Las perspectivas económicas para el año electoral

El rebote de la economía en el cierre de 2023 fue menor al previsto, aunque dinamismo del consumo permitiría alcanzar un crecimiento del PIB cercano al 3,5% en 2024

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Semanas atrás se conocieron los datos de actividad económica correspondientes al cierre del año 2023. Finalmente, el PIB creció en promedio un 0,4% frente a 2022, reflejando el impacto de la sequía en la generación de energía eléctrica y en las actividades primarias, aunque ello se reflejó principalmente en las cifras del último trimestre de 2022. A su vez, la finalización de las obras de UPM incidieron en la actividad de la construcción —que cayó 6% en el año y 12% entre el último trimestre de 2023 y el último de 2024——, y desde el enfoque del gasto en la inversión, que cayó 7% en relación al promedio de 2022. Por otra parte, en un contexto en donde el gasto de los hogares aumentó un 3,6%, el diferencial de precios con Argentina generó que parte de ese consumo fuese realizado en la vecina orilla —las importaciones aumentaron 7%—, con el consiguiente impacto en las actividades comerciales, en particular en la frontera y en las zonas turísticas.

El rebote de la economía en el segundo semestre de 2023 fue menor al previsto. Luego de una rápida recuperación a la salida de la pandemia, en el segundo trimestre de 2022 el PIB se ubicaba ya casi 6% por encima del cierre de 2019. Un año después, el PIB había caído 2% ante el impacto de los factores mencionados anteriormente, y si bien se esperaba un rebote de 1,8% entre el segundo y el cuarto trimestre, en el marco de la actualización anual de las estimaciones del PIB, las cifras revisadas muestran que el rebote fue solamente de 0,5%. Por otra parte, el Indicador Mensual de Actividad Económica del BCU anticiparía también un primer trimestre de 2024 peor a lo esperado. En el bimestre enero-febrero, el crecimiento interanual del PIB habría sido solamente de 0,4%.

Rebote del PIB en 2024 rondaría el 3,5%, aunque podría estar más cerca de 3% que de 4%. El menor arrastre que dejó el cierre de 2023 y el inicio de 2024 hacen que sea difícil alcanzar un crecimiento de 4% en 2024. Sin perjuicio de ello, en el margen hay algunas buenas noticias para lo que resta del año. En el primer trimestre del año los datos del mercado laboral mostraron un dinamismo mayor al esperado y, junto con la caída de la inflación (y del dólar), el consumo privado debería evidenciar un dinamismo mayor al previsto en lo que resta del año. A su vez, el proceso de encarecimiento de la economía argentina fue más rápido que lo previsto, algo que debería motivar que el impulso del consumo privado en Uruguay no se “fugue” a la vecina orilla. El tipo de cambio real bilateral aumentó un 50% entre enero y abril y ya se ubica en niveles comparables al cierre de 2019, posteriormente a las elecciones PASO y previo a la pandemia. Sin perjuicio de ello, el equilibrio aún es frágil y la recesión afectará la demanda y por consiguiente las exportaciones de bienes y servicios (turismo) uruguayas. A modo de ejemplo, el salario real en Argentina durante febrero fue un 25% inferior al de 2019 y casi 40% inferior al de 2017.

Algunas luces amarillas en el horizonte. En 2023, el ratio inversión/PIB fue de 17,4%, y si bien se mantuvo por encima del promedio 2016-20 (15,4%) se redujo casi 2 puntos porcentuales en comparación con 2022, reflejando la finalización de las obras vinculadas a la tercer planta de celulosa. En ese sentido, en el último trimestre de 2023, la inversión en activos fijos cayó 10% en términos reales frente al mismo período de 2022 y, excepto por el cuarto trimestre de 2018 y 2019, fue la menor desde 2016. Sin una obra de la magnitud que tuvo UPM y el ferrocarril central, el dinamismo de la inversión privada requerirá de una economía más competitiva. Por otra parte, si bien la reversión del impacto de la sequía impactará positivamente en las exportaciones de bienes este año, los precios internacionales de los productos que exporta Uruguay se encuentran en niveles comparables a los de 2015-19. En ausencia de shocks de oferta por problemas climáticos en los principales países productores, la falta de dinamismo de la economía china mantendría a los precios en estos niveles.

Sobre la importancia de recuperar tasas de crecimiento entre 2,5% y 3,0%. En los últimos 30 años Uruguay ha crecido en promedio al 2,8% anual, con dos períodos de crecimiento que se destacan del resto. Entre 1991 y 1998 el PIB creció en promedio algo más de 4% anual y cerca de 6% anual entre 2004 y 2014. Si bien en parte podría explicarse porque fueron antecedidos por momentos de crisis y estancamiento y la economía “rebota”, o porque se beneficiaron de entornos externos favorables, fueron períodos de transformaciones relevantes de la matriz productiva, desde el impulso aperturista con el Mercosur, el desarrollo e inserción internacional de las principales cadenas agroexportadoras (celulosa, carne, soja), así como de cambios institucionales que promovieron una mayor estabilidad macroeconómica. Sin embargo, este año Uruguay cerrará una década de crecimiento promedio anual de tan solo 1,1%. Si bien ello refleja en parte la moderación del crecimiento poblacional —entre 1985 y 2011 la población creció 15%, mientras que en la última década creció solo 1%—, se trata de una tasa de crecimiento insuficiente para hacer frente a las necesidades y demandas de la población y del electorado. Más allá del énfasis y el foco de cada programa de gobierno, la pregunta que se debería responder es: ¿cómo volver a crecer al 2,5-3,0%?

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