La baja natalidad, larga esperanza de vida y creciente predominio de personas mayores, generan desafíos para el desarrollo económico y social de nuestro país. Entre otras consecuencias se ha mencionado el impacto de esas características sobre el sistema de previsión social. Pero, el desafío básico en este caso no sería tanto el tamaño de la población en sí mismo sino la capacidad de nuestra sociedad de producir los recursos necesarios para sostener la creciente carga de la seguridad social. Y esto se puede conseguir aumentado el número de habitantes o impulsando el desarrollo económico.
Por décadas, la sociedad uruguaya ha sufrido una sostenida hemorragia de emigrantes. Es cierto que durante algunos períodos esa tendencia dominante pareció cambiar de signo, pero pronto ha vuelto a predominar la tendencia histórica.
Un estudio de Adela Pellegrino, Andrea Vigorito y Daniel Macadar, concluyó que la emigración comenzó ya a mediados de la década de 1950 y que en el período 1963-1975 emigraron alrededor de doscientos mil uruguayos; en el período 1975-1985, en torno de ciento ochenta mil; en el período 1985-1996, aproximadamente noventa y nueve mil; y en los años 1996-2003, unos cien mil. Es decir que en las cinco décadas 1963-2003 habrían emigrado alrededor de 580 mil personas. Los autores citados agregan que “Si a este volumen se le agrega los uruguayos censados en Argentina y Brasil en 1960, alrededor de sesenta y cinco mil, podría estimarse el total en aproximadamente seiscientos ochenta mil”.
Las cifras más recientes publicadas por la Dirección Nacional de Migración sugieren que el problema persiste.
Por ejemplo, si tomamos la diferencia entre uruguayos egresados e ingresados al país durante el período 1998-2022. Durante ese cuarto de siglo el número de egresados predominó sobre el número de ingresados en 20 años (un total neto de 1,25 millones de egresados). El número de ingresados superó al de egresados solamente en cinco años (en total unos 176 mil uruguayos que volvieron). El año pasado hubo un saldo neto de 27.765 egresados. O sea, emigrantes. La emigración depende del cambiante equilibrio entre las fuerzas de expulsión, que llevan a las personas a tomar la decisión (no siempre libre y meditada) de dejar su país, y los factores de atracción en las sociedades de destino.
Es instructivo comparar la evolución de la población uruguaya con la de Nueva Zelanda -un país que tiene características en común con Uruguay.
A principios de la década de 1950, Uruguay tenía una población de 2,6 millones de habitantes y Nueva Zelanda 1,9 millones de habitantes. Esa diferencia disminuyó en las décadas siguientes. En 1990, nuestro país tenía 3,1 millones de habitantes y Nueva Zelanda 3,4 millones. En el 2021, nuestro país tenía unos 3,4 millones y Nueva Zelanda 5,13 millones. Hoy en día ese país tiene una tasa de natalidad algo superior a la uruguaya.
A ello se suma que, durante mucho tiempo (los números evolucionan con la interacción entre aquellas dos fuerzas), Nueva Zelanda ha sido un país de inmigración. En el año terminado en junio, por ejemplo, tuvo una migración neta de 86.800 personas.
Entonces, antes de proponer medidas, podría ser útil preguntarnos: ¿por qué Nueva Zelanda atrae inmigrantes y por qué Uruguay expulsa a su gente?