Para Alejandro Werner, ex director del FMI para la región, el Fondo “bajó” las exigencias con Argentina, como “única opción” para cerrar un acuerdo “débil” con uno de los “peores gobiernos” de la región y apostar por un acuerdo diferente después de las elecciones. “Lo contrario hubiera sido el default”, advirtió. Werner era la principal referencia del Fondo en la región cuando se le otorgó el abultado préstamo al gobierno de Mauricio Macri, “un acuerdo muy riesgoso y que terminó mal”, recordó. El experto en mercados emergentes del Georgetown Americas Institute asegura que América Latina podrá beneficiarse de “dos grandes corrientes globales”, como son la relocalización de las industrias y la alta demanda que supone la transición energética. Entiende que Estados Unidos ha puesto más interés en la región, aunque considera que “no lo suficiente” para disputarle a la postura agresiva de China. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Dónde están los mayores focos de preocupación en América Latina?
—Los temas más preocupantes son Haití y Venezuela. En Venezuela, en los próximos 12 meses, la tensión va a estar centrada en el proceso electoral y eventualmente una posible transición política, lo cual podría dar lugar a un proceso de transformación y reconstrucción económica; una economía que ha colapsado llegando a más del 70%de caída del PIB per cápita, un desastre humanitario muy importante. A su vez, Haití es el país de ingreso per cápita más bajo de América Latina y con problemas económicos enormes, mucho más profundos y socialmente todavía más agudos que otros países de la región, caso Argentina.
—¿Argentina está en la lista de las mayores preocupaciones también?
—Es claro. Ahora con la expectativa de un cambio a partir de un nuevo gobierno con un mandato mucho más potente para tratar de implementar un proceso de estabilización, de reforma económica, mirando hacia 2024.
—El ministro de economía argentino y además, formalmente candidato para las elecciones de octubre, Sergio Massa, adelantó que habrá un nuevo acuerdo con el FMI, además de haber cerrado una cancelación de deuda en yuanes y aseguró que uno de los objetivos es “no deberle más al Fondo”. ¿Cómo observa estos acontecimientos?
—Sería sensacional que Argentina liquide con el Fondo y nunca vuelva a necesitar, para los argentinos sería una gran noticia. Ahora, hay demasiadas paradojas en Argentina. La primera, tener un ministro de economía que es candidato a la presidencia es muy extraño. Muchas de las decisiones de un ministro de economía son antipáticas y políticamente duras, un perfil que no parece para alguien que está en campaña electoral. La segunda paradoja, un candidato que promete hacer cosas que no se están haciendo cuando él es el ministro de Economía, no es fácil explicar eso. Me resulta hasta cínico. Dicho eso, es buena noticia que Argentina y el Fondo Monetario está muy cerca de cerrar un acuerdo para la revisión, porque creo que, sin ese acercamiento para ajustar la situación, Argentina no podría cumplir.
—¿Bajó las exigencias el Fondo Monetario para que Argentina pudiera cumplir?
—El Fondo Monetario bajó las exigencias desde que firmó este acuerdo y yo creo que lo hizo de manera correcta. Esto es un acuerdo para refinanciar la deuda que venía de un acuerdo anterior. Ahora, este es un gobierno que no quiere tener un acuerdo con el Fondo, un gobierno que no quiere desarrollar las políticas públicas que cualquier otro gobierno de Argentina o de Uruguay, e incluyo los gobiernos anteriores del Frente Amplio, consideraría lógicas ante la situación que atraviesa, buscando estabilidad, crecimiento y bienestar para la población. Este es un gobierno que tiene un marco analítico conceptual muy diferente al 90% de la política pública que se desarrolla en el mundo. Entonces, forzar un acuerdo con un gobierno que piensa tan diferente es, básicamente, una simulación para poder darle el refinanciamiento.
—Pero parece razonable que se buscara un refinanciamiento en este momento…
—Claro que sí. Porque la alternativa era tener a Argentina en default con el Fondo y alejado de la comunidad financiera internacional, y que el Banco Mundial o el BID no le pudiesen prestar. Es mejor renovar el crédito bajo un nuevo programa, que es muy, muy débil. Quizás podría haberse logrado algo marginalmente mejor, pero tampoco una gran diferencia. Hace sentido tener esta revisión, aceptar que la sequía generó un deterioro mayor que el esperado y cerrar este capítulo con uno de los peores gobiernos que conocí en la región. Después, se intentará firmar un buen acuerdo con el siguiente gobierno, tratando de apoyar a Argentina en procura de una estabilización, que se integre a la economía internacional y establecer eventualmente un proceso de crecimiento con sostenibilidad social en la próxima década. También es cierto que acuerdos como los que se han ido procurando con Argentina no sería necesario si no existiese la exposición que se generó a partir de los 44 billones que se negociaron en el gobierno de Macri.
—¿Fue oportuna aquella operación del FMI con Argentina en 2018 en la que usted participó?
—El gobierno de Mauricio Macri pensaba, con un marco gradualista de consolidación y reforma, que los mercados financieros internacionales lo iban a financiar por unos montos que resultaban exagerados y, a mitad del camino, al generarse ciertos movimientos en el ámbito internacional, como la suba de tasas de interés y volatilidad de los mercados, Argentina se encuentra a mitad del río con un bote bastante anticuado como para hacer frente a la turbulencia. Además, es muy difícil implementar las políticas de ajuste que pretendía Macri a 18 meses de la elección. Pudo haber problemas de diseño, como siempre los hay en un acuerdo del Fondo, hubo también diversos problemas de implementación, a lo que hay que agregarle un nivel de incertidumbre enorme asociado a la transición política en Argentina. Era un acuerdo muy riesgoso y terminó mal. Y se tuvo que renegociar en este gobierno.
—¿Cuál es el mayor desafío macroeconómico en los países de América Latina?
—El crecimiento económico. En los últimos dos o tres años ha crecido más de lo que esperábamos, pero ahora está convergiendo de nuevo a bajas tasas de crecimiento, en un entorno en el cual la incertidumbre del marco de políticas públicas es alta y por lo tanto, difícilmente veamos procesos de inversión muy dinámicos.
Por otro lado, en el plano fiscal la región, en términos generales me ha sorprendido favorablemente. Lo que vimos en Chile el año pasado, post pandemia, fue mejor que lo esperado. En México también vemos una situación fiscal buena, Colombia hay cierta incertidumbre, pero hubo una reforma fiscal importante. Veamos qué pasa con Brasil, para saber exactamente cómo el gobierno de Lula va a manejar las finanzas públicas después de un ajuste importante del gobierno de Bolsonaro. Hoy Lula está buscando más espacio fiscal en un contexto, digamos, de disciplina fiscal de mediano plazo. Luego está la parte monetaria, donde América Latina se movió rápidamente y de manera anticipada ante el choque inflacionario mundial, mucho mejor que las economías avanzadas. Creo que fuimos relativamente exitosos en contener la revisión de expectativas inflacionarias que se podría haber dado, ante el pico inflacionario que nos llevó a los dos dígitos en muchos países de la región y ahora ya empezó a bajar; el componente no subyacente, energía, productos agropecuarios y también ciertos productos manufactureros, asociado a los problemas globales que vivimos en la actualidad. En este contexto, las tasas de interés no tienen que estar tan altas como en el pico de loa inflación, pero igual deberán mantenerse altas en términos históricos hasta que se pueda encauzar la inflación.
—Ante un panorama incierto generado en la inflación, el endeudamiento, la apreciación de las monedas locales, ¿qué vislumbra de futuro?
—Hay dos tendencias globales de las cuales los países de América Latina se podrían beneficiar. Una es la reversión proceso de globalización. La pandemia nos recordó de manera muy cruda que el desintegrar un proceso de producción básicamente para lograr hasta último centavo de reducción de costos nos puede aumentar mucho los riesgos en un momento en el cual hay una dislocación global. Por tanto, es necesario tener una mayor redundancia, es decir, si determinado bien no lo podemos hacer en Malasia, tener la opción de México o Brasil. Puede ser un proceso de producción que en los momentos normales es más caro, pero que nos permite hacerle frente a fenómenos inesperados. Además, hay un endurecimiento de la política comercial entre China y Estados Unidos y eso también incide en se busquen opciones a la producción en China.
Y un punto más: la invasión rusa a Ucrania y la reducción en la oferta de gas a Europa, así como los problemas de oferta de alimentos están generando un cambio que va a ser importante en el mercado de commodities.
La segunda tendencia global está propiciada por el cambio climático y la transición energética. América Latina se puede beneficiar mucho de la generación de energías renovables, una región que también es muy abundante en los minerales críticos para la transmisión y el almacenamiento de energía.
—Ahora, de esos procesos, aún se ha visto pocas consecuencias en la región…
—Recién empieza, las señales más claras quizás son las de la parte manufacturera, en especial en México. Pero hay muchos movimientos, desde Estados Unidos y también de Europa, en buscar la ubicación segura para sus procesos de producción. Hay una política muy activa por parte de la Secretaría de Comercio de EE.UU. para determinar cuáles son las cadenas que consideran estratégicas y definir su rediseño.
—En ese contexto, Estados Unidos parece dar señales de mayor acercamiento a la región…
—Es así. En parte, obedece a una respuesta estratégica a los movimientos de China, y además, está el interés en diversas materias primas. Saben que el acceso amigable a esos recursos no va a ser tan fácil porque está sujeto a un posicionamiento geopolítico. Hubo alguien que se movió primero y logró ciertos compromisos implícitos con algunos países. China ha invertido mucho en la región. Hablábamos antes de la transición energética; garantizar la disponibilidad de los recursos necesarios para que estos no se vuelvan una restricción importante en el proceso de cambio de matriz, no es un tema menor.
—¿Estados Unidos está dando los pasos correctos para recuperar el terreno perdido?
—Si la demostración de intenciones no viene acompañada de financiamiento y propuestas concretas de integración, es bastante débil en comparación con la visión agresiva con la que China está implementando su política exterior. Propuestas como la Alianza para la Prosperidad y otras son, digamos, marcos de negociación, de diálogo, pero no se está viendo a Estados Unidos con una voluntad de moverse agresivamente y retomar la agenda del libre comercio de las Américas u otras iniciativas similares. Estados Unidos hoy podría estar proponiendo duplicar el tamaño del Banco Interamericano de Desarrollo, creando un fondo para la transición energética en América Latina y mostrando músculo financiero orientado a la región, así o como un proceso de integración mucho más profundo. Eso hoy no lo vemos.