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Diez consejos para poner en práctica en familia y fomentar el hábito de la lectura a tus hijos

Se puede forzar un hábito a base de rigor, pero es más probable que consigamos una obediencia forzada y una aplicación fingida, a que logremos realmente inculcar placer por dicha actividad.

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familia leyendo
Familia leyendo
Foto: Freepik

El acto solitario de leer en la adultez implica reconectarse con esa voz que fue en algún momento el libro, porque el libro, antes de ser el libro, fue la voz de alguien”, asegura Yolanda Reyes, periodista, educadora colombiana y promotora de la lectura.

“Lo que hace la lectura es poner en la voz humana todas las emociones”, subraya ella. Por eso le gusta decir que los bebés leen con las orejas, como los poetas, porque no les importa qué dicen las palabras, sino cómo lo dicen, cómo lo envuelven, cómo lo cantan. Tiene que ver con el corazón, con los ritmos de la vida. Eso es lo que hechiza al bebé. La voz es la primera impronta simbólica en un bebé y es portadora de afecto. La voz, la oralidad, viene de muy atrás”.

Está claro que la forma en que los adultos enmarcamos las actividades que le proponemos a nuestros hijos de pequeños, tiene una enorme influencia en la reacción de ellos mismos para con ellas. No tiene el mismo sabor que te enseñen a andar en bicicleta entre risas cuando te han contado que esto es fantástico, que tomar lecciones de piano obligado. Porque la motivación es siempre intrínseca. Podemos forzar un hábito o conducta a base de rigor, pero es más probable que consigamos una obediencia forzada y una aplicación fingida, a que logremos realmente inculcar placer por dicha actividad.

Además los niños suelen ser grandes opositores naturales por lo que “si te ven venir” es muy probable que presenten más reticencia a lo que les plantees, que si lográs hacerlo de manera casual.

  1. Empezá cuanto antes. Nada mejor que iniciar el fomento de la lectura cuando los niños son muy pequeñitos.

    Comenzar desde el año o incluso antes, con libros de texturas o de sonidos para luego avanzar a los llamados “libros álbum”, que son los que ofrecen historias breves, que pueden captarse sólo con ver las imágenes. Es clave elegir los que posean ilustraciones que les llamen la atención (y no aquellas que nos parecen una belleza, pero están hechas pensadas en el premio de la editorial que en los ojos del niño), ésta es una de las principales formas para captar su atención desde el inicio.

  2. Saber pescar al vuelo sus intereses. Tan o más importante como que las ilustraciones capten su atención, es que el tema en sí mismo trape a quien nos escucha. Los niños pasan por períodos de fijación en diversos temas. Una semana quiere saber todo sobre dinosaurios y, a la siguiente, su foco de atención son los colores y no paran de señalar el semáforo en cada esquina. Estar atento a dichas señales para ir comprar libros que aborden sus puntos de interés, es fundamental para sorprenderlos con algo que llame su atención de manera exitosa.
  3. Regalar libros para darles valor. Las cosas materiales adquieren valor ante nuestros ojos de adulto por estar de moda, por su originalidad, su calidad o su precio. Nada de esto tiene importancia para los niños, por suerte. Para ellos, nuestro tratamiento hacia las cosas, desde lo simbólico, desde lo afectivo, es mucho más relevante como una fuente de información que les dice “he aquí algo realmente importante, algo de verdad valioso”. Que los libros sean en casa “un obsequio preciado” es una forma de mostrarles que son realmente un tesoro, un verdadero “regalo” en el sentido más amplio posible de la palabra.
  4. Ir a la librería, un planazo. En la misma línea, podemos hacer de la ida a la librería un paseo esperado. Los pequeños podrán participar de la elección, compra y, de esa forma, disfrutar del proceso y la anticipación de la lectura. Además podrán ver el enorme universo de opciones que existe y se quedarán con ganas de ir por más libros, más adelante.
  5. Inculcar el cuidado. Desde pequeños hay que inculcarles el cuidado por los libros. Cuidarlos es también una forma de indicarles el valor que tienen, no el monetario, sino el valor simbólico que le damos sus orgullosos dueños. Enseñarles desde pequeños que los libros no se tiran, no se doblan, no se rompen, marca el aprecio que les tenemos y aumenta el valor percibido por el niño.
  6. Premio, no castigo. Otra forma de demostrar el valor que tienen los libros para nosotros, es que la lectura sea siempre un premio y jamás un castigo. Cuando le decimos a nuestro hijo o hija que si se porta mal debe irse al cuarto, no podemos extrañarnos luego de que llore cuando tenga que dormir solo en su dormitorio. Basta hacer un simple experimento: elegí una fruta que tus hijos jamás hayan probado y deciles “esta noche, si se portan mal habrá higos de postre” y verás que fácil es lograr que se nieguen a probarlos. En cambio, si la propuesta es “hoy encontré unos higos exquisitos en el mercado, si se portan bien podremos probarlos más tarde”, casi seguro haya mayor predisposición para comerlos. Con la lectura sucede lo mismo. Nada desalienta más que un “hoy tenemos que leer algo” en lugar de un “qué ganas tengo de que leamos algo juntos”.
  7. Asiduidad sin obligación. No hay hábito que se inculque sin constancia y repetición. Las rutinas puede que para los adultos tengan connotaciones aburridas, pero para los chicos, funcionan de maravilla para predecir lo que viene, ordenar sus vidas y aportar seguridad. Y cuando algo forma parte de una rutina, en poco tiempo se incorpora con enorme facilidad y pasa a ser parte del paisaje, sin resistencia.
    La hora de dormir suele ser el momento perfecto para dar cabida a esta rutina de cerrar el día con un cuento, generando una atmósfera cálida, un momento íntimo con los chicos, además de ser una actividad ideal para ayudarlos a bajar un cambio hasta quedar dormidos.
    Niña leyendo libro Cuidemos el planeta.jpg
    Juan Manuel Ramos - El País
  8. La voz lo es todo. Los niños leen las emociones. No importa lo que digamos, si nuestra cara y nuestro tono de voz dice que esto es divertido, lo será. Si nos mostramos apáticos, aburridos, no importa que estemos leyéndoles el cuento más hermoso del mundo, se aburrirán. Leé en voz bien alta y firme, y bajá el volumen a medida que avanzás, para ayudarlos a bajar literalmente “los decibeles” hasta ayudarlos a conciliar el sueño. Utilizá tu entonación para marcar emotivamente las distintas partes de la historia. No es lo mismo una voz que denota miedo que otra que denota expectativa. Y los chicos, entenderán mejor de qué va la trama por tus tonos que por tus palabras. Y recordá, es clave hacer voces distintas para cada personaje. Nada mejor para divertirlos y mantenerlos a nosotros mismos alerta para no caer en una lectura apagada y monocorde.
  9. Que te vean leer. Como siempre decimos, los niños puede que no te escuchen, pero te ven todo el tiempo. Tus acciones, son su principal estímulo a imitar. Que te vean a ti leer, es fundamental para que aprendan con el ejemplo. Contales qué estás leyendo, aunque no entiendan de qué trata, contales qué leías de chico, cuáles eran tus autores favoritos, qué tipo de historias te gustaban. Y, sobre todo, demostrales que para tí, un libro es también un gran regalo y un bien preciado.
  10. Hacelo con amor. Y por sobre todo, que la hora de la lectura sea genuinamente un momento de disfrute y no algo automático. Leé cuando te sientas con ánimo, demostrá tu interés por la historia, decile qué personajes son tus favoritos, o qué te sorprendió más de lo leído y que para ti, ese momento, es especial porque tu también lo esperas con ansias. En el futuro, será tu voz en esos momentos la que quedará anidada en su memoria de manera indeleble y dará color a las nuevas historias que leerá por sí sólo. Porque como dicen, “los niños aprenden a leer en el regazo de sus padres” y el amor por la lectura, es el comienzo de una relación que dura para toda la vida.

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