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Argentina y la impunidad

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Lo sucedido en el Congreso argentino es tan capital como patético. La no expulsión del exministro y actual representante Julio De Vido ha sido una triste demostración de la pérdida de decoro y de ética que predomina en buena parte de sus sectores políticos.

Es tan vertiginoso el descenso de Venezuela hacia una tiranía sin matices, que nuestra atención es naturalmente sustraída por el acontecer en la nación norteña donde cada día se suman muertes de inocentes. Sin embargo, al otro lado del Plata también ocurren hechos de relevancia que merecen ser enfocados en este espacio.

En esta semana, lo sucedido en la Cámara de Diputados del Congreso argentino es tan capital como patético. La no expulsión del exministro y actual representante del kirchnerismo, Julio De Vido, ha sido una triste demostración de la pérdida de decoro y sentido de la ética, predominante en buena parte de sus sectores políticos.

Este hombre que por 12 años manejó los hilos del poder y los negocios (en el peor sentido de la palabra) en tiempos de los Kirchner, con varios de sus subalternos hoy tras las rejas, con 5 procesamientos sobre sus espaldas, 30 causas en las que está imputado y más de 100 denuncias, obtuvo el suficiente respaldo para continuar protegido con los cruciales fueros de diputado. Los mismos que busca la expresidenta Cristina Fernández con su anunciada candidatura al Senado en octubre, y cuya esencia está hoy irónicamente desvirtuada. Porque su origen estribó en dar seguridad a los legisladores frente a los posibles abusos y persecuciones del poder de turno y por cierto, no para blindar a los corruptos, colocándolos fuera del alcance de la justicia.

Ni siquiera los kirchneristas, ni tampoco los agregados del PJ no kirchnerista, muchos de los cuales responden a distintos gobernadores, inclusive alguno al que el gobierno consideraba cercano además de los dos sorpresivos votos de la izquierda, a lo largo de las nueve horas de sesión destacaron en algún momento las cualidades morales del acusado. Ni su probidad, ni nada que se le parezca. Como si recitaran un mantra, todos se abocaron a hablar de campañas políticas, de marketing electoral, de hostigamiento dirigido en su contra, así como a presentarse como adalides de la constitucionalidad. A pesar de que el proyecto presentado por el oficialismo se ajustaba al articulado de la Carta Magna y existiera ya algún antecedente concreto al respecto.

El otrora todopoderoso De Vido tuvo que soportar un escarnio de proporciones, si bien no estuvo presente en sala todo el tiempo, sino refugiado en otro salón observando lo que sucedía a través de un aparato de televisión.

Pero sí bajó al recinto para hacer uso de la palabra y de paso enviar un recordatorio al mejor estilo mafioso, de esos que subliminalmente resaltan el valor de la "omertá". Como quien no quiere la cosa, englobó a presidentes, gobernadores, intendentes y muchos colegas de gabinete y legisladores, recalcando que su actividad a lo largo de los tres gobiernos K se había desarrollado junto a todos ellos. "A buen entendedor pocas palabras bastan", como dice el refrán.

Para el gobierno y gran cantidad de gente lo del miércoles aunque fue tan bochornoso, quedó tan en evidencia la falta de honradez de quienes le dieron su respaldo a De Vido para que se mantenga como legislador y a salvo de la prisión, el resultado no ha sido malo. Por el contrario afirman que la condena social a esta persona y a los que lo han secundado se ha expandido y reafirmado. Y en base a esto, el discurso del oficialismo se dirige a hacerle ver a los ciudadanos la importancia de votarlos para aumentar el número de sus legisladores. Porque la verdad es que fueron mayoría los votos para expulsar a De Vido, pero como era necesario tener dos tercios, les faltaron 20 para lograr su cometido.

Para el kirchnerismo y Cristina, quien se preocupó de no apadrinar visiblemente a De Vido, tan contaminante resulta su figura y máxime cuando ella misma tiene tres procesos, dos pedidos indagatorios y pueden aparecer otros como el relacionado con el Fiscal Nissman, sus huestes celebran el triunfo en la defensa de De Vido.

O sea, los K ganaron la pulseada pero Cambiemos y los suyos no se reconocen vencidos. A diferencia de Brasil, Argentina luce entregada a la impunidad y a la complicidad de buena parte del Poder Judicial. Solo así se explica que las causas contra De Vido no avanzaran por más de una década, y el juicio por enriquecimiento ilícito de los K fuera archivado en un santiamén por Oyarbide. Y que en la actualidad un juez tan obviamente corrupto como Eduardo Freiler, el más enriquecido de Comodoro Py (tribunales federales) siga ocupando su lugar en la Sala 1 de la Cámara Federal, existiendo el peligro de que le quiten la causa de Hotesur a Bonadío, uno de los pocos magistrados serios.

EDITORIAL

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