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Para ex representante argentino ante el FMI, “habrá nuevo programa, pero no lo que pretende Milei para salir del cepo”

Cada vez que cambia el gobierno vamos al FMI y tratamos de convencerlos de que “esta vez será diferente”. Con Milei tenemos más posibilidad de que nos crean, asegura Héctor Torres.

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Héctor Torres, ex representante de Argentina ante el FMI; Senior Fellow del Center for International Governance Innovation (Canadá).
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Héctor Torres, ex representante argentino en el Fondo Monetario Internacional, respalda los objetivos del camino tomado por el presidente argentino Javier Milei para enderezar la economía local; sin embargo, contrapuso la actual “terapia de shock” con un ajuste fiscal que debe ser socialmente aceptable. “Esa es la opinión del FMI", aseguró. Le preocupa que el tipo de cambio atrasado “lleve a una devaluación abrupta” y puso en dudas que el Fondo Monetario otorgue los 15 mil millones de dólares necesarios “para salir del cepo”. De todos modos “habrá un nuevo programa”, subrayó. Mientras el FMI evalúa ese nuevo programa con Argentina, Milei estrecha vínculos con el principal accionista del organismo. Respecto a los eventuales beneficios a obtener en un acercamiento con Estados Unidos, Torres fue tajante: “los alineamientos automáticos se agradecen, pero no se pagan”. Calificó el caso argentino como “idiosincrático”. “Ya no contagiamos a nadie”, dijo, lo que “nos resta peso en la negociación” con los acreedores, advirtió. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Qué le dejan los anuncios de Milei de esta semana?

—Su intervención por cadena nacional me dejó la impresión de un presidente molesto con las críticas de economistas de su mismo “palo” (caso Carlos Rodriguez) y con la necesidad de defender la “sostenibilidad” de los resultados fiscales y de acumulación de reservas, particularmente en las vísperas de la marcha universitaria.

—Como usted dice, el presidente está teniendo críticas desde filas amigas; ¿considera que las acciones de Milei lo han desviado de su discurso previo?

—Su inexperiencia política fue su fortaleza durante la campaña, pero es ahora su debilidad. Creo que la realidad le va enseñando que gobernar exige articular intereses contradictorios y ser menos dogmático. El problema es que desde el gobierno el “learning by doing” puede ser muy costoso.

—La marcha fue multitudinaria de las universidades públicas de la pasada semana, fue leída por los analistas como la mayor demostración de fuerza de los sectores sociales y de la oposición en estos cuatro meses. ¿Puede tener impacto en las estrategias del gobierno?  

—Por un lado, hay que decir que hubo sectores de la oposición que trataron de aprovecharse de una preocupación genuina por preservar la educación pública, pero eso no le quitó legitimidad a la marcha.
Pero fue una manifestación muy importante y estimo que las encuestas marcarán un punto de inflexión en la popularidad del presidente. Muchos de los manifestantes vinieron de baluartes sociales de Milei, los jóvenes y sectores de la clase media urbana, hartos del kirchnerismo y frustrados con el Pro. Como de costumbre, Milei reaccionó con esa mezcla de iracundia y misticismo que lo caracteriza. Denostó a los manifestantes (“lágrimas de zurdos”) y recurrió a la metafísica para cantar victoria (“fue un día glorioso para el principio de la revelación” —sic—). Creo que su incontinencia verbal lo traiciona.

—En el reciente informe sobre perspectivas globales, el FMI estimó que Argentina sufrirá una caída del PIB del 2,8%, con una inflación del 150% en 2024. Sin embargo, para 2025 pronosticó un crecimiento del 5% con una suba de precios del 45%. ¿Qué lectura hace de esas cifras?

—Son estimaciones hechas en un contexto de incertidumbre respecto a la capacidad del gobierno de poder lograr la aprobación parlamentaria de sus iniciativas; a lo que se agrega la dificultad de estimar el efecto económico de tensiones geopolíticas que podrían derivar en una conflagración bélica.

—Cerrado el primer trimestre del año con un superávit primario, Argentina está sobrecumpliendo lo comprometido con el Fondo en materia fiscal. ¿Cómo debe haber sido recogido eso en el FMI?  

—Cada vez que cambia el gobierno vamos al FMI y tratamos de convencerlos de que “esta vez será diferente”. Con Milei tenemos más posibilidad de que nos crean. El FMI toma muy en serio su determinación de terminar con el déficit fiscal. Pero más allá de su determinación, pueden existir dudas sobre el camino elegido y la capacidad del presidente de transitarlo, armando mayorías y de articulando intereses contradictorios.

— La contracara es un fuerte golpe a los sectores más vulnerables, tarifas, salarios y pasividades… con el consumo tan bajo, ¿cuánto tiempo tiene Milei para salir de esta situación?

—Por el momento hay dos factores que ayudan mucho a Milei. En primer lugar, el hartazgo de la sociedad con gobiernos incompetentes y corruptos y la capacidad de Milei de capitalizar ese hastío y mutarlo en esperanza de cambio. A eso se agrega que, por el momento, Milei no tiene rivales políticos. La oposición está desarticulada, desorientada y dividida.

—¿Qué encierra un comentario de “cuidado con el daño social que provoquen las medidas”, viniendo del FMI?

— Milei eligió una “terapia de shock”. Fue una decisión del gobierno, no fue una recomendación del FMI. El Fondo sabe que para ser sustentable el ajuste fiscal tiene que ser socialmente aceptable. Seguramente está tratando de que el gobierno no estire demasiado esa “paciencia” social. El FMI también es consciente del “déficit político” de Milei (popularidad pero sin gobernadores, ni intendentes y en minoría en ambas cámaras).

— ¿Una reducción del déficit en base a licuación del gasto, es sustentable?  

— La licuación del gasto era algo que inevitable y es parte esencial del “ancla fiscal” que Milei enfatiza para ganar credibilidad.

—¿Pero cuán sustentable es una salida así?

—Argentina ha tenido muchas crisis y como señalé antes, cada vez que salimos a pasar el sombrero empezamos explicando que “esta vez será diferente”. Naturalmente nuestra credibilidad está muy dañada. Para mostrar que esta vez es diferente de verdad, el gobierno necesita exhibir resultados rápidos. Estoy seguro de que tanto Milei como Caputo saben que el equilibrio fiscal no se puede edificar postergando pagos y licuando pensiones y salarios. Será indispensable mejorar la recaudación, para lo cual necesitamos que los potenciales inversores crean que hay un gobierno determinado a que “esta vez será diferente”.

— Con una inflación como la que Argentina tuvo en el trimestre, y un ajuste mensual del tipo de cambio del 2%, ¿qué puede pasar con el mercado de cambios?

—En la Argentina no hay un mercado de cambios. Hay varios, y con múltiples restricciones. Al no haber un tipo de cambio de mercado, es difícil decir cuál sería el tipo de cambio “de equilibrio”. Pero hay un hecho que habla por sí mismo. Cada vez más argentinos que cruzan la frontera para hacer las compras. La gente vota con los pies.

—¿Usted cree que hay posibilidades que se configure un atraso cambiario que genere mayor dificultad al proceso marcado por el gobierno?

—Un tipo de cambio atrasado termina en una devaluación abrupta. Hay que evitar eso. Por eso, hoy preferiría tener un poco más de inflación y no un tipo de cambio atrasado. Los argentinos tenemos pesos en el bolsillo, pero dólares en la cabeza. Para volver a creer en el peso necesitamos que el banco central acumule reservas genuinas. Léase reservas de verdad, no prestadas, ni encajes, ni asientos contables como las promesas de dólares emitidas por el ministerio de economía que púdicamente llamamos “letras intransferibles”.
Eso solo se logra exportando más, con varios años de saldos positivos de cuenta corriente. A su vez, necesitamos también terminar con el cepo para recibir inversiones, pero es muy riesgoso unificar el mercado de cambios con un tipo de cambio atrasado.

— ¿Porqué cree, como recoge la prensa argentina, Milei-Caputo no logran un mayor respaldo del FMI para poder salir del cepo lo antes posible?

—Creo que puede haber un nuevo programa con nuevo financiamiento, aunque dudo que el FMI quiera darnos los 15 mil millones de dólares que el gobierno necesitaría para levantar el cepo. Argentina es el principal deudor del FMI y el FMI vislumbra un riesgo importante de que varios países en desarrollo entren en problemas de deuda y tenga que asistirlos financieramente. No veo que el fondo quiera aumentar su exposición con Argentina.

—Con los resultados del primer trimestre del año, ¿considera que el FMI liberará los 800 millones del primer desembolso previsto en mayo? ¿Habrá alguna demanda adicional de parte del organismo?

— No veo ninguna razón para que no lo haga. Y no creo que haya demandas adicionales en el programa actual.

— Usted ha dicho en otras oportunidades que Argentina debe encaminarse en un nuevo acuerdo con el Fondo. ¿Están dadas las condiciones?

— Estoy seguro de que el FMI está abierto a apoyarnos con un nuevo programa. Pero es un error creer que alinearse con EE.UU. es condición suficiente para lograr el financiamiento del FMI. Sin dudas que tener buenas relaciones con Washington es muy importante para conseguir financiamiento del FMI, pero no es suficiente. Hay otros países que también cuentan La gerencia del Fondo busca el consenso de los principales socios, China entre ellos. Dicho esto, los alineamientos automáticos, se agradecen, pero no se pagan; son automáticos. Y creo que el alineamiento de Milei con EE.UU. no es parte de un quid pro-quo que incluya un compromiso de financiamiento.

—Dada su experiencia en el FMI, y la historia reciente de las relaciones del organismo con Argentina. ¿Argentina se ha convertido el caso más complejo de los últimos años para el Fondo? 

—Además de ser el principal deudor del FMI, nos hemos transformado en un caso “idiosincrático”. Nuestras penurias tienen tanto explicación, como consecuencias locales. Ya no contagiamos a nadie, ni siquiera a Uruguay, nuestro vecino más cercano. Eso nos resta peso en la negociación con el FMI y con el Club de París y pone a prueba la paciencia de muchos de los socios principales del fondo y despierta “celos” en países con menos recursos que la Argentina.

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