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¿Somos tan diferentes?

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Juan Martín Posadas
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En tiempos de mi lejana infancia el Uruguay entero se consideraba una excepción en el continente, francamente distinto a los países vecinos. No teníamos población indígena ni volcanes o ciclones, no teníamos gobiernos militares ni interrupciones institucionales ni analfabetos… Con el tiempo las únicas diferencias que nos van quedando son los volcanes. Hoy tenemos a los militares en los cuarteles y un gobierno legítimo, es cierto, pero que abusa de las inconstitucionalidades. Hemos tenido un vicepresidente inútilmente mentiroso y un expresidente que dice haber visto el diploma que no existe. Tuvimos la farsa del remate de los aviones de Pluna, la fiesta de Ancap y las irregularidades de ASSE. Gran parte de los niños escolarizados terminan la escuela analfabetos y las calles y plazas de la ciudad tienen una población estable.

En ese nuestro país de ahora, tan latinoamericanizado, están sucediendo cosas: mejor dicho, están saliendo a la luz, gracias a investigaciones en países vecinos, cientos de vuelos privados y de travesías en lancha, ocurridos con regularidad en los últimos años, cargados de billetes. Nos vinimos a enterar, después de diez años, del caso del dirigente gremial argentino que nunca ocultó su opulencia en las faldas del Cerro del Burro. Durante años el gobierno no vio nada de todo eso que estaba a la vista en la falda del cerro, en Carmelo, en Melilla y en el aeropuerto de Punta del Este.

En los países vecinos la gente admite sin vacilar la sospecha (o reconoce que sabe) que cuando nadie ve nada de lo que pasa a la luz del día y a la vista de todos es porque alguien pagó para que las autoridades miraran para el otro lado. ¿Ahora que nos parecemos tanto a ellos, no pasará lo mismo acá?

Los candidatos de los partidos de oposición todavía siguen suponiendo que acá las cosas son diferentes: probablemente sea por ese motivo que hasta ahora no se haya insistido mucho en el tema de los viajes con las valijas millonarias. Prefieren tragarse la explicación de que nadie vio nada porque el radar de Carmelo no funciona.

Nadie quiere ensuciarse con la mugre: los candidatos de la oposición quieren hacer campaña por lo alto, de forma caballeresca, sin echar mano de la basura disponible. No han advertido que, al habernos vuelto tan parecidos a los vecinos, aquellos valores aceptados por los uruguayos todos que otrora nos diferenciaban del vecindario y hacían despreciable al candidato que basara su campaña en revolver la porquería, ahora han cambiado.

Los dirigentes de la oposición no se terminan de convencer de lo que está a la vista, tan a la vista como la mansión de Balcedo, que es la incorporación de las modalidades y valores que se usan en Brasil y Argentina. En esos países la reticencia de un dirigente político a referirse a la corrupción no se lee como un noble gesto de grandeza sino como indicio inequívoco de que ese dirigente calla porque también él tiene algo que esconder. La intención de nuestros dirigentes no será esa pero ese es el modo en que su mensaje (o silencio) se decodifica y se entiende. ¡Pequeño país desorientado y nostálgico cuyos dirigentes hablan en un idioma arcaico! No somos tan diferentes de los países del continente como creíamos y la gramática política sobre la que los mensajes de los candidatos se hacen inteligibles para la gente es ahora la misma que en los países vecinos.

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