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El Partido de la Gente y Brasil

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La insólita conducta de Edgardo Novick, trasladándose a nuestra frontera, para celebrar el triunfo de Jair Bolsonaro, define una personalidad.

Como lo hace la inusual publicación periodística de su partido, anunciando que lo mismo que ocurría en el país del Norte, pasará en breve con el gobierno del Frente Amplio. “Los brasileños votaron contra la inseguridad y la corrupción, están cansados que los roben, que los rapiñen y los asesinen”. Algo parecido, sugirió, a lo que por similares razones, harán próximamente los uruguayos. Asimismo aclaró que si bien no adhería a las declaraciones de Bolsonaro contrarias a mujeres, homosexuales y negros (sic), ello no le impedía apoyar su designación.

Días antes había demandado a los partidos opositores, excluyendo a Unidad Popular, que conformaran desde ahora una coalición preelectoral, asegurando que de ese modo se concluiría con el gobierno del Frente. Ambas declaraciones, esto es: su explícito apoyo y el no desmentido de su partido a Bolsonaro y su simultánea aspiración a la explícita formación de una coalición opositora, con el objeto de vencer a la izquierda, merecen análisis. Son demostrativas de su escasa comprensión de la política uruguaya y de su ignorancia respecto a la identidad de los partidos opuestos al actual gobierno. Ninguno de los cuales comulga con la derecha antidemocrática.

Repasemos los hechos. Ninguna duda cabe que Bolsonaro encabeza un gobierno populista de ideología neofascista. Todas sus declaraciones así lo avalan. Bolsonaro es neofascista porque recoge gran parte del contenido del fascismo original. Se declara homófobo, antifeminista, socialmente conservador, autoritario, poco confiado en las instituciones democráticas, nostálgico de la dictadura militar y declaradamente antiliberal, si bien, de acuerdo a los tiempos, atenúa su racismo y su nacionalismo. Es populista por su estilo político, su discurso, su apartidismo movimiental y el realce de su propia tarea, no obstante su electoralismo.

Típico del neopopulismo. Ello no impide que, dadas las circunstancias de su emergencia, se haya mostrado contrario a la corrupción. Como hizo en su momento, el National Socialiste Deutsch Arbeiterpartei. Es posible también, que los hechos suavicen su gobierno y le impidan aplicar su programa. Ello si sobreviniera, no cambia su actual pensamiento.

Por eso, destacar la orientación política de un partido en función exclusiva de su disposición para actuar contra la corrupción -como propone Novick- revela su desconocimiento de la complejidad de la ideología y la vastedad de sus consecuencias.

Un conjunto de aspiraciones y creencias de cualquier proyecto partidario que inevitablemente teñirá su accionar. De allí el antipoliticismo del Partido de la Gente, su errónea creencia que política equivale a actividad administrativa, a gestión apartada de valores, supuestos, doctrinas y emociones.

O ahora, el hecho que se declare neofascista, de ultra derecha o, en el mejor de los casos, admirador de quien encarna ese perfil y simultáneamente pretenda, como hecho natural, asociarse en Uruguay con la oposición, armando una coalición con el único propósito de vencer al Frente Amplio. Todo ello independientemente del programa e ideología de las fuerzas coaligadas.

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