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Tras un difícil año de gobierno, la guerra en Gaza podría marcar un jaque mate a Netanyahu

Enfrentando una serie de procesos legales por corrupción, "Bibi" arrancó su mandato con una reforma judicial que generó el movimiento antigobierno más masivo de la historia reciente del país.

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Benjamin Netanyahu
Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel.
Foto: AFP

EFE
El polémico y veterano Benjamín Netanyahu cumplió ayer un año como primer ministro de Israel desde que se alió con ultraortodoxos y ultranacionalistas para regresar al poder, y aunque esquivó un histórico movimiento de protesta antigobierno, la guerra en Gaza podría marcar un jaque mate a su carrera, según analistas.

Tras unas reñidas elecciones, Netanyahu logró una sólida coalición que le otorgó 64 de los 120 escaños de la Knéset (Parlamento israelí), y juró como primer ministro el 29 de diciembre de 2022.

“Fue una victoria que ni él esperaba, le hizo perder contacto con la realidad. Pensó que sería inmune, que podría hacer lo que quisiera”, comenta a EFE Aviv Bushinsky, exasesor y exjefe de personal de Netanyahu entre 1997 y 2005.

Enfrentando una serie de procesos legales por corrupción, “Bibi” arrancó su mandato con una reforma judicial que comprometía la independencia de la Justicia. Esto generó el movimiento antigobierno más masivo de la historia reciente del país y una profunda polarización social.

“Su reforma extrema fue conducida de manera beligerante y no anticipó el volumen de las manifestaciones”, que solo cesaron cuando estalló la guerra, apunta Bushinsky.

Entre las grandes promesas de campaña figuraban vencer al terrorismo; debilitar los esfuerzos nucleares de Irán, el mayor enemigo de Israel; impulsar al potente sector de la alta tecnología y extender las relaciones diplomáticas con el mundo árabe. Pero las promesas quedaron en letra muerta: el grupo islamista Hamás perpetró el peor ataque en los 75 años de historia de Israel; el grupo chií libanés Hezbolá agudizó sus hostilidades en la frontera norte; Irán triplicó su producción de uranio casi apto para armas; y numerosas empresas de la alta tecnología emigraron al extranjero temiendo implicaciones negativas de la reforma judicial.

Además, al estallar la guerra contra Hamás en Gaza, no solo se esfumó el ansiado pacto de normalización de relaciones con Arabia Saudí, sino que se crisparon los vínculos que Israel ya tiene con países árabes.

Netanyahu siempre quiso dejar huella en los anales. Pero “no solo no logró que su nombre se escribiera en letras doradas en la historia de Israel, sino que podría ser recordado como el primer ministro que cometió uno de los más trágicos fracasos del país”, subraya Bushinsky, refiriéndose al sorpresivo ataque de Hamás el 7 de octubre, que desató la guerra y dejó unos 1.200 muertos y 240 rehenes llevados a la Franja.

Para Michael Milstein, jefe del Foro de Estudios Palestinos en el centro de investigación Moshe Dayan, la guerra en Gaza será “el último capítulo de la carrera” de Netanyahu.

Ambos analistas estiman que, aún si Israel logra una contundente victoria en la guerra, Netanyahu tendría que dimitir, como hizo ante la presión social la ex primera ministra Golda Meir tras la guerra de Yom Kipur, hace medio siglo.

Según una reciente encuesta del Instituto de Democracia de Israel, el 69 % de los israelíes desea nuevas elecciones inmediatamente después de la guerra.

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