La actividad económica a nivel mundial aún no ha recuperado por completo su nivel anterior a la pandemia, y se están observando divergencias cada vez más marcadas entre las distintas regiones. Esto es lo que refleja el informe de perspectivas económicas publicado recientemente por el Fondo Monetario Internacional (FMI). En dicho informe, el FMI advierte que la recuperación económica global se ha debilitado en el último año y que los riesgos económicos continúan inclinándose hacia escenarios más desfavorables. En esta columna, repasaré este diagnóstico, centrándonos en su relevancia para nuestra economía.
En comparación con las proyecciones del informe anterior de julio, se han realizado ajustes en las expectativas de crecimiento económico global, aunque no de gran magnitud. Se espera que el crecimiento global disminuya del 3,5% registrado en 2022 al 3,0% en 2023 y al 2,9% en 2024. Estas proyecciones continúan por debajo del promedio histórico registrado entre 2000 y 2019, que fue del 3,8%. La previsión para 2024 se mantiene en el 2,9%.
El informe destaca la creciente desigualdad en el crecimiento económico entre distintas regiones, con una notoria desaceleración en las economías avanzadas en comparación con las emergentes y en desarrollo. En las economías avanzadas, se anticipa una fuerte desaceleración, con un crecimiento que caerá del 2,6% en 2022 al 1,5% en 2023 y al 1,4% en 2024. A pesar de un impulso más robusto de lo esperado en Estados Unidos, se espera que el crecimiento sea ligeramente superior al 2% en 2023, mientras que en la zona euro se pronostica un crecimiento inferior al 1% para el conjunto de la Eurozona. En contraste, se espera que las economías de mercados emergentes y en desarrollo experimenten una ligera desaceleración, pasando del 4,1% en 2022 al 4,0% en 2023 y 2024. Algunas economías, como India, Brasil y México, muestran mayor dinamismo, mientras que China ha reducido sus previsiones de crecimiento. En Uruguay, las proyecciones se han revisado al alza debido a la sequía, con estimaciones de crecimiento del 0,78% para 2023 y del 3,1% para 2024 según analistas, y cifras ligeramente más optimistas del Ministerio de Economía y Finanzas, con un 1,3% para 2023 y un 3,7% para 2024.
A pesar de la disminución de ciertos riesgos extremos, como la inestabilidad bancaria en abril, persiste un panorama de riesgos que amenaza con empeorar las condiciones económicas a nivel global. Estos desafíos se dividen en dos categorías: aquellos derivados de eventos a largo plazo, como la pandemia, la guerra en Ucrania y la creciente fragmentación geoeconómica, y los factores más cíclicos, como las políticas monetarias restrictivas para controlar la inflación, la retirada de medidas fiscales debido a la elevada deuda y los eventos climáticos extremos que afectan los mercados de materias primas. Estos factores generan preocupación sobre la posibilidad de un período de bajo crecimiento económico global en los próximos años, y algunos de los riesgos persistentes incluyen:
China y la crisis inmobiliaria. La crisis del sector inmobiliario de China podría profundizarse, con repercusiones globales, especialmente para los exportadores de productos básicos. El desafío de su manejo es complejo y requiere la pronta reestructuración de las empresas inmobiliarias en dificultades, la preservación de la estabilidad financiera y la resolución de las tensiones en las finanzas públicas locales. Una caída abrupta de los precios de la vivienda podría empeorar los balances de los bancos y los hogares, lo que podría llevar a una seria amplificación financiera. Por otro lado, si se mantienen artificialmente altos los precios de la vivienda, podría obstaculizar otras oportunidades de inversión, reducir la construcción de nuevas viviendas y afectar negativamente los ingresos de los gobiernos locales debido a la disminución de las ventas de terrenos. En resumen, China presenta desafíos de largo plazo basados en un modelo de crecimiento impulsado por el crédito y la propiedad.
Precios de commodities. La volatilidad de los precios de las materias primas podría aumentar debido a tensiones geopolíticas renovadas y eventos climáticos. Los precios del petróleo han aumentado significativamente desde junio debido a recortes en la oferta de la OPEP+ (Organización de Países Exportadores de Petróleo y países no miembros seleccionados). Por su parte, los precios de los alimentos continúan elevados y no se han observado reducciones significativas después de la escalada provocada por la guerra en Ucrania. Esto representa una seria amenaza para muchos países de bajos ingresos y dificulta la estrategia de desinflación.
Inflación. A pesar de la disminución de la inflación, los niveles siguen siendo demasiado altos. Aunque las expectativas de inflación a corto plazo parecen estar dando un giro, el riesgo sigue presente debido a los mercados laborales ajustados, el exceso de ahorro en algunos países y una evolución desfavorable de los precios de la energía.
Resultados fiscales. Los números fiscales no han podido recuperarse en la mayoría de los países después de la pandemia, debido a niveles elevados de deuda, crecientes costos de financiamiento, desaceleración del crecimiento y una creciente discrepancia entre las crecientes demandas del Estado y los recursos fiscales disponibles. Esto deja a muchos países más vulnerables a las crisis y exige un enfoque renovado en la gestión de los riesgos fiscales.
Política monetaria. A pesar del endurecimiento de la política monetaria, las condiciones financieras se han relajado en muchos países. El peligro radica en una rápida reevaluación del riesgo, especialmente para los mercados emergentes, lo que podría apreciar aún más el dólar estadounidense, desencadenar salidas de capital y aumentar los costos de endeudamiento y la angustia de la deuda.
Este último riesgo es el que se observa con mayor preocupación y se ha intensificado en los últimos meses debido a que las tasas de interés en Estados Unidos han alcanzado niveles sin precedentes en más de una década. Los rendimientos de los bonos a 10 y 30 años en Estados Unidos llegaron a tocar máximos cercanos al 5% anual, niveles que no se veían desde hace casi veinte años.
En resumen, el contexto internacional sigue debilitado debido a riesgos que ya estaban presentes y otros más recientes, como la crisis inmobiliaria en China, la volatilidad de las materias primas, la persistente inflación, la erosión de los colchones fiscales y la política monetaria. Estos desafíos plantean la necesidad de una acción política coordinada y estratégica para garantizar la estabilidad económica a nivel mundial.
- Sofía Harguindeguy es Gerente del Área de Consultoría Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay.