¿Qué platito se cae al piso?

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El presidente del Banco Central Mario Bergara ha utilizado frecuentemente la metáfora de los platitos chinos para referirse a los distintos desafíos que debe enfrentar la política económica.

Es un objetivo cuidar las cuentas fiscales, tanto el déficit cuanto el endeudamiento, se debe procurar que la inflación baje, no se puede perder competitividad, es necesario invertir más en infraestructura, es deseable que el salario real crezca y que el desempleo baje, solo para mencionar algunos.

Bergara compara la tarea del equipo económico a la de un artista que debe mantener girando, sin que se le caigan, muchos platitos chinos al mismo tiempo y afirmaba hasta ahora que el gobierno lo estaba logrando. El gran cambio cualitativo en el panorama para los próximos meses, que el gobierno parece no haber registrado (o asumido públicamente) aún es que algún platito se le estrellará contra el piso si quiere que los demás sigan girando.

Desbrocemos lo accesorio para ir directo al corazón del asunto.

La política macroeconómica llevada adelante por el Frente Amplio en sus dos primeras administraciones fue pésima, aunque no han faltado economistas profesionales e incluso políticos de la oposición que hasta hace poco la ensalzaban.

¿Cuáles son los indicadores que demuestran el aserto de que la política económica fue equivocada? Tomemos solo algunos datos del presupuesto 2010. Allí se suponía que la economía iba a crecer, tendencialmente, un 4% y a partir de este supuesto se calculaba el menta- do "espacio fiscal" que determinaba el aumento del gasto público. Asimismo se estableció como meta para 2014 un déficit fiscal de 0,8% y un ratio deuda pública bruta sobre el PIB de 40%.

Los hechos posteriores marcaron que la economía creció más de lo previsto, en promedio un 5% anual, por lo tanto los ingresos del Estado fueron superiores a los proyectados y, sin embargo, los resultados fiscales fueron insólitamente mucho peores a los anunciados: el déficit fiscal de 2014 fue de 3,5% del PIB y la deuda pública bruta del entorno del 60% del PIB.

No hay forma de que una administración que le erra por tanto y para mal en el manejo de su presupuesto con la economía en crecimiento de forma excepcional pueda presentarse como profesional, seria o siquiera decorosa. Fue un desastre y no es una afirmación caprichosa es lo que surge de la infranqueable valla de la realidad con los números sobre la mesa.

Ahora, en las actuales circunstancias, y como resultado de la política económica aplicada desde 2005 el país se encuentra en una coyuntura particularmente compleja a pesar de que la economía aún se encuentra en crecimiento y no enfrenta una recesión, y posiblemente no la enfrentará en el futuro cercano. Las dificultades surgen de los errores del pasado y serían perfectamente administrables sin sobresaltos si se hubiera manejado mejor el frente fiscal simplemente. No se requería ninguna magia, solo ser un correcto administrador.

Pero ahora lamentablemente, con los hechos consumados, ya no se pueden mantener todos los platitos chinos girando, siguiendo la metáfora de Bergara. ¿Por qué? Porque el gobierno deberá optar por privilegiar algunos objetivos por sobre otros y eso inevitablemente llevará a que alguno de los platitos se caiga (y se haga añicos).

La inflación se encuentra hoy cerca de 10%, más allá de los engañapichangas de los acuerdos de precios, y si no se toman medidas pasará esa cifra que es la frontera real que ha operado en los últimos años más allá de que el objetivo formal del Banco Central —anunciado y reiterado— esté entre 3% y 7%. Para que disminuya es necesario mantener el dólar bajo control a contrapelo de lo que ocurre en el mundo y no aumentar las tarifas públicas. La primera medida va en contra de la competitividad del país que ya viene resentida por el atraso cambiario, con lo que las empresas uruguayas quedarían en una situación insostenible y la segunda va en contra de la mejora de la situación fiscal.

Por lo tanto hoy el control de la inflación es incompatible con el objetivo de no seguir perdiendo competitividad y el de mejorar la situación fiscal.

Si se prioriza alguno de estos dos últimos, la inflación en los próximos meses será mayor al 10% y si se prioriza la inflación la desaceleración de la economía será más costosa y pronunciada.

Los errores del pasado finalmente pasan factura y ahora el gobierno no tiene más remedio que sacrificar uno de los platitos chinos de Bergara. No podrá decir que desde estas páginas no se le avisó a tiempo.

Editorial

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