El Uruguay hace tiempo que está paralizado por el dilema esencial de ¿Mercosur o no Mercosur? No pasa un mes sin que el asunto sea debatido en algún foro hasta extraerle su última gota de sustancia. Lo que no está mal. Siempre es valioso el estudio abierto, cuidadoso y mesurado de las opciones y posibles consecuencias de cada uno de los caminos del mundo que se abren ante nuestro país. Sin embargo, tarde o temprano llegará un momento, si es que no llegó ya, en que las tensiones que el Mercosur, tal cual es, le impone a nuestro país adquirirán tal intensidad, que nos será inevitable actuar.
Quizás, la culminación de ese debate nacional fue la reciente actividad sobre el Mercosur en la Casa del Partido Colorado donde participaron los cuatro ex presidentes. La circunstancia de que esas personalidades, pertenecientes a las principales colectividades políticas, hayan compartido una mesa de discusión es una demostración de cultura democrática y de elemental civilidad. También revela que, para muchos, la política exterior continúa siendo una cuestión de Estado y no la reserva de un partido político en particular.
Las intervenciones fueron ricas en información y reflexiones. Básicamente, Vázquez, opinó que era necesario mejorar el marco institucional del Mercosur y mantener un bloque "sustancialmente mejor dentro de lo razonablemente posible". Batlle, luego de apuntar que ninguno de los compromisos firmados se había cumplido, se declaró partidario de abrirse al mundo porque "es insostenible en la condición actual mantenerse en el Mercosur". En cualquier caso, propuso, lo que podría hacerse es seguir el ejemplo chileno y firmar un acuerdo de asociación con el bloque. Lacalle, uno de los firmantes del Tratado de Asunción, sostuvo que este acuerdo había sido desnaturalizado porque lo que debería haber sido un bloque estrictamente económico y comercial se ha había partidizado, y que se habían "generado afinidades que no son compatibles con el interés nacional". Asistimos al "vaciamiento jurídico de la peor especie que se ha conocido", y lo actuado por los países es "la negación de todo lo que se acordó", concluyó. Sanguinetti dijo que nunca se había concebido al Mercosur como "una fortaleza neoproteccionista; siempre se pensó como una economía de escala mayor para producir a mejor costo y así insertarnos mejor en el mundo" (Búsqueda, 8 de noviembre).
Fueron opiniones que configuraron un diagnóstico inquietante. Las críticas se refieren a aspectos esenciales. Incluyendo la desnaturalización del Tratado; la ausencia de un sistema institucional que asegure la aplicación eficaz de los compromisos asumidos; y la circunstancia de que el bloque económico, en lugar de convertirse en un mecanismo para la integración entre los cuatro países que sirviese para insertarse mejor en el mundo exterior, se ha transformado en una prisión proteccionista que ahoga al Uruguay. Son desafíos urgentes.
Ahora debería encararse la empresa de definir los próximos pasos concretos. En general, los oradores parecieron ser partidarios de continuar adentro del bloque. Aunque con matices. Se propuso conseguir "más y mejor institucionalidad"; permanecer en el bloque para defender los intereses uruguayos en lo que se pueda y acercar a México a la región; aproximarse al Brasil y gestionar su apoyo para que nuestro país consiga una mayor libertad de acción para negociar acuerdos con otros países; y que los candidatos presidenciales en las próximas elecciones lleguen a un acuerdo sobre los puntos básicos de la agenda internacional de nuestro país.
Enfrentamos un camino difícil. Cuyo punto de partida es restablecer una política de Estado, consensuada entre todos los partidos, centrada en el sano egoísmo nacional, que abandone las visiones ideologizadas, reafirme la validez del Derecho Internacional, e insista en el cumplimiento estricto de los compromisos asumidos. Para ello se necesitaría, antes que nada, dejar de fundar toda una política exterior, que debería ser de largo plazo, en las afinidades políticas o, incluso, en las relaciones personales , ya sean Pepe-Cristina o, más recientemente, Pepe-Dilma, inevitablemente nebulosas, frágiles y transitorias. Los países no tienen aliados permanentes, solamente tienen intereses permanentes. El mundo es así y debemos actuar en consecuencia.