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Colaboran y chicanean

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TOMÁS LINN
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Si bien la oposición asumió que le corresponde colaborar con el gobierno y sus medidas de urgencia, siempre hay quien se desmarca o plantea alternativas oportunistas con la intención de dejarlo en falsa escuadra. 

Parece predominar la idea de que aunque todo lo que hace está bien, ¿por qué no subir la apuesta para complicarlo?

Cualquier oposición necia inevitablemente quedará mal parada ante un gobierno que tiene 65% de apoyo según las encuestas. Uno que emite mensajes con claridad, sabe que está ante una crisis endemoniada y toma las medidas necesarias según surgen los problemas. Que tiene claro cuales son sus tres frentes: la pandemia, el drama social y la compleja situación económica. Que trabaja en equipo, consulta, pondera, estudia alternativas, resuelve y comunica. Y cuenta con un líder con presencia serena y firme. Eso se refleja en las encuestas y por eso el Frente Amplio, que tanto le costó haber perdido el gobierno, empieza a aceptar la realidad en que vive. O por lo menos un poquito.

Digo un poquito porque algunos desde su cuarentena, sugieren acciones a tomar sin estar en el baile. Otros proponen ideas teñidas de demagogia que pretenden, sin mucha suerte, dejar en falsa escuadra al oficialismo.

A un senador se le ocurrió proponer un impuesto definitivo del 20 por ciento a todos los cargos electivos y de confianza, justo en el momento en que se votaba, por unanimidad, el recorte transitorio que presentó el gobierno.

La propuesta se presentó de modo confuso y hubiera obligado a una discusión distinta. Además, poner un impuesto especial a sueldos que paga el Estado suena absurdo. El Estado saca plata de una caja para pagar el salario y la recibe en la siguiente al cobrar el impuesto. Sería mejor una reducción lisa y llana. Ese impuesto, asimismo, se quería destinar a planes de vivienda. ¿Por qué vivienda y no educación? ¿O educación y no salud? ¿O salud y no seguridad? El hecho de proponer un único destino obliga a una larga discusión que nada tiene que ver con lo que está ocurriendo en plena emergencia sanitaria. En definitiva, esto se pareció a una chicana toscamente presentada sabiendo que no saldría.

Otro tema que está en la vuelta es el de bajar los sueldos altos de privados para emparejar con los recortes a los públicos. La sugerencia desconoce que los privados ya están sufriendo la crisis con gente en el seguro de paro y mucha actividad paralizada.

Un ejemplo fue el envío a seguro de paro de unas 300 personas que trabajan en la AUF, incluido el maestro Tabárez. Una cosa es si Tabárez debería o no cobrar ese seguro, pero lo que sí preocupa es que siendo el suyo un sueldo alto, al dejar de cobrarlo deja también de aportar sumas importantes al IRPF, al BPS y al Fonasa.

Ese es el punto. Pase lo que pase, el empleado público mantiene su trabajo mientras que en el sector privado entra en la mayor incertidumbre. Si eso se extiende, se disminuye la recaudación lo cual hará más difícil pagar los sueldos de los inamovibles empleados públicos, ganen poco o mucho.

Estos asuntos se vinculan también a la discusión (hoy relativizada) sobre si la cuarentena debe ser obligatoria. Enfocado desde una sola visión, puede parecer pertinente. Pero un gobierno mide todas las realidades y busca equilibrarlas. No puede meter presa a la gente ni plantear medidas para las cuales no hay como imponerlas. Tampoco se trata de reducir todo a un dilema falso, aunque parezca “humano”, como el planteado por el presidente argentino Aníbal Fernández entre “la vida o la economía”.

El virus mata, sin duda, pero una profunda crisis económica también. Es sensata la ministra Azucena Arbeleche al sostener que hay que tomar todas las previsiones sanitarias posibles pero además lograr que los motores de la economía sigan funcionando, por poco que sea.

El entramado de medidas para sortear los problemas que afectan a vastos sectores de la sociedad deja en evidencia que no eran tantas las maravillas de los gobiernos del Frente. Eso de no retroceder con los logros (y llamar a la resistencia para defenderlos), perdió sentido. No hubo tales logros y queda al descubierto una realidad poco “progresista”.

Los rápidos reflejos de un gobierno que iba a ser tildado de conservador, reaccionario y neoliberal, mostraron que tiene una sensibilidad social que la izquierda no esperaba.

Las cosas se irán complicando y cuando esto pase, habrá que empezar a tapar los inmensos agujeros económicos. Cuando ello ocurra, las formas de encarar y comunicar serán diferentes a las de ahora, pero seguirá siendo necesario el trabajo de equipo y el liderazgo que caracteriza al presidente, con su precisión, claridad y aplomo. Por cierto, no tendrá los porcentajes de aprobación de hoy. Pero igual deberá mantener la cabeza fría para salir del embrollo. Buena parte de las promesas electorales pasarán al olvido y habrá que empezar desde otra realidad y con otros dramas.

También será una oportunidad para hacer las cosas que hace rato necesitan ser hechas.

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