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Contaminación política

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El cuidado del medio ambiente es central en materia de políticas públicas. Algo que el país parecía tener claro, con todo lo que se ha explotado consignas como el Uruguay Natural, o la energía eólica. Sin embargo, el peligro es cuando estos temas se convierten en campo de batalla de la política menor. La reciente polémica por la supuesta destrucción causada por una fiesta en Punta del Este, tristemente, estuvo acompañada por un aroma a politiquería, fétido como el de la peor industria.

El cuidado del medio ambiente es central en materia de políticas públicas. Algo que el país parecía tener claro, con todo lo que se ha explotado consignas como el Uruguay Natural, o la energía eólica. Sin embargo, el peligro es cuando estos temas se convierten en campo de batalla de la política menor. La reciente polémica por la supuesta destrucción causada por una fiesta en Punta del Este, tristemente, estuvo acompañada por un aroma a politiquería, fétido como el de la peor industria.

Todo comenzó el día que se debía celebrar uno de los eventos de la temporada. Una fiesta a la caída del sol sobre la playa del Balneario Buenos Aires. Ya ahí empezó el choque entre la intendencia y la Dirección Nacional de Medio Ambiente. La fiesta se hizo, pero los días siguientes estuvieron marcados por la pelea abierta entre ambos organismos, amenazas de sanciones millonarias, y una discusión donde se mezclaron términos técnicos y peleas de poder. De golpe, todo el mundo era experto en impactos dunares, montes psamófilos, y aves costeras.

El problema, para quien quería abordar el tema con honestidad intelectual, era lo radicalmente diferente de las versiones. Por un lado, la directora de Medio Ambiente de Maldonado, la bióloga Bethy Molina, explicaba de manera muy solvente que se habían tomado todas las medidas necesarias, y que el daño era absolutamente mínimo. Por otro, el jerarca de la Dinama, Alejandro Nario, decía que la destrucción era muy grave y que se aplicaría una sanción récord a la organizadora y a la propia comuna. Dos técnicos de buen CV que dan versiones muy distintas sobre un tema de observación empírica. ¿Quién tiene razón? ¿Quién miente?

Ahí entró la política. Algunos dirigentes del Frente Amplio de Maldonado que acusaron a la administración blanca de Antía de arrasar con la naturaleza por unos pesos, el propio Antía salió con su habitual diplomacia a pegar con todo, y la ministra de Turismo criticó duro a la Intendencia.

Acá fue que dio para sospechar. Por un lado, porque la ministra Kechichian no tiene mayor formación para hablar de estos temas. Por otro, porque la jerarca (igual que buena parte del Frente Amplio) parece tener una tirria incontenible contra Antía, como quedó de manifiesto cuando apenas este ganó la Intendencia, dijo que “es natural que la gente se sienta defraudada cuando se termina dándole el voto al que siempre mintió y usó a la gente”.

Pero lo que más agrava la sensación de incomodidad ante la postura de la Dinama son los antecedentes. Días antes de la fiesta, el organismo estuvo en las noticias por una publicitaria multa a Marcelo Tinelli por manejar un cuatriciclo en las dunas. Cosa digna de elogiar, si no fuera porque cualquiera que recorra la costa sabe que eso es de todos los días, y que gente sin la notoriedad de Tinelli sale impune. Esto se puede extender de forma más general.

En este mismo momento, el autor puede señalar al menos 4 o 5 lugares en la costa uruguaya donde se están dando procesos de destrucción de la zona costera mucho más graves que lo que pudo ocurrir en el balneario Buenos Aires. Desde la extracción de arena en la zona de Chihuahua, la contaminación con plásticos y basura por parte de pescadores artesanales en la Laguna de Rocha (hasta no hace mucho había un guazubirá atado de una pata), la construcción en las cárcavas de Santa Isabel, o los saneamientos mal hechos en casi toda la costa, que drenan aguas servidas a las arenas y dunas.

Es más, un amigo presentó hace meses a la Dinama una denuncia sobre destrucción de varias hectáreas del ahora famoso monte psamófilo en Costa Azul, Rocha, uno de los últimos “parches” de este ecosistema, donde se están cortando con objeto de desarrollo inmobiliario valiosísimos especímenes de flora nativa casi en extinción. Cero respuesta.

De hecho, a pocos kilómetros al este del balneario Buenos Aires se puede ver una de las agresiones más fuertes al medio ambiente, a las políticas científicas de desarrollo costero, y una muestra lacerante del daño de las malas políticas públicas, como es el puente sobre la laguna Garzón. Que tras décadas de abandono fue inaugurado por dos intendencias del Frente Amplio (que durante décadas se opuso), pese a la opinión contraria de todos los expertos, y para beneficio de un magnate argentino que había comprado los terrenos del lado este de la obra. Tan ridículo fue eso que el primer día de obra (literalmente) y pese a las promesas de cuidado, la corriente se llevó una pala mecánica dejando una gigantesca mancha de gas oil en la prístina laguna. Ahí no se escuchó ni de multas ni de nada.

Los temas ambientales son serios y centrales para la vida de la gente. El testigo preocupado hace muchas veces el esfuerzo de creer que el país los encara con la seriedad y el rigor necesarios. Pero con aromas como el que dejó esta discusión ese esfuerzo, por momentos, se hace muy ingrato.

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Martín Aguirre

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