No. Este artículo no tiene el fin de tomarle el pelo a Carolina Cosse por haber dicho que el covid fue causado por el cambio climático. Pero sí es verdad que pocas cosas ilustran mejor el problema que tenemos con este desafío, que cuando un político como Cosse manipula el problema ya sea para justificar las alcantarillas tapadas, o para ganar 10 minutos en la ONU.
Es que el tema del cambio climático está padeciendo del peor flagelo posible. Una partidización que llega al ridículo, una banalización descarada por parte de dirigentes y “expertos” que siempre han ambicionado tener un mayor control sobre el comportamiento de los individuos. Y han descubierto que el miedo a una hecatombe climática es un arma ideal para dirigir lo que las personas comen, cómo viven, cómo se transportan, y hasta cómo piensan.
El miedo a una hecatombe climática es un arma ideal para dirigir lo que las personas comen, cómo viven y hasta cómo piensan.
Al punto que cualquiera que ose decir “pero” ante algún vaticinio tenebroso, se convierte en “negacionista”, palabra que saludablemente había sido desterrada del debate público desde tiempos de la Ilustración. Y que curiosamente, o no tanto, hoy es empuñada por muchos periodistas, intelectuales, y en general dirigentes de corte socialista, para anular a todo el que no se sube a su tren fantasma.
Vamos entonces a curarnos en salud. El cambio climático existe, de hecho el clima siempre ha estado cambiando. Y es bastante razonable aceptar que la actividad humana esté teniendo un efecto dañoso sobre los equilibrios ambientales en el planeta. Además, ante un consenso extendido entre una mayoría de científicos de que si no hacemos algo, los cambios van ha afectar negativamente la vida humana en la Tierra, el sistema político debe tomar medidas.
Hasta acá, todos de acuerdo. El dilema es qué medidas tomar, y la evaluación justa del riesgo.
Allí empiezan los problemas, ya que mientras que los expertos cobijados bajo el paraguas de la ONU hacen vaticinios apocalípticos, y azuzan las medidas de control social más duras, hay otros que matizan el pánico.
Por ejemplo, un estudio reciente del autor danés Bjorn Lomborg analiza los costos reales de las políticas que busca imponer el Acuerdo de París sobre cambio climático, que si se implementara por completo costarían unos 2 mil billones de dólares para 2030. Esto sólo reduciría las emisiones en el 1% de lo necesario para limitar el aumento medio de la temperatura global a 1,5°C. “Cada dólar gastado en París producirá beneficios climáticos por valor de 11¢”, sostiene Lomborg, que cree que es mucho más coherente invertir esa plata en ciencia y tecnología para acelerar la transformación energética, así como en mitigación.
Pero el segundo tema serio es la utilización del miedo que están haciendo muchos políticos, para lograr un fin que siempre han buscado: dirigir la vida de las personas hasta el mínimo detalle.
Usted no debe viajar en auto, mucho menos en avión. ¿Comer carne? ¡Herejía! El turismo es un acto criminal, lo mismo que tener hijos. Y hasta nos quieren convencer que los gases de nuestras vacas son más peligrosos que las mega fábricas de China. ¿Lo peor? Cuando dicen que “hay que salvar al planeta”. ¡Señores, para el planeta somos una mota de polvo! Existió miles de años antes que apareciéramos, y seguirá cuando seamos fósiles. Y no podríamos importarle menos, como revela cada tanto con algún terremoto que mata a miles. Los que tenemos que salvarnos somos nosotros.
Acá es donde entra el covid. Existe un consenso nefasto entre muchos técnicos y políticos, de que el fin justifica los medios. Y que vale manipular cifras, hacer vaticinios exagerados, con tal de “generar conciencia”. Despreciando la inteligencia de la gente, y fomentando el efecto pendular.
La realidad es que desde cucos de Al Gore, la mayoría de los augurios más terribles nunca se han concretado. Y, según los expertos serios, las tragedias actuales, desde la inundación en Libia, a la sequía en Uruguay, no pueden vincularse al cambio climático.
Pero como pasó con el covid, cada día más políticos empiezan a percibir que negar el problema rinde, en una sociedad cansada de que la manipulen a golpe de pánico. Si tiene alguna duda, vea lo que dice Milei en la entrevista con Tucker Carlson sobre el tema. De hecho, vea la entrevista y punto. Porque por más que Tucker es uno de los tipos más repelentes del mundo mediático americano, es una muestra clarísima de la dañina contra ola que estas cruzadas, a base de susto, están generando.
Hay otro estudio revelador. Realizado por los investigadores Cort Rudolph y Hannes Zacher, allí se muestra que cuanto más conoce una persona sobre meteorología, medio ambiente, y ciencias del clima, menos ansiedad siente por el cambio climático. El estudio arranca con una cita a B. Russel, que dijo: “El grado de las emociones de uno varía inversamente con el conocimiento que tiene de los hechos. Cuanto menos sabes, más caliente te pones”. Ni que el bueno de Bertrand hubiera escuchado a nuestra Carolina.