Censo y realidades

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El Instituto Nacional de Estadística (INE) comienza a dar a conocer los datos preliminares del reciente Censo 2023, sobre la población residente en nuestro país. A octubre éramos 3.444.263 habitantes. Mucho menos de lo que muchos estudios estimaron en los últimos años.

El INE explica que la evolución de la población se debe a la combinación de tres factores clave: la evolución de la mortalidad, la natalidad y la migración. Ahora, la tendencia general en el mundo es a la reducción de los dos primeros factores. Sin embargo, advierte el Instituto, “En Uruguay se estaría adelantando algunos años el proceso de decrecimiento población: desde el año 2021 el número de nacimientos es menor al número de defunciones. A la luz de esta tendencia y, de no mediar reversión de la misma o procesos inmigratorios importantes, la población del Uruguay seguirá una tendencia decreciente hacia el futuro”.

Es un proceso de muy largo plazo.

La tendencia de crecimiento anual de la población ha disminuido de 0,59 % en los años 1963-1975, a 0,08 en los años 2011-2023. Estas al filo de una tasa negativa. Las consecuencias son evidentes. Para comenzar, la población pasó de 2,6 millones en 1963 a 3,3 millones en el 2011 y a los magros 3,4 millones actuales.

También ha cambiado la composición de esa sociedad. Para tener una idea. En 1963, el grupo de edades de 0-14 años representaba el 28,2 % de la población total; ahora representa el 18 %. En 1963, el grupo de mayor edad (más de 65 años) sumaba el 8 %, ahora es el 16 %. Las personas en este grupo de edades son más longevas, reclaman más aportes sociales y mejores servicios médicos por más tiempo.

Entre esos dos extremos se encuentra la población que podríamos considerar con capacidad de producir y, de esta forma, aportar para sostener a las otras. Este grupo representó la misma proporción en esos dos años: 65-66 %. Pero, si consideramos la evolución demográfica general, todo indica que tenderá a disminuir en los años futuros (menos nacimientos).

Las líneas esenciales del desafío que enfrentamos no son una novedad. En 2014, el presidente Mujica declaró que “Cuando un país empieza a vivir mejor, la gente empieza a tener menos hijos y con esto se detiene el crecimiento demográfico y hay un aumento progresivo del promedio de edad. El sector pasivo crece desproporcionadamente frente al activo y esto es una amenaza para el crecimiento económico, es la interrogante mayor del Uruguay”. Han pasado casi diez años desde entonces. Los datos estadísticos confirman esa apreciación.

Cuando se estudian esos números resulta incomprensible que se pretenda reducir la edad de jubilación (por una norma constitucional, nada menos, cuando vemos que la realidad evoluciona constantemente), en el momento en que es necesario aumentar los recursos generados por nuestra sociedad para atender las demandas naturales, inevitables y previsibles de la evolución demográfica. En dos sentidos: primero, para mantener una relación más favorable entre aportantes y receptores de esos aportes; y, segundo, para aprovechar al máximo el trabajo, inteligencia y experiencia (es decir capacidad de producción) de las generaciones mayores. Al final de cuentas, la mayor riqueza de una nación es la materia gris de su gente.

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