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Estrategias de intervención para mejorar la salud mental de los jóvenes universitarios

El burnout académico se caracteriza por sensaciones de apatía, desánimo y agotamiento físico que afectan a la capacidad y motivación. Cómo enfrentarlo y sentirse mejor.

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Foto: Archivo El País.

The Conversation - Noelia Belando Pedreño
Durante la etapa de estudiante, es habitual sentirse superado por la cantidad de trabajos a presentar, las convocatorias de examen, la gestión del tiempo o la incapacidad para conciliar la vida académica, la vida personal y las relaciones sociales.

A los jóvenes en esa fase vital les asalta la sensación de no organizarse bien, de no llegar a todo lo que les gustaría hacer. En definitiva, perciben que todo pasa muy rápido y que no están bien, aunque aparentemente no haya motivos para sentirse mal.

La salud emocional se agota

Todos estos sentimientos forman parte del comportamiento natural de una persona cuando se siente saturada cognitivamente, circunstancia que afecta a la regulación de las propias emociones y la relación con los demás. La percepción de estar sobrepasado se denomina síndrome de estar quemado o burnout.

El burnout académico se caracteriza por sensaciones de apatía, desánimo y agotamiento físico que afectan a la capacidad y motivación. También puede verse perjudicada la conciliación entre la vida laboral –o su acceso a ella– y el seguimiento y resolución de las tareas académicas.

El síndrome de estar quemado afecta a nivel emocional, genera una despersonalización (disociación de cómo nos sentimos y qué es realmente lo que necesitamos para estar bien) y fomenta la baja autoestima (la persona afectada pone en duda su competencia y capacidad para cumplir los objetivos).

Si se mantiene en el tiempo, esta situación –añadida a los desafíos económicos, digitales, culturales o sociales– puede desencadenar problemas psiquiátricos en la población joven. El incremento de los trastornos mentales graves, como los del estado de ánimo, psicóticos y de personalidad, provoca un alto grado de distorsión cognitiva, emocional y conductual.

Según el barómetro Juventud, Salud y Bienestar 2023, el 36,2 % de los jóvenes españoles entre 18 y 25 años, por ejemplo, presentan un diagnóstico definido, principalmente depresión o trastornos por ansiedad. También se observa un aumento en la ideación suicida, que ha pasado de un 5,8 % en 2019 a un 8,9 % en 2021. Y, paradójicamente, ha disminuido el porcentaje de personas que pide ayuda a profesionales de la salud: del 59,5 % en 2019 al 50,8 % en 2021.

¿Y qué podemos hacer?

La salud mental nos permite ser conscientes de nuestras capacidades y hacer frente a las tensiones normales que se generan en el día a día. En el caso de los estudiantes, alcanzar un estado de bienestar les permitirá llevar a cabo las tareas académicas de forma productiva y participar en su comunidad activamente.

Desde el ámbito científico se pueden diseñar e implantar programas de intervención que hagan posible desarrollar un estilo de vida saludable y sostenible. En este punto, es fundamental la adquisición de habilidades que derivan del concepto “inteligencia emocional”.

El psicólogo, escritor, periodista e influencer emocional estadounidense Daniel Goleman (California, 1946) nos revela los cinco pilares que explican el comportamiento emocional de una persona.

  • Ser consciente de las propias emociones y poder identificar un sentimiento mientras ocurre.
  • Manejo emocional. La capacidad de gestionar los sentimientos para que se expresen de manera apropiada se basa en esa conciencia de las propias emociones.
  • Nivel de motivación. Se asienta en la idea de que una emoción tiende a impulsar una acción. Por lo tanto, la emoción y la motivación están íntimamente relacionadas. Dirigir ambas hacia el logro de objetivos es esencial para mejorar la atención, manejar la automotivación y el autocontrol y realizar actividades creativas.
  • Reconocer las emociones de los demás sin causar perjuicio a nuestro estado mental o al estado emocional de los demás. En este sentido, la empatía es un concepto básico.
  • Capacidad de relacionarse con los demás, es decir, de interactuar amable, positiva y eficazmente.
Estudiantes. Foto: AFP
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Cómo aplicar la RegulACTION

Desde el área académica universitaria se están impulsando programas guiados por profesionales de la psicología, la psicopedagogía, la psiconutrición y las ciencias de la actividad física y del deporte. Se trata de dotar a los jóvenes universitarios de recursos psicológicos para mejorar sus cogniciones (forma de pensar) y maneras de afrontar las dificultades diarias y saber escoger aquello que quieren y en lo que se sienten competentes. Esto genera altos niveles de motivación intrínseca.

Es lo que he dado en llamar RegulACTION, cuyos beneficios ya han sido constatados en niños y adolescentes.

Alguien ve satisfechas sus necesidades psicológicas básicas de autonomía percibida cuando se responsabiliza de sus acciones y tiene capacidad para tomar decisiones, se siente competente para afrontar los retos diarios y percibe que pertenece a una “tribu social” de pares o iguales.

Otro aspecto necesario de la “RegulACTION” y que implica a los pilares de la inteligencia emocional es la llamada “sabiduría reflexiva”. Este concepto deriva de la psicología transpersonal, que se entiende como el grado de aprendizaje por el que somos conscientes de nuestras emociones y podemos regularlas, adquirimos mayor nivel de responsabilidad sobre nuestra salud y nos volvemos más resilientes y empáticos.

Gracias a las ciencias del comportamiento que analizan e intervienen sobre la regulación emocional, la conducta de ejercicio físico y la alimentación, es posible potenciar la salud integral de los jóvenes universitarios.

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