band con "all stars" uruguayos.

LA SEDE PROPIA. Pronto resultó difícil formar músicos en medio de un continuo deambular de un lugar a otro. El número de socios estaba en aumento y la situación económica del club era floreciente. Se hacía imprescindible conseguir un local propio con instrumentos para estudiar y practicar, tener además una biblioteca, una discoteca, un buen aparato sonoro y un espacio para audiciones de discos y conferencias.

Casualmente un socio de nombre Cristóforo Colombo descubrió el sótano de la calle Guayabo 1946. El número de calle coincidía con el año de una serie de famosas grabaciones que había registrado Charlie Parker en Hollywood, lo cual fue considerado como una buena señal. Se acondicionó el local, se adquirieron muebles, instrumentos, equipo de audio, máquina de escribir y mimeógrafo nuevos y en junio de 1954 se inauguró la sede del Hot Club, que estaría activa hasta 1980.

Por allí desfilaron muchos jóvenes que, con las enseñanzas y consejos de Paco Mañosa, asimilaron el lenguaje moderno del jazz. Muchos de ellos debieron emigrar en años subsiguientes, tales como Daniel Lencina, Héctor Bingert, Enrique De Boni, Aldo Caviglia, Federico García Vigil, Hugo y Osvaldo Fattoruso. Mientras estuvieron en el país, el Hot Club vivió sus años de oro.

En el segundo quinquenio de la década del 50 se contrataron orquestas extranjeras. Conciertos con luminarias de la talla de Dizzy Gillespie (1956), Louis Armstrong y Claude Luter (1957), Woody Herman (1958) y una larga lista de astros argentinos, tuvieron como colofón la visita de los jazzistas a la sede del club y la realización de inolvidables jam sessions hasta altas horas de la madrugada. El álbum de la institución llegó a juntar más de 300 firmas de músicos de distintos estilos, confirmando la vigencia del cartel que a la entrada del sótano aseguraba que "Cuando el jazz es bueno, no importa si es antiguo o moderno".

ANIVERSARIO, DESALOJO, TRASLADO. El décimo aniversario del Hot Club se celebró en el Centro de Artes y Letras de El País. Durante cinco días del mes de abril de 1960 hubo conferencias, conciertos y proyección de films, con impresionante afluencia de público. Poco después hubo conciertos de Charlie Byrd, de Horacio Borraro y nuevamente de Dizzy Gillespie. Pero la masa social empezó a interesarse en actividades ajenas al jazz y dejó de pagar sus cuotas. Decrecieron los actos en la sede y la revista perdió su continuidad: en noviembre de 1960 apareció el Nº 54, en junio de 1961 el Nº 55 y en primavera de 1961 el Nº 56, que fue el último. En 1987 hubo un intento de revivir una segunda época, pero no pasó de un único ejemplar.

Los años que fueron desde 1965 a 1975 mostraron la progresiva caída del instituto. "El continuo éxodo de músicos, el fuerte impacto del rock en la juventud y las obligaciones familiares que debieron afrontar los que otrora eran entusiastas colaboradores, hicieron que las actividades declinaran paulatinamente", escribió Mañosa. "Ni las actuaciones posteriores de los músicos de Duke Ellington y Charlie Mingus en el Club, lograron revertir la situación".

La sede siguió abierta gracias a la tenacidad de Horacio Pintos y de músicos más jóvenes como Raúl Lema, Rodolfo Pereira Padilla, Luis Ferreira, Edgardo Falero, Gastón Contenti, Ricardo León y Leandro Mendaro. Hubo esporádicos conciertos a fines de los años 70 con la presencia de la "Kakum’s Jazz Band", el "Expression Jazz Quartet", el quinteto "Encuentros", pero el golpe de gracia cayó en 1980, cuando el cedulón de desalojo obligó a cerrar para siempre las puertas del sótano.

Los contactos de Ricardo León permitieron seguir las actividades musicales ese mismo año en la Alianza Francesa, donde semanalmente se reunieron los jazzistas para tocar. El Hot Club dejó de ser un lugar de conferencias, lecturas o audición de discos. Tampoco cobró más cuotas sociales, pero la existencia de un local permanente durante 23 años sirvió para recibir visitas internacionales como las del trombonista Conrad Herwig, o los músicos de las orquestas de Lionel Hampton, Ray Charles o Irakere. Además surgieron nuevos valores como Rafael Ugo, Alejandro Sánchez, Leonardo Anselmi, Cono Castro y los hermanos Diego y Eddy Porchile. Hoy el Hot Club se ha mudado con la Alianza Francesa al edificio de la Avda. 18 de Julio casi Gaboto (ex Liceo Francés) y es un mojón clásico del jazz montevideano.

FONOGRAMAS PARA ESCUCHAR. Un CD de edición privada, Jazz Book: This Is How I Feel About Jazz, recoge nueve grabaciones registradas por Mañosa entre 1996 y 1998. Siete de los temas han sido compuestos por él y sus acompañantes son varios de los músicos mencionados en esta nota.

Una casete titulada Paco Mañosa: Pa’comenzar (sello Perro Andaluz, Uruguay, 1994) contiene 18 grabaciones del pianista realizadas entre 1959 y 1993. Los productores anhelan que se considere "esta recopilación como un documento de la evolución del jazz en nuestro país, pero antes que nada es nuestro deseo que la misma sea un merecido homenaje a la trayectoria de Paco Mañosa, maestro de varias generaciones de músicos uruguayos".

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