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Una fuga que nos define

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MARTÍN AGUIRRE
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Ya pasó una semana de la noticia policial más relevante para Uruguay en muchos años.

El mafioso Rocco Morabito, apodado “el rey de la cocaína de Milán”, capo de la Ndrangheta, la mafia calabresa, y en su momento uno de los hombres más buscados del mundo, se fugaba de cárcel Central, si disparar un tiro, pasando por una banderola, junto con tres compañeros. La noticia no solo es relevante por la fuga, ni por el papelón internacional, ni por la corrupción innegable que destapa. Es relevante porque dice mucho de la situación general del país.

Para empezar, dice mucho sobre las cárceles. Alguien dijo una vez que una sociedad puede ser juzgada por la forma en como trata a las personas que tiene en sus prisiones. Y el caso Morabito deja bien en claro que el veredicto sobre Uruguay en ese sentido, sería lapidario. Por un lado, tenés cárceles como el Comcar, Las Rosas, y tantas otras, donde gente de los estratos más pobres de la sociedad vive hacinada, sin comida ni medicamentos, en condiciones inhumanas. Por otro, nos enteramos que alguien como Morabito se hospedaba en un lugar con todas las comodidades, con celdas sin cerrar, sin guardias, donde los presos podían moverse libremente, y si estaban aburridos, hacer un hueco en una pared e irse. Así no se rehabilita el que no quiere.

Para seguir, esta fuga dice mucho sobre la burocracia uruguaya, y el “bananerismo” que va tomando la otrora respetable institucionalidad nacional. Al parecer hacía más de un año que se había informado de que esta fuga era inminente, la directora de la cárcel, dice que ella duerme tranquila porque le había avisado a sus superiores, y éstos no hicieron nada. Un informe llegaba a decir que Morabito ofrecía 80 mil dólares a quien lo ayudara a fugarse, y nadie movió un dedo...

O sea, cada burócrata en su chacrita, no hay iniciativa, no hay controles, no hay comunicación. Y encima, cuando pasa lo peor, a nadie se le mueve un pelo porque todos están convencidos que ellos hicieron lo que debían. ¡Precioso! El jefe Gorgory se integraría perfectamente a esa estructura.

En tercer lugar, la corrupción. Falta mucho por saberse, pero ni el más ingenuo de los observadores puede dudar que acá corrió dinero a raudales. No solo el mafioso más buscado de Italia se va por una banderola, un día que (¡oh, casualidad!) no había guardias, sino que hacía un par de días que no funcionaban las cámaras de seguridad del lugar, porque se habían llevado los equipos para una investigación. ¿Que clase de investigación obliga a dejar sin vigilancia la cárcel más sensible del país? Y lo más increíble de todo, es que quienes se llevaron esos equipos fueron funcionarios de Asuntos Internos, o sea la policía de la Policía, quienes custodian la integridad ética del resto de la fuerza, que nos controla a los demás. ¡Estamos regalados!

Pasando raya, a una semana de este bochornoso episodio, no se ha recapturado a más que uno de los cuatro fugados (que poco menos se entregó solito), no ha habido más que una renuncia de un funcionario de segundo nivel que apenas hacía unos meses estaba en su puesto, no ha habido sumarios, ni sanciones. Nada. Eso mientras la Cancillería debe pararse frente al gobierno de Italia y decirle que el tipo que consideraban clave para desarmar a la mafia de ese país, se le fue de las manos en este contexto, y que no tienen explicación ni culpables.

Y acá vamos a entrar en algo que parece clave, al menos para este autor. Hace una semana que pasó esto, y todavía no ha salido ni un funcionario de relevancia institucional, a pararse frente a la sociedad y dar explicaciones. ¡Nadie!

La noticia fue publicada en diarios de todo el mundo, las agencias internacionales han seguido el asunto con frenesí, pero ni el gobierno, ni el Ministerio del Interior, ni la institución policial han convocado a una conferencia de prensa, ni nada. No porque los periodistas nos creamos lo más importante del mundo, sino porque es la manera natural en que la sociedad exige a sus dirigentes que den explicaciones sobre lo que hacen.

Un ejemplo a la pasada. Al día siguiente de la fuga del “Chapo” Guzmán, el hecho más embarazoso para el gobierno mexicano en décadas, el secretario de Gobernación del país, el Comisionado de Seguridad, y otros dos jerarcas, se pusieron su mejor cara de póker, y se pararon frente a las cámaras durante una hora, para responder sobre su papelón. ¿En Uruguay? El ministro del Interior salió corriendo cuando vio periodistas tras un evento público, el director de Policía, se negó a hablar del asunto. El millonario equipo de comunicación del ministerio, una especie de comisariato político de un sector del FA, cuya misión estos años ha sido desinformar y complicarle la vida a la prensa, no ha dicho nada. O sea, no solo son un bochorno haciendo su trabajo, sino que se sienten con la impunidad como para ni siquiera dar la cara. ¡Acá no ha pasado nada!

Diga que hace tanto frío en este país. Si no, ¡la plata que haríamos exportando bananas!

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