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Más grave que un lío de familia

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Decir que las denuncias de Danilo Astori sobre la bancarrota de Ancap constituyen en verdad un ajuste de cuentas con Raúl Sendic es reducir el asunto al nivel de un lío de familia en la interna del Frente Amplio.

Decir que las denuncias de Danilo Astori sobre la bancarrota de Ancap constituyen en verdad un ajuste de cuentas con Raúl Sendic es reducir el asunto al nivel de un lío de familia en la interna del Frente Amplio.

El caso es más serio si se examinan los datos como, por ejemplo, los costos operativos que crecieron un 50%, los 800 funcionarios ingresados en los últimos años, un ente con los salarios más altos del sector público y gruesos yerros en la dirección de Ancap y su ramillete de empresas subsidiarias.

Los datos presentados por Astori explican por qué Ancap tiene una deuda de casi 2.000 millones de dólares y por qué en Uruguay la nafta es más cara que en el resto de América Latina. También explican por qué mientras el precio internacional del barril de petróleo sigue bajando aquí la nafta sigue subiendo.

Los ex conductores de Ancap deberían articular una defensa mejor que la que hizo su ex presidente, Raúl Sendic, quien en una entrevista en este diario alegó que “lo que no está en Ancap se volcó al gobierno central”. Con ello aludió al subsidio del boleto que se cobra con la nafta y en donde -como aclaró Astori- el ente opera como un agente de retención, o sea que recauda para otro, no para él. Según Astori, en los últimos 12 años Ancap no aportó un solo peso a Rentas Generales. Ni uno solo.

Es grave que el ministro de Economía diga que ese ente, a través de su hijito ALUR, procesa los biocombustibles más caros del mundo. Acusaciones de ese tipo resuenan como un cachetazo en el rostro de los uruguayos. Más aun si se recuerda que ese proceso transcurre en una planta construida a precio de oro, un precio tan, pero tan exorbitante que el tema llegó a los estrados judiciales.

Aparte de lo denunciado por el ministro de Economía hubo otros excesos en Ancap. Algunos más pequeños como los 360.000 dólares gastados en el sarao inaugural de la planta desulfurizadora de La Teja con oratoria incluida de la estrella invitada Cristina Kirchner (quien por distracción o error se adjudicó en su discurso la maternidad de la obra). Otros más grandes como los 10 millones de dólares gastados en publicidad en un año o el de su planta de cementos que perdió en un lustro casi 100 millones de dólares mientras su competidora privada daba pingües ganancias.

Cuando los senadores de la comisión investigadora le preguntaron a Astori por qué el equipo económico (liderado por él según se suponía) no frenó el desbarajuste, su respuesta fue que las decisiones se tomaban “en otro lado”. Ese lado no puede ser otro que la Presidencia de la República, en particular la ejercida por José Mujica cuya administración se caracterizó por tolerar alegremente el derroche de los dineros públicos.

El agujero negro de Ancap es tan grande que no puede taparse con palabras o alegando que todo es un complot de la oposición o el montaje de un circo electoral. Menos aun sirve atribuirle intenciones políticas a las denuncias de Astori resaltando sus pasadas disputas con quien lo sucedió en la Vicepresidencia de la República. Esto no es un simple tironeo político entre dos figuras del FA sino un problema para todo el país. Los uruguayos, que son los que finalmente pagan la cuenta, merecen que Sendic y los demás directivos expliquen qué pasó en Ancap.

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Antonio Mercader

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