Publicidad

La historia de Ana Mosquera, la uruguaya que está más cerca de viajar al espacio

De ver el cometa Halley de niña hasta ser parte de misiones para la NASA; su trabajo llegó a la Luna hace días y sueña con poner un pie en ella.

Compartir esta noticia
PoSSUM ana mosquera.jpg
Ana Mosquera en su entrenamiento de resistencia a las fuerzas <i>g</i>

Confiesa que el hormigueo en el estómago fue más intenso en tierra que durante el vuelo. Ana Mosquera soportó y, principalmente, disfrutó del impacto de las fuerzas g en su cuerpo durante los giros y ascensos (fuerzas g positivas) y descensos (fuerzas g negativas) en el avión militar al que tuvo que subirse como parte de su último entrenamiento para astronautas científicos. “Te enseñan técnicas de respiración dependiendo de la maniobra y me las olvidé todas”, bromeó.

Ella es astrofísica, especializada en la teledetección, y astronauta análoga por la NASA. Su nombre se coló en dos noticias mundiales recientes: el hallazgo de la misteriosa estrella “Chivito de Drácula” y en el desarrollo de las cámaras astronómicas ILO-X que alunizaron hace pocos días.

¿Se ve esta uruguaya viajando un día hacia el espacio? “¡Por supuesto!”, responde inmediatamente. Y agrega: “No digo que sea sencillo pero hace 10 años iba a decirte que era algo disparatado y hoy es una oportunidad”.

PoSSUM_Hypoxia_training ana mosquera.jpg
Ana Mosquera

Ana se olvidó por completo que quería ser veterinaria una noche de 1986. Su madre la llevó al Planetario de Montevideo para observar el acercamiento más próximo del cometa Halley con la Tierra. La niña no podía esperar hasta 2061 para volver a verlo así que años después optó por estudiar física y astronomía en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, lo que la llevó a doctorados y posdoctorados en España y Estados Unidos en astrofísica.

Su contacto con la rama espacial fue, según ella, una casualidad. Ingresó como investigadora/docente visitante en la Academia Naval de Estados Unidos (Annapolis, Maryland), la que calificó como una “gran productora” de astronautas desde los orígenes de la carrera espacial estadounidense. Allí se graduaron, por ejemplo, Alan Shepard, segundo hombre en el espacio, o Willie McCool, piloto del Transbordador Espacial Columbia, entre otros. En esa institución se dio cuenta que la formación militar no es excluyente; al contrario, hoy se buscan perfiles con diferentes conocimientos científicos. Así que un día, “por mandar”, según dijo ella, mandó una aplicación para participar del programa Análogo de Investigación para la Exploración Humana de la NASA y fue aceptada para la misión HERA XIX.

Ana no abandonó el Centro Espacial Johnson de la NASA en Houston pero, de todas formas, estuvo aislada 45 días en una nave espacial tal cual como lo estaría un astronauta seleccionado para un viaje a Fobos, una de las lunas de Marte.

El entrenamiento, las tareas y los desafíos son iguales al del astronauta que despegará del planeta. “El objetivo principal es estudiar la dinámica del grupo para prepararse para los viajes de larga duración”, enseña a El País. La misión comienza con 15 días de entrenamiento en simuladores de vuelo y hasta de caminatas especiales (tuvo que simular una). Luego una estancia de 45 días en la nave. “Teníamos un montón de chiches para entretenernos como un brazo robótico”, cuenta.

Los participantes son monitoreados y evaluados según su impacto fisiológico y psicológico y luego estos dan sugerencias para transformar la experiencia en una más cómoda para un viaje real.

Uno de sus compañeros en esta misión le habló del proyecto PoSSUM, la tentó, averiguó, se anotó y esperó tres años por la pandemia. Ese entrenamiento era mucho más que la prueba de resistencia de las fuerzas g. Es un programa de capacitación inmersivo que incluye gestión de recursos de la tripulación, entrenamiento en trajes espaciales, sistemas de supervivencia pos aterrizaje, sistemas de eyección, análisis biométrico y operación de vehículos espaciales comerciales, además de instrucción sobre la ciencia de nubes noctilucentes que son aquellas que se forman al borde del espacio en la capa atmosférica llamada mesosfera.

Por haberse graduado, Ana está certificada para volar al espacio, por lo menos en vuelos suborbitales, como científica.

“Una compañera de ese curso ya voló con Virgin Galatic. En lo que me queda de vida se van a ver las oportunidades”, asegura.

NASA_HERA_crew Ana Mosquera.JPG
Ana Mosquera y sus compañeros en el programa HERA
NASA

¿Y cómo llegamos al “Chivito de Drácula? “Divirtiéndonos con un compañero”, resume Ana.

Un colega transilvano puso el “Drácula” al nombre y la uruguaya, el “chivito”. Esto es porque la estrella joven observada parece que tuviera unos colmillos y la forma de un sándwich.

El nombre, aunque juguetón, es lo de menos. Ana forma parte del equipo que saltó a los titulares por un hallazgo único. Es un tipo de objeto tan inusual que hasta ahora solo se había visto uno (apodado la “Hamburguesa de Gómez”) y que incluso este es más grande. Se trata de un disco protoplanetario ubicado a unos 800 años luz de distancia. Esto es un disco de gas y polvo denso que orbita alrededor de una estrella “bebé” pero sin estar asociado con ninguna región conocida de formación de estrellas (o “guarderías estelares”). Está orientado de tal manera que el disco atraviesa la luz de la estrella entonces aparece como si fuera el relleno de un chivito, ofreciendo una visión muy diferente del proceso de formación estelar. Lo que parece colmillos es una especie de fina envoltura que sugiere que la estrella es bastante joven. “Hay que encontrarle una explicación; necesitamos saber más sobre su dinámica y formación”, expresa la astrofísica. Los datos recopilados sugieren que la estrella es dos veces más grande que el Sol.

Y aunque Ana sueña (con bastantes certezas, en verdad) con pisar la Luna o Marte o donde llegue la Humanidad, en realidad, su trabajo ya hizo lo primero.

Como astrofísica de la International Lunar Observatory Association (ILOA) —a la que llegó en 2021 por un aviso clasificado—, participó en el desarrollo de las cámaras astronómicas ILOX que alunizaron con el módulo Odiseo y que ahora procesará las imágenes que capturaron desde el Polo Sur de la Luna.

“Hace décadas que el director tenía la idea de mandar un pequeño telescopio y se logró en esta misión histórica”, reconoce en diálogo con El País. Fue eso: histórico. Ana vio en primera fila el despegue desde Cabo Cañaveral y siguió lo que se convirtió en el primer aterrizaje exitoso estadounidense —el primero de una empresa privada, Intuitive Machines— en el satélite natural desde el final del programa Apolo en 1972. “Esta fue una misión primaria para testear la tecnología y aprender cómo mejorarla. Ya vendrá el ILOX 2”, apunta.

NASA_HERA_RoboticArm ana mosquera.JPG
Ana Mosquera operando el brazo robótico
NASA

Consultada sobre qué es lo que quiere que obtenga respuesta, Ana no duda: “Saber más de dónde venimos”. Ese no es un camino fácil pero sí intrigante, igual que el cometa Halley de su niñez. Ella misma recuerda que esta misma semana —como en la anterior sucedió lo de Odiseo y como en la anterior lo del Chivito de Drácula— se conoció una noticia “disruptiva de las teorías actuales”: el Telescopio Espacial James Webb brindó las primeras observaciones espectroscópicas de las galaxias más débiles durante los primeros mil millones de años del Universo. Es decir, al comienzo de todo, en un periodo de oscuridad, las que fueron las primeras estrellas lograron ionizar el gas a su alrededor para que la luz comenzara a viajar a través de ellas, eliminando gradualmente la niebla de hidrógeno que cubría el Universo primitivo.

En un ámbito más práctico, Ana espera grandes avances en las áreas de la computación cuántica y la física cuántica. “Veo los avances que hemos tenido cuando hasta hace poco nos conectábamos a Internet con el ruidito (del módem). Vamos a ver muchísimas otras cosas en poco tiempo”, augura.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad