Victoria Vera Ziccardi, La Nación - GDA
Según relata la historia que escribió William Shakespeare, Romeo y Julieta eran dos jóvenes que, a pesar de la oposición de sus familias, deciden casarse de forma ilegal y vivir juntos un apasionado romance. No obstante, la presión de ese rechazo y una serie de fatalidades que van ocurriendo conducen a que la pareja elija el suicidio antes que vivir separados.
El vínculo ficticio que creó Shakespeare es utilizado popularmente para describir un tipo de relación que resulta -especialmente en su comienzo- atractiva para muchas personas: lo prohibido y pasional. Fue en primer lugar el reconocido psicólogo de la Universidad de Harvard, Daniel Wegner, quien en sus estudios ha señalado que el secretismo y la prohibición en los vínculos románticos o sexuales funciona como un afrodisíaco en la psiquis de las personas, llevándolas a comportarse de manera errática.
En una investigación titulada “El encanto de las relaciones secretas”, Wegner sentó a parejas de desconocidos en mesas llenas de gente. El experto notó que algunos rozaban sus tobillos sin que nadie se diera cuenta, y otros lo hacían abiertamente o no lo hacían en absoluto. Tras evaluarlos, llegó a la conclusión de que las personas del primer grupo terminaban sintiendo una atracción mutua mayor que aquellos que evitaban el contacto físico o demostraban públicamente que se rozaban. Quienes sentían dicha atracción por el hecho de pensar que nadie los veía tendían a tener conductas indecentes propias de alguien que no actúa como un adulto.
Síndrome de Romeo y Julieta
“El síndrome de Romeo y Julieta se caracteriza por ser un amor imposible que la mayoría de nosotros hemos vivido, sobre todo en la juventud”, explica Manuel González Oscoy, académico de la Facultad de Psicología de una universidad argentina. Según detalló el especialista, el enamoramiento súbito y fuerte que es característico en los adolescentes se desarrolla como consecuencia de cuestiones físicas, biológicas y neuroquímicas que reconfiguran la función cerebral y hacen posible que los jóvenes experimenten los sentimientos intensamente. Sin embargo, resalta que, cuando se trata de adultos -especialmente, mayores de 40 años- que experimentan sensaciones similares a las mencionadas, es probable que exista una condición patológica.
En el contexto de la psicopatología, el síndrome de Romeo y Julieta no es un término clínico con el que se diagnostique. Es más bien una denominación popular que hace referencia a un vínculo en el que una persona adulta muestra características de un amor obsesivo o dependiente que puede tener consecuencias negativas en su bienestar emocional, en el de su enamorado y en sus relaciones interpersonales. Para González Oscoy, la intensidad emocional extrema puede llevar a un desequilibrio en la vida de un adulto.
Coincide con esto la sexóloga y licenciada en Psicología, Sandra López quien hace hincapié en que no es sano en vínculos entre adultos que una persona presente una intensidad emocional similar a la de un adolescente que está enamorado. “Estamos hablando de personas que tienen condiciones patológicas; primero, porque están comportándose como adolescentes cuando deberían vivir ese vínculo como un adulto y segundo, porque ya se estaría hablando de alguien que tiene una dificultad para regular sus emociones”, señala.
Un punto importante que López señala es que los vínculos no son casuales, “se arman en base a características que tienen que ver con la historia personal de uno, de su infancia o de los estilos de apego que se consolidaron en su niñez”, explica.
En lo que refiere a la descripción de la sintomatología, González Oscoy destaca que los individuos presentan una evidente desconexión con la realidad que, como resultado, mezcla la idealización extrema del amor con los buenos recuerdos de sus primeras relaciones amorosas. Otras de las características que son recurrentes en quienes tienen el Síndrome de Romeo y Julieta son: preocupación constante y excesiva por la otra persona, necesidad extrema de atención y validación por parte de la pareja, celos intensos y posesivos, aislamiento social y descuido de otras áreas de la vida personal, tendencia a la idealización y dificultad para aceptar el rechazo o la separación de la pareja.
“Se comportan como adolescentes y se desviven por ese vínculo como si fuese lo único que tienen. Además, vivir con ese nivel de intensidad una relación no les deja energía para otra cosa. Por eso, la persona comienza a ser disfuncional en otras áreas de su vida”, dice la Lic. López.
Las señales del extremismo emocional pueden indicarle a un profesional que hay algo en la historia de ese adulto que no está resuelto. “Como especialista en relaciones de dependencia emocional sé que quienes hacen estas cosas cuando se enamoran esconden una cuestión de fondo que, generalmente, tiene que ver con su historia personal”, añade López.
La profesional resalta que antes de pensar en cómo revertir o tratar estas conductas se deben analizar varios aspectos como: con qué tipo de personalidad se está tratando, en qué momento de la vida se encuentra la persona, cuál es su historia personal y cómo fue su infancia, entre otras. “Hay que revisar múltiples cuestiones y en base a eso, desde la psicología vincular se comienza a tratar el caso”, explica.
Por último, respecto de por qué se relaciona la historia de Romeo y Julieta con tendencias emocionales extremistas, los especialistas sugieren que es porque el relato plantea ideales extremos e inalcanzables del amor que son meramente ilustrativos para demostrar las consecuencias destructivas de un vínculo apasionado y desenfrenado. Es justamente a través de los personajes de Romeo y Julieta que Shakespeare muestra cómo el amor puede conducir a la impulsividad, al conflicto y, en última instancia, a la tragedia.