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Editorial

Detrás de este tipo de maniobras siempre hay alguien que se aprovecha. Las historias se entrelazan con mentiras, semiverdades y Macondo no parece tan ajeno.
Los países que rechazan los valores de Occidente, satrapías con dictadores socializantes y opresores, son los primeros en perseguir al diferente, discriminarlo o condenarlo a muerte.
La súbita sensibilidad de quienes se agravian ante el discurso del senador Da Silva busca ocultar la mala fe de quienes impulsaron una causa a sabiendas de que era todo una mentira.
Es evidente que Uruguay preferiría profundizar sus vínculos con Europa y Estados Unidos, pero ambos han resignado su rol global por responder a mezquinos intereses de grupos de presión.
Kissinger fue un personaje de alto perfil y fuerte protagonismo en esa etapa de la Guerra Fría, y marcó una concepción del poder y de cómo debía ser el equilibrio entre grandes potencias rivales.
Por años hubo un discurso muy asociado a la izquierda que dio a entender que Uruguay se había vuelto a posicionar como un gran receptor de migrantes. La verdad de las cifras es bien diferente.
El presidente interpeló sobre el futuro, sobre cómo el país puede mantener estos valores de confianza y cohesión social con una oposición que muestra un claro interés de volver atrás.
Que personas con esa ética pública se vistan de Savonarolas y denuncien, sería risible si no se tratara de hechos reveladores de una gran dosis de inmoralidad.
La reforma de la seguridad social, ¿la derogarán y sustituirán por los disparates que postulan el Pit-Cnt y el PCU? ¿Desarmarán la reforma educativa que empieza a mostrar resultados?
Orsi dijo que le llamaba la atención que Marset dijera lo mismo que el gobierno. Una tontería ya que si Marset afirmara que la camiseta de Uruguay es celeste, ¿eso lo haría menos real?
Tras lo ocurrido en Argentina, parece que existe un electorado que puede reclamar medidas liberales a la uruguaya que está en espera de su candidato, o de que su candidato presente propuestas.
Alarma ver cómo en el mundo de los claustros universitarios tomó cuerpo la práctica de la cancelación, una forma de censura atroz, de acallamiento del debate e intercambio de conocimientos.

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