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Una nueva política regional

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Bolsonaro votó en Río de Janeiro. Foto: EFE

Brasil, Bolsonaro y el cambio

El desbalance de las cuentas publicas ronda el 7% del PIB, para lo cual una batería de recortes y reformas estructurales profundas, como la seguridad social, serán imprescindibles.

La victoria de Jair Bolsonaro en Brasil marca un cambio de paradigma para la política latinoamericana. También lo es para el mundo, pues se trata, a pesar de su decaimiento, de la octava economía del planeta, pletórica de recursos naturales y espacios vacíos inexplotados.

Todo eso le otorga al país vecino la condición de líder natural de Sudamérica en su acepción más amplia, e ignorarlo supone una lectura errónea del devenir regional.

Aunque esperado, el resultado fue un shock para vastos sectores de la ciudadanía, dados algunos comentarios o propuestas de política del hoy presidente electo que lo ubicarían a contracorriente de lo políticamente correcto en materia de protección de los derechos de colectivos sociales discriminados. Y tan importante como analizar las dichos del mensaje es evaluar el mensaje dictado por un vasto conjunto de la ciudadanía.

Aquí en realidad lo que percibimos es el mensaje subyacente de un electorado en las antípodas del que apoyó con fervor no hace más de un lustro y medio al ascenso de Lula. Y que antes lo había hecho con la reelección de Fernando Henrique Cardoso.

Con su voto, este electorado vació el centro del espectro político, tanto en su versión social demócrata como la volcada a la izquierda del PT, dándole lugar a alguien que promete un liderazgo fuerte para erradicar dos vicios de la sociedad brasileña: la corrupción rampante y la inseguridad.

Además, sumó los efectos del estancamiento económico comenzado a fines del primer gobierno de Rousseff, hecho que gatilló el descontento de clases medias nacientes asustadas de retrotraerse a la situación de pobreza de la cual hasta hacía poco formaban parte.

En otras palabras, el ciudadano de a pie azotó a quienes cobijaron esa realidad echándolos del ruedo político, entregándole el voto a quien promete mas seguridad y la posibilidad de recuperar el crecimiento económico como única vía para reducir la pobreza.

El desbalance de las cuentas publicas ronda el 7% del PIB, para lo cual una batería de recortes y reformas estructurales profundas, como la seguridad social, serán imprescindibles.

En esa vía van los anuncios del ministro Guedes; pero de ahí en más serán la política y el presidente Bolsonaro, quienes tendrán la última palabra en materia de sus alcances y logros efectivos. El reciente episodio de Argentina es aleccionador al respecto. La buena macroeconomía es siempre dependiente de los espacios que da el entorno político.

UNA TENDENCIA.

En el arco geopolítico global y regional, Brasil comenzará a alinearse con las nuevas tendencias que surcan el mundo. Aunque todavía en proceso de gestación, pero con tendencia creciente, este apunta hacia una suerte de bilateralismo en las relaciones políticas entre naciones de la mano de liderazgos fuertes.

Es una versión siglo XXI del ordenamiento de los estados naciones nacidos a partir de la Paz de Westphalia de 1648, dinámica en la que el multilateralismo que actuó como tejido asociativo estabilizador y negociador entre países, cede espacio a relaciones directas entre colosos, donde desde ahora en más deberían alinearse los más pequeños.

Se entra en un mundo mas impredecible y por ende más volátil, con nuevos jugadores, pues hasta la caída del Muro de Berlín había una gran frontera caliente que dividía al planeta. Ahora hay varias, derramadas por doquier, fruto de visiones e intereses diferentes enancados en el binomio Estados Unidos-China, que reacomoda un nuevo mapa geopolítico mundial. Y en esa lógica incursionará necesariamente nuestra región.

Según los anuncios, Brasil entrará nuevamente en su pragmatismo histórico de priorizar sus intereses en materia de política externa, despojándose de afinidades ideológicas. Desde esta óptica, este país continente tiene mucho por jugar desde el punto estratégico.

Contiene la mayor cuenca hidrográfica del planeta prácticamente inexplotada, sujeta a normas y estándares de explotación de recursos resultantes de un multilateralismo ambiental, donde su opinión es marginal y regida por los países industrializados. Tiene aun sabanas subexplotadas que permiten ampliar considerablemente su frontera agrícola para abastecer una demanda global creciente de proteínas.

"Entramos en una nueva época, aun difícil de calificar, pero que será el escenario donde necesariamente nuestro país deberá buscar los mejores resultados".

Carlos Steneri
Carlos SteneriEconomista

Bajo esta lógica, el Mercosur adquiere una dimensión subsidiaria pues ha encerrado a sus socios, y en particular al propio Brasil. Su propósito de apalancar cadenas de valor regionales con capacidad exportadora a nivel global a través de un proceso de sustitución de importaciones amparados por un arancel externo común, ha fracasado.

Prácticamente no hay ningún bien relevante industrializado en los mercados de extrazona con origen Mercosur. Los que hay son justamente aquellos que no responden a los beneficios del tratado, como la aeronáutica, los recursos naturales y los alimentos.

Aquí se alzan voces esperanzadoras de lo que esto puede significar para destrabar la esclerosis de la política comercial de nuestro país, donde el brete del Mercosur actúa como impedimento. Aun es prematuro echar campanas al viento, pues el futuro ministro Guedes, sin anestesia -a pesar del desmentido posterior- ha dicho que no está entre sus prioridades.

De todos modos, los dichos de la nueva administración brasileña delinearán una ruta nueva. Su lectura adecuada, sin preconceptos ideológicos y enfocada a defender los intereses de nuestro país, son una regla de oro. Debemos entender que entramos en una nueva época, aun difícil de calificar, pero que será el escenario donde necesariamente nuestro país deberá buscar los mejores resultados.

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