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Violencia política

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Martín Aguirre
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Ahora sí se puede? Pasada ya una semana desde el aberrante homicidio de la cajera de un supermercado, es de esperar que ya se haya disipado esa sospechosa hipersensibilidad de algunos, y se pueda hundir el bisturí en el asunto.

El primer tema que esto toca es el de la seguridad pública. Estamos a días de que Eduardo Bonomi cumpla ocho años como ministro del Interior, plazo inédito en ese cargo, durante el cual contó con total apoyo político y en recursos. Se reorganizó la Policía, se "purgó" a buena parte de su jerarquía, se aumentaron salarios y se modificaron formas de trabajo. ¿El resultado? Salvo por un núcleo militante, nadie se anima a decir que sea positivo.

Pese a las idas y vueltas con los números, los homicidios siguen disparados y los delitos violentos contra la propiedad si no muestran el mismo espiral ascendente, es porque hay "atenciones estadísticas" y la gente ya no quiere denunciar. Pero además se palpa en el aire un clima de impunidad ante ciertos excesos, y en los barrios complicados (ahora no se puede decir marginales por miedo a que algún bienpensante se nos infarte) el desafío abierto a la Policía es ostentoso.

Parece claro que algo de lo que se ha intentado en esta gestión no funciona. Y eso nos lleva al segundo tema: el clima de necedad infantil que impide una evaluación racional de las políticas públicas.

Todo bien con Bonomi, y en un principio pareció una figura de recambio interesante tras el fracaso sonoro del estilo Díaz-Tourné. Pero si después de ocho años, con todo a favor, la cosa no mejoró, ¿cuál es el problema de pedir un cambio de rumbo? Hacer siempre lo mismo y pretender un resultado distinto es absurdo. Pero acá, con esa mentalidad Nacional-Peñarol que enturbia todo, resulta indigno aceptar que determinada receta no funcionó. Y algo peor.

Parece que ante la seguridad pública solo hay dos modelos: o el permisivismo buenoide que asume que el que viola la ley es un pobre sujeto condicionado por su entorno (Bonomi no piensa así, aclaremos), o lo que querés es que vengan los milicos a dar palo y matar "pichis". El mundo no camina así, hay mil recetas distintas que han funcionado en países de todo tipo y color, y nuestro problema de seguridad, comparado a otros, todavía es muy solucionable. Todavía.

Pero no solo la gestión de Bonomi debería ser analizada de manera más objetiva. Cuando el asesinato del planchero de La Pasiva, la cúpula del gobierno anterior lanzó con gran pompa una serie de medidas para enfrentar la violencia. Hace ya seis años de eso. ¿Y? ¿Se pusieron en marcha? ¿Sirvieron para algo? ¿Alguien las ha evaluado de manera racional?

Claro que no. Acá se anuncian medidas, se cambian leyes, y después todo sigue sin que nadie se tome el mínimo trabajo de analizar el resultado. O peor, se convierten en campo para un debate binario inútil y que solo divide.

Por último, y disculpe el lector las implicancias personales, está el tema de los medios. Porque aunque parezca mentira, otra vez el gran tema de discusión en una semana con noticias tan traumáticas, fue cómo cubrieron los medios los hechos. Después del escándalo por la difusión del video del asesinato de La Pasiva, la presión política funcionó: ningún medio formal difundió este nuevo crimen grabado. ¿Y? No debe haber un uruguayo que no haya visto el mismo. Y la verdad es que se trata de información valiosa, porque es difícil calibrar el nivel de falta de humanidad y desconexión con los valores básicos que tenía el asesino sin ver la frialdad con que el mismo ejecutó a la pobre cajera, por la espalda, sin necesidad, gratis.

Las teorías ridículas y apolilladas en las que se basan muchos para analizar los medios en Uruguay nunca sirvieron. Pero este caso deja en claro que la gente busca la información que quiere, y si los medios formales no se la dan, la consiguen igual.

Los medios no construyen la realidad, la muestran. Cada uno con su sesgo, estilo y hasta errores, obvio. Por eso, una democracia saludable y un ciudadano responsable precisan la mayor variedad posible de medios para hacerse una idea cabal de lo que pasa. Pero esa histeria enfermiza contra lo que da un informativo de TV o un diario sería más constructivo canalizarla exigiendo a los quienes tienen poder que cambien la realidad, y no taparla.

Con raras excepciones, y pese a la percepción de muchos, en el mundo entero la violencia es un fenómeno en retroceso. Vale la pena leer el trabajo del renombrado profesor de Harvard Steven Pinker al respecto. La cuestión es por qué un país como Uruguay —que ha pasado una década de relativa prosperidad— es de los pocos lugares donde crece. Es un problema serio, real, que amerita soluciones prácticas y racionales. Algo que esta sociedad abroquelada en tribus ridículas y divisiones artificiales, parece incapaz de hacer.

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