El nuevo derrotero de los fondos soberanos, entre inversiones sostenibles, planes de estabilización y altas tasas de interés

Por primera vez en 12 años, estos fondos no hicieron inversiones en hidrocarburos, mientras crecen en renovables.

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Javier Capapé -<b> </b>Director del Sovereign Wealth Research en el Center for Governance of Change de IE University.
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El periodo 2022-2023 marcó un récord histórico en el volumen de activos bajo gestión de los fondos soberanos en el mundo, que llegaron a los 11,4 billones de dólares, según el informe anual “Sovereign Wealth Funds 2023” que elabora IE University.Javier Capapé, responsable del informe, advierte sin embargo que el año 2022 generó pérdidas multimillonarias para muchos de estos fondos, que compensaron el peor resultado inversor con el impulso en precios de sus activos subyacentes (petróleo, gas, minerales). Destacan, este año, las inversiones en tecnología, “a pesar del mal comportamiento de la industria del venture capital desde octubre de 2021”, las infraestructuras, “sobre todo las ligadas a energías renovables” y el sector industrial, “además de una actividad récord en biotecnología y salud”, destaca. Por primera vez en 12 años, no aparece ninguna inversión en el sector hidrocarburos. Los fondos soberanos tienen menos de dos décadas de vida como concepto. En los últimos 15 años, su crecimiento se ha multiplicado por cinco acumulando un volumen de activos de 8 billones, es decir, el tamaño de economías como Alemania o Japón. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Luego de un impulso muy fuerte en 2021 donde se triplicaron las inversiones de los fondos soberanos, el año pasado se desaceleró ese ritmo de crecimiento, ¿a qué obedeció?

—Creo que dominaron dos factores: por un lado, la recesión en el sector del venture capital, anterior a la subida de tipos de interés dificultó muchas operaciones en este ámbito. Muchos fondos soberanos han hecho operaciones en esa clase de activo en los últimos años y el pinchazo de la burbuja de valoraciones y fondos desde noviembre de 2021 podría explicar este cambio de tendencia. El otro factor, sin duda, es el contexto de inflación alta y tipos altos que vivimos. Los fondos soberanos, como los demás inversores globales, han pausado las estrategias más activas, permitiendo más liquidez en las carteras y haciendo apuestas en la renta fija, un tema que no cubrimos en el informe.

—¿Las tensiones geopolíticas inciden en el comportamiento de estos fondos?

—Sin duda, este año observamos una caída de casi el 50%, tanto en el volumen como en el número de transacciones que los fondos soberanos han hecho en China, comparado con el informe anterior. Las medidas anti-covid más pronunciadas y dilatadas del gigante asiático, ciertas políticas erráticas de impulso del bienestar nacional a costa de innovaciones relevantes, por ejemplo, en materia de educación online o salidas a bolsa internacionales, junto a la guerra comercial con EE.UU., han hecho mella especialmente en China como receptor de inversiones.

—¿Qué características particulares ha mostrado el último año en cuanto a la acción de los fondos soberanos?

—Uno de los aspectos más destacados es que ha habido una búsqueda de activos refugio, lo que ha permitido a Estados Unidos aumentar la distancia con respecto a sus competidores: India y Reino Unido. En este informe, EE. UU. acumula casi el 60% del valor total de las operaciones con participación soberana, mientras que el año pasado era tan solo del 23%. Una subida llamativa, y posiblemente no sostenida, dadas las múltiples megaoperaciones —con valor de más de US$1 billion— en suelo americano, en el periodo comprendido en el informe de este año (enero 2022-marzo 2023).

—¿Los fondos más activos siguen siendo los de Oriente Medio y Asia-Pacífico?

—Ese es el otro aspecto destacado del último año. Por primera vez desde que iniciamos el informe hace 12 años, Mubadala ha conseguido romper la hegemonía total de los fondos de Singapur. Este año ocupa el segundo puesto por detrás de Temasek pero por delante de GIC, en número de operaciones. Sin embargo, cuando observamos el valor de transacciones en el que participan, GIC mantiene un liderato indiscutible: con exposición a US$53bn al año, esto es, implicado en operaciones de más de US$1 billion a la semana. Algo insólito, salvo si se tiene en cuenta que cuenta con más de 2.100 trabajadores de más de 52 nacionalidades y 11 oficinas en el mundo.

Además de los dos fondos de Singapur (Temasek y Gic) y Mubadala Investment Company, otros fondos de Oriente Medio completan los primeros lugares: Abu Dhabi Investment Authority, Qatar Invesment Authority y Public Investment Fund. En conjunto, estos seis fondos participaron en más del 80% de las operaciones analizadas.

—Los últimos años se han destacado por cambios en las estrategias de los fondos de inversión, incorporando otra clase de activos e incluso, incursionando en inversión de impacto, ¿ha sido significativo este año?

—No hemos detectado entrada en nuevos sectores, de hecho, este año observamos, por las razones indicadas anteriormente, una cierta concentración sectorial. La tecnología sigue siendo el principal atractivo pero lo hace con una distancia menor este año con respecto a los siguientes sectores: inmobiliario, industrial, financiero. La entrada de inversiones inmobiliarias tiene sentido en un contexto de alta inflación ya que históricamente ha sido un sector refugio dada su capacidad de ajustar sus tarifas a la inflación.

Otro cambio relevante, que muestra el viraje de los fondos hacia oportunidades de inversión en el ámbito de la energía renovable y, en general, las tecnologías que apoyan la transición a una economía de bajo carbono, es que por primera vez en 12 años no hemos observado ninguna operación en la cadena de valor de los combustibles fósiles. Por el contrario, sí hemos visto casi 10.000 millones participados en inversiones de esa nueva economía: renovables, baterías, transmisión, eficiciencia energética…

—En ese contexto, ¿cuáles han sido las operaciones más destacadas del año?

— La tecnología y el sector inmobiliario copan las transacciones más voluminosas del año. La primera, en la que participa GIC junto a ADIA, y fondos de capital riesgo globales como Friedman&Hellmano Permira, es una inversión en Zendesk (una compañía danesa-americana del sector del SaaS -software-como-servicio- con más de 200.000 clientes). También en el ámbito de la digitalización destaca la inversión en el grupo británico de soluciones digitales, The Access Group, esta vez invertido por GIC, donde añade un extra de valor por el interés de la compañía por expandirse por el mercado asiático, que tan bien conoce el gigante de Singapur. Por último, destacamos las operaciones en dos empresas americanas: Store Capital Corp, un REIT americano dedicado al alquiler y de Emerson Climate Technologies, una empresa con vocación de largo plazo en el ámbito de la climatización, valoradas en 14 y 11.000 millones, respectivamente.

La sanidad también ha sido un sector muy activo en cuanto a número de operaciones, aunque el importe medio por operación no haya sido tan elevado como en el caso de las tecnologías de la información, el sector industrial o el inmobiliario. Estos tres sectores juntos, representaron aproximadamente el 66% de las inversiones.

—¿Han logrado los fondos conciliar los resultados a corto plazo con horizontes de inversión a largo plazo? Varios fondos han tenido pérdidas importantes este año…

—Eses es un gran reto para los fondos soberanos. Casi un tercio de los más grandes han tenido pérdidas en un año muy complicado en bolsa, con retornos históricamente bajos. Estas caídas y sus recuperaciones no deberían sorprender a los stakeholders de los fondos, sabedores de que los soberanos deben tener la mira puesta en el largo plazo. Como decíamos antes, para minimizar el impacto en las carteras, muchos fondos han tomado precauciones de liquidez y renta fija de duración cada vez más larga.

—¿Qué novedades surgen de los fondos latinoamericanos?

—Destaca el crecimiento de Guyana, como un potencial gigante de los hidrocarburos a futuro. A día de hoy, Guyana ya es el segundo país del mundo, solo por detrás de Emiratos Árabes Unidos, en barriles de crudo per cápita. Si se confirman las tendencias, veremos un liderazgo muy claro en el país, por delante de los competidores de Medio Oriente. Esto supone un reto para el país, se trata casi de un laboratorio en vivo. Las experiencias en otros países, como el caso de Chile, deberían aportar lecciones sobre un uso prudencial y de largo plazo de semejante riqueza, aportando el mayor bienestar posible a sus poblaciones. Muchos consultores e investigadores han ayudado en la creación del fondo, que crece en un contexto institucional muy complicado.

Además, mostramos cómo el uso prudente de los recursos del resto de fondos — el caso de Colombia, Perú, Chile— durante años ha permitido la utilización de los activos de los fondos para acudir al rescate de las finanzas pública en plena recuperación económica post-covid. Los fondos soberanos han cumplido el rol de fondos de estabilización en la región. El FRS peruano, en particular, agotó todo su fondo destinado a estas causas, mientras que uno de los FRS chilenos utilizó casi el 73% de sus recursos

—¿Qué tendencias se avizoran para los próximos años?

—En línea con la deriva geopolítica mundial de bloques, alianzas estratégicas y barreras comerciales, los fondos soberanos tendrán que navegar aguas internacionales muy complejas. Sería entendible un cierto repliegue hacia sus economías domésticas, para apoyar la posición de sus países en este nuevo juego mundial estratégico, donde el Sur Global, casa de la mayoría de los 100 fondos soberanos en activo, cada vez juega un papel más relevante y autónomo. A la vez, ese viraje hacia dentro trae sus propios riesgos, que deberán ser subsanados con el recurso a la receta habitual: gobernanza, gobernanza, gobernanza. Un mensaje más actual que nunca, cuando se cumplen 15 años de la firma de los Principios de Santiago, que regulan esa gobernanza.

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