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Diez años después, Irak está muy lejos de la democracia anunciada por Bush

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Diez años después de la invasión de Irak en marzo de 2003, el país sigue sumergido en una grave crisis política a la que se suma un doloroso conflicto religioso, escenario muy lejano de la democracia parlamentaria que Estados Unidos esperaba construir.

La hoja de ruta establecida por el entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush, era corta. Las tropas estadounidenses desplegadas en el desierto de Irak el 20 de marzo 2003, respaldadas por una coalición conformada por varias decenas de países, recibieron la orden de encontrar armas de destrucción masiva presuntamente en manos del régimen de Sadam Husein.

Sin embargo, nunca se encontró ningún arsenal de ese tipo. Y muy rápidamente, Estados Unidos concentró sus esfuerzos para asegurarse de que Irak se uniera a los aliados del Occidente.

Pero, según diplomáticos occidentales, la caída de Sadam Husein permitió sobretodo que Irán se atribuya una influencia inesperada en la dirección de los asuntos de su vecino.

Peor aún, desde la partida de las últimas tropas estadounidenses de Irak en diciembre 2011, Washington apenas logra hacer escuchar su voz en Bagdad.

En 2003, la administración Bush presentó "argumentos como las armas de destrucción masiva, los vínculos (de Irak) con Al Qaida, los riesgos que esto representaba para la seguridad de Estados Unidos", resume Crispin Hawes, director del servicio Medio Oriente de Eurasia Group.

"Hoy, todo eso parece grotesco", sostiene Hawes.

Además, hay otro argumento "subyacente: la idea de que Irak podía convertirse en un aliado de Estados Unidos, y que la recuperación económica podía convertirse en un catalizador de crecimiento en Irak y en la región, erigiéndolo en un ejemplo", añade el especialista.

"Todo eso nos deja un sabor muy amargo hoy en día ", concluye Hawes.

En sí, la guerra no duró mucho tiempo. Los bombardeos comenzaron el 19 de marzo 2003, la víspera de la ocupación. Bagdad cayó el 9 de abril, y el 1 de mayo Bush proclamó "misión cumplida".

Pero el período de posguerra resultó más sangriento que la guerra misma.

El atentado contra un mausoleo chiíta de Samarra al norte de Bagdad, el 22 de febrero 2006, desencadenó un conflicto confesional de una violencia sin precedentes.

De 2006 a 2008, los bastiones sunitas de Al- Anbar y de Mosúl, las ciudades santas chiítas de Najaf y Berbala, pero también de Bagdad, fueron el escenario de batallas callejeras, atentados y asesinatos, que enfrentaban por un lado a insurgentes chiítas y sunitas, y por el otro a fuerzas de la coalición.

Las hostilidades causaron la muerte de 4.800 soldados extranjeros, entre ellos una abrumadora mayoría de soldados estadounidenses.

Aunque las tropas extranjeras han regresado a casa y la violencia ha disminuido en intensidad, los atentados siguen causando víctimas en Irak.

Desde la invasión en 2003, al menos 110.000 civiles iraquíes han muerto víctimas de la violencia.

Además, la reconciliación nacional y la consolidación de las instituciones siguen siendo una ilusión.

SIGUE LA VIOLENCIA. En la víspera del 10° aniversario de la invasión dirigida por Estados Unidos, al menos 50 personas murieron y otras 171 fueron heridas en varios ataques suscitados en Bagdad y el centro de Irak.

Hubo unas 20 explosiones y varios ataques a mano armada fundamentalmente contra musulmanes chiitas, y muchos de los atentados fueron llevados a cabo en el norte y el este de Bagdad. Se trata del número de muertos más elevado en Irak en seis meses.

La de la jornada, es una nueva escalada de violencia que crea interrogantes sobre la capacidad de las fuerzas de seguridad iraquíes para cumplir con su misión.

Las elecciones provinciales previstas para el 20 de abril fueron postergadas debido a estos atentados. El gobierno iraquí decidió este martes posponerlas "al menos por seis meses", según anunció un responsable de la Comisión Electoral.

AFP

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