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Una herramienta ayuda a prever el riesgo de ataque cardíaco, accidente cerebrovascular (ACV) y, por primera vez, insuficiencia cardíaca. El riesgo de que un individuo desarrolle enfermedades cardiovasculares, como un ataque cardíaco o ACV, se evalúa mediante una calculadora de riesgo cardiovascular.
Tradicionalmente, este método —aplicado dentro del sistema médico estadounidense— toma en cuenta algunas características clave de los pacientes, como la presión arterial, el colesterol, el tabaquismo, la diabetes y datos demográficos como la edad, el sexo y la raza.
Aunque la herramienta se ha desarrollado principalmente con base en datos de la población estadounidense, fue recientemente reconocida y adoptada por profesionales de la salud en Brasil. El resultado ayuda a los médicos a orientar decisiones sobre prevención y tratamiento, como cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, el uso de medicamentos para reducir el colesterol o la presión arterial.
“En base a la información, la herramienta calcula el porcentaje de riesgo de que el paciente sufra un evento cardiovascular, como un ataque cardíaco o un ACV, en los próximos diez años”, explica la cardióloga e intensivista paulista Stephanie Rizk.
“Quienes tienen un riesgo menor al 10%, en 10 años, se consideran de bajo riesgo. Entre el 10% y el 20%, o del 1 al 2% al año, es moderado, y más del 2% al año es un paciente de alto riesgo”, completa el médico Cláudio Domênico, cardiólogo.
Nueva calculadora
En un comunicado publicado la semana pasada en la revista científica Circulation, la Asociación Estadounidense del Corazón (AHA) modificó factores incluidos en esta evaluación de riesgo. Los principales cambios fueron: la eliminación del factor "raza" y la inclusión de nuevos factores, como la función renal, el Índice de Privación Social, que incluye pobreza, desempleo, educación y otros factores, y el rediseño para estimar el riesgo de que un individuo desarrolle insuficiencia cardíaca, además de infarto y ACV.
Para los expertos, la revisión del algoritmo representa un avance significativo en el campo de la cardiología. La eliminación de la raza del algoritmo, por ejemplo, es un reconocimiento de que, a diferencia del sexo o la edad, la identificación de la raza en sí misma no es un factor de riesgo biológico.
“La raza es una construcción social”, afirma la cardióloga preventiva Sadiya Khan, de la Escuela de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, que presidió el comité de redacción de declaraciones de la AHA, añadiendo que incluir la raza en las ecuaciones clínicas "puede causar daños significativos al implicar que es un predictor biológico".
Para Rizk, "la eliminación de la raza del modelo de evaluación de riesgo cardiovascular representa un paso importante hacia una medicina más equitativa y basada en evidencia, reconociendo que las disparidades en la salud son a menudo el resultado de factores sociales y ambientales, y no solo de diferencias biológicas inherentes".
La evaluación del riesgo cardíaco también se mejoró de varias otras maneras significativas. Anteriormente, el algoritmo solo era válido para personas de 40 años o más. Ahora, puede ser utilizado por personas a partir de los 30 años y estima el riesgo cardiovascular total en 10 y 30 años.
Además, por primera vez, la evaluación estima el riesgo de que un individuo desarrolle insuficiencia cardíaca. Esto es importante porque la condición ha aumentado en los últimos años con el envejecimiento de la población y la alta prevalencia de la obesidad. La condición puede llevar a una grave deterioración en la calidad de vida. Basta con recordar el caso del presentador Fausto Silva, que recientemente necesitó un trasplante de corazón al empeorar su estado de salud.
También por primera vez, la nueva calculadora tiene en cuenta la función renal. En los últimos años, ha habido un reconocimiento creciente de la fuerte conexión entre enfermedades cardiovasculares, enfermedades renales y enfermedades metabólicas (que incluyen la diabetes tipo 2 y la obesidad). El mes pasado, los consultores científicos de la asociación definieron un nuevo trastorno llamado síndrome cardiovascular-renal-metabólico o CKM, por sus siglas en inglés.
“Cuando la función renal está dañada, hay un aumento del riesgo cardiovascular. Es un examen simple de realizar y, si antes había pocas posibilidades de intervenir en esto, hoy han surgido nuevos medicamentos que pueden ayudar a preservar la función renal” destaca Domênico.
La nueva ecuación también ofrece opciones para incluir la evaluación de la hemoglobina A1C en personas con diabetes tipo 2 y un factor llamado Índice de Privación Social, que incluye pobreza, desempleo, educación, entre otros.
“Estos factores pueden influir en la salud cardiovascular de varias maneras, incluyendo el acceso limitado a atención médica de calidad, una mayor probabilidad de vivir en entornos con mayor exposición a factores de riesgo (como la contaminación y la falta de áreas para actividades físicas) y una mayor prevalencia de estrés psicosocial”, explica Rizk.
El reconocimiento de la influencia de estos factores sociales en el riesgo de enfermedades cardiovasculares contribuye a la práctica de una medicina más holística y justa, que permite dirigir recursos y atención a las poblaciones más vulnerables.
Aunque la actualización ha sido bien recibida, Domênico advierte sobre la evaluación de otros dos factores que impactan en la salud cardiovascular de un individuo, pero que probablemente no se incluyeron en el algoritmo debido a la falta de biomarcadores precisos. Estos son: la salud mental y el nivel de inflamación.
"A pesar de que la capacidad para predecir el riesgo de eventos cardiovasculares está más refinada, aún necesitamos avanzar un poco más para incluir la salud mental y el estado inflamatorio de las arterias. Las emociones negativas nos afectan de la misma manera que las emociones positivas nos ayudan. Pero aún no existen biomarcadores para evaluar el nivel de estrés, ansiedad y depresión. Para el nivel de inflamación, ya existen algunos marcadores, pero no son muy buenos", evalúa el cardiólogo.
Una forma en que el médico puede incluir estos factores de riesgo en su evaluación clínica es escuchar bien a los pacientes durante la consulta para tratar de detectar el grado de ansiedad, estrés o depresión. En cuanto a la inflamación en las arterias, una herramienta simple es medir la relación cintura-cadera.
“Esta grasa que acumulamos en la región abdominal es una inflamación que afecta al hígado, al páncreas y a la punta del corazón. Es un factor común para lo que yo llamo ‘los cuatro jinetes del apocalipsis’, que son las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades metabólicas, las enfermedades neurológicas y el cáncer”, destaca Domênico.