El "Peluca" Javier Milei lo hizo de nuevo. Primero, sus gritos e insultos —donde intercalaba postulados anarcocapitalistas y neoliberales— consiguieron correr todo el debate político argentino hacia la derecha. Después, consiguió ser el candidato más votado en las elecciones primarias de su país, relegando al movimiento peronista a un tercer lugar. Ese resultado es una “bomba atómica”, al decir del politólogo argentino Martín D’Alessandro, exvicepresidente de la Asociación Internacional de Ciencias Políticas (IPSA, por sus siglas en inglés). Atrás de él también quedó la derecha tradicional de Juntos por el Cambio.
No fueron las únicas víctimas del huracán mileísta. El resultado electoral que lo ungió como el candidato con más adhesiones, también dejó en offside a muchas empresas encuestadoras que no lograron predecir que saldría primero. Además, como apunta el profesor de ciencia política D’Alessandro, hubo encuestadoras que pronosticaban un desplome del que, a la postre, salió victorioso.
Los fracasos de las encuestadoras al otro lado del río es lo que tenemos más cerca, pero allende el Atlántico también hubo chisporroteos en torno a lo que estas organizaciones predijeron. En las más recientes elecciones generales españolas, los pronósticos de las encuestadoras no consiguieron anticipar que el oficialismo del PSOE volvería a estar en condiciones de formar gobierno. La web de la televisión pública española tituló una de sus notas, luego de las elecciones: “Fallo general de las encuestas del 23J” (por la fecha en la que se realizaron las elecciones). Se auguraba una amplia victoria de la alianza derechista Partido Popular - Vox y —como se dice en esa nota— “la realidad es que se han quedado lejos de esa marca”.
¿Qué está pasando? ¿Por qué las encuestadoras le están errando tanto? Hay más de una respuesta a esas preguntas. Mirando hacia Argentina, el director de Data Media Esteban Perroni dice que era previsible que las encuestas iban a fallar, dado que la grieta ha calado tan hondo en ese país que no solo los medios de comunicación están sectorizados políticamente. También las encuestadoras. Cualquier cosa que los medios o las encuestadoras digan está previamente condicionado por una postura sectorial.
D’Alessandro aporta otras razones. Una de ellas es que se registró una merma significativa en la cantidad de gente que fue a votar. Millones de argentinos le dieron la espalda a la instancia electoral, en gran parte por un enojo con lo que el sistema político viene incumpliendo desde hace casi una década:_dar soluciones y esperanzas a las mayorías.
Al interpretar que las encuestadoras forman parte de ese sistema político, la ira también fue dirigida hacia ellas y se expresó en el rechazo a contestarlas, algo que dificulta el trabajo de investigación.
D’Alessandro añade, además, que la proliferación de encuestadoras en los últimos años trae consigo una disminución de la confianza. No todas las encuestadoras trabajan de la misma manera, y retomando un argumento parecido al de Perroni, sostiene que existen aquellas que cobran por decir lo que tal o cual político o política quieran hacerle llegar a un medio de comunicación.
Por otro lado, D’Alessandro dice que las encuestas son un arma política: “Crean climas e influyen en la opinión pública. No entre toda la población, pero sí entre los más informados”. El argentino señala por último algo que todos los especialistas consultados en este artículo coinciden: los cambios metodológicos también explican parte de las recientes fallas. Cuando las encuestas empezaron a realizarse con las nuevas tecnologías de la información —como consultas online o a través de servicios de mensajería de WhatsApp— los márgenes de error se incrementaron sustancialmente.
¿Vale la pena seguir haciendo encuestas?
Antes del 23 de julio, la mayoría de los pronósticos auguraban que Pedro Sánchez iba a concluir su mandato y que asumiría el bloque Partido_Popular - Vox. Eso no ocurrió. Sánchez no solo mantuvo los votos que había cosechado en las elecciones anteriores sino que aumentó un poquito su caudal. Luego de esos fracasos predictivos en una elección compleja que no es obligatoria y luego juegan las alianzas, volvió la indignación con el trabajo de las encuestadoras. En el diario español El País, el periodista de datos Kiko Llaneras publicó un artículo el día posterior a las elecciones en el cual explicaba algunos de los errores y concluía:_“¿Por qué reivindico las encuestas? Primero, ofrecen información. La última semana nos alecciona sobre lo que pasa cuando se apagan los sondeos de cabeceras rigurosas: la alternativa no es un silencio reflexivo y pacífico, sino ruido, fake news e intoxicación interesada. Sin encuestas, todos los partidos dirían que van ganando; todos asegurarían tener un escaño en juego en tu provincia; todos serían voto útil”.
¿Y por casa?.
Ante este panorama algunos se preguntan si fenómenos similares pueden darse en Uruguay. Eduardo Bottinelli (Factum) concuerda en que últimamente ha habido errores bastante gruesos en el desempeño de las encuestadoras. Él menciona que, incluso en reuniones con clientes no políticos en los últimos días, las primeras preguntas que le hacían eran: “¿Qué está pasando en Argentina? ¿Qué pasó en España?”. Pero también señala que las empresas que miden la opinión pública están en la picota desde hace bastante. En parte, esas críticas son hijas del éxito que estas organizaciones tuvieron durante años. “Las encuestas funcionaron muy bien, lo que dio lugar a la idea de que eran poco menos que infalibles. Y nunca lo fueron”.
Además, está el papel que les toca a los medios de comunicación. Hablando de las recientes elecciones en Guatemala, Bottinelli menciona que en ese caso las encuestadoras acertaron razonablemente pero cuando eso ocurre, los titulares se los llevan otras noticias. “¿Cómo es la máxima esa del periodismo?”, pregunta Bottinelli y sigue: “No es una noticia cuando un perro muerde a una persona, sino cuando una persona muerde a un perro”.
El dilema para las encuestadoras es que tienen que intentar captar titulares o exposición positiva, porque acertar en una instancia electoral es como un gran depósito en la caja de ahorros de capital simbólico. Nadie recuerda los otros tipos de estudios que realizan estas empresas, pero los aciertos o yerros en las elecciones pueden acompañar durante años.
Mariana Pomiés de Cifra dice algo similar. Las encuestas políticas son lo que le otorgan visibilidad y legitimidad a las encuestadoras, aunque no sirven para pagar las cuentas: “Los políticos pagan tarde, y mal”.
Recién regresada de España, Pomiés se molesta un poco con las afirmaciones de una investigadora española (Esther Solano, publicada en la revista Seúl), que postula que hay que hacer encuestas del tipo cualitativo, con entrevistas en persona y en profundidad para poder detectar con mayor precisión los fenómenos de los outsiders, como Javier Milei ahora o Jair Bolsonaro anteriormente en Brasil. “No es una novedad, y nosotros hacemos ese tipo de estudios desde hace por lo menos 20 años. Hemos hecho grupos de investigaciones sobre cómo debe vestirse un político”, dice.
Para ella, algunas de las explicaciones son las ya señaladas por otros expertos en esta nota (enojo con la política, menos cantidad gente que vota, rechazo a responder encuestas y más empresas que realizan investigaciones sobre intención de voto), y agrega otra posible explicación: la mayor volatilidad del voto en los últimos años. La cuestión a dilucidar en ese caso es si los outsiders percibieron esa volatilidad y supieron capturarla, o si la aparición de esos nuevos liderazgos son el fruto de un menor apego a estructuras partidarias en la sociedad civil.
Sea lo que fuere, para Pomiés hay un tema de preocupación ahí. “Acá, como en muchos otros países, hay un enojo con la política pero en un grado menor. Porque el sistema político aún tiene legitimidad. La mitad de la población se siente cercana a un partido”, dice y advierte que si los partidos pierden credibilidad —por ejemplo a través de políticos que cruzan las fronteras ideológicas sin pudor, yendo de por ejemplo el Partido Comunista al Partido Nacional— y se debilitan, van a seguir apareciendo y el voto bronca será cada vez mayor. “Mucha gente votó a Milei por esa bronca, pero si luego vas y le preguntás qué va a hacer Milei si gana, la misma gente que lo votó no tiene ni idea”.
Para Esteban Perroni, hay un riesgo concreto de que también en Uruguay haya grandes yerros entre las encuestadoras. Su empresa, Data Media, elabora lo que él denomina la “media electoral”, que toma en cuenta la metodología y los resultados de las demás empresas encuestadoras para llegar a indicadores que por un lado “auditan” a estas, y por el otro dan o pueden dar señales de hacia dónde sopla el viento. En eso tuvo mucho que ver, cuenta Perroni, el hoy ya fallecido sociólogo César Aguiar, de Equipos Consultores, que influyó mucho como docente y mentor.
Para él, el problema uruguayo no es una grieta que condicione el trabajo de las encuestadoras, porque acá somos pocos y nos conocemos. Este es un mercado muy chico como para darse el lujo de posicionarse de manera radical de un lado u otro del eje Frente Amplio - coalición multicolor.
En vez, el desafío es metodológico. “Las encuestas uruguayas eran tan buenas que se podía jugar un poco con el reloj en los informativos y dar los resultados antes”, comenta Perroni. Pero claro, en aquellas épocas —Perroni se refiere sobre todo a la época de oro de Luis Eduardo González (Cifra) y Óscar Bottinelli (Factum)— la metodología predominante eran entrevistas personales o por el teléfono de línea fija. Con la llegada de las herramientas digitales, todo empezó a descuajeringarse.
El caso de Radar —la empresa dirigida por Alain Mizrahi— es significativo: “Dejó de medir cuando confirmó que no podía confiar en las herramientas digitales, corroboró que le mentían”, dice a modo de advertencia hacia el futuro. Será difícil resistir la tentación que reside en las encuestas online o las que se mandan a través de WhatsApp porque, como dice Perroni, estas son mucho más baratas.
Tal vez haya que hacerlo. Si las encuestas crean climas e influyen sobre la opinión pública, puede que haya que ir pensando en algún tipo de regulación sobre cómo se llevan a cabo. Tomar medidas para aumentar la fiabilidad de los resultados de estas puede ser un aporte crucial para transmitir certezas y disminuir las chances de algo que en Uruguay aún no hemos visto tanto, pero en otros lugares sí: las recurrentes acusaciones de fraude tras una elección y la crispación social como consecuencia. En un contexto en el cual las sospechas de conspiraciones están cada vez más extendidas, algunos piensan que podría ser el camino.
Eduardo Bottinelli: "El efecto vergonzante". “Si se presenta a los seguidores de los outsiders como ridículos, si se los ataca desde los medios, se crea la idea de que votarlo es vergonzante. Eso produce que muchos callen”, lo cual distorsiona las encuestas, dice.
Mariana Pomiés: indignados con la política. “En la medida que hay gente se aleja de los políticos, también se aleja de las encuestas, porque cree que estas son una herramienta política, no de información. En ese contexto, los outsiders pueden aparecer muy rápido”.
Martín D'Alessandro: "Le erraron en lo más importante". “Si uno mira en detalle las encuestas previas a las PASO, verá que no fueron un desastre. Acertaron en que habría muy poca distancia entre los candidatos. Pero pifiaron en lo más importante: el orden de estos”.