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Nancy Guguich, una artista que llenó de amor y alegría a varias generaciones de uruguayos

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Nancy Guguich

Obituario

La fundadora de Canciones para no dormir la siesta, que falleció el domingo, deja una carrera repleta de grandes momentos y demostró que lo infantil podía ser irreverente

Seguro que algún conocedor sabrá de otros ejemplos (María Elena Walsh, por ejemplo), pero Canciones para no dormir la siesta enseñó que la música para niños podía ser parte de una resistencia cultural y permanecer en el universo cultural de los adultos.

Y allí estaba Nancy Guguich con su voz siempre cascada, siempre dulce, cantando “Al botón de la botonera, chim pum fuera” y los niños bailaban y los grandes entendían.

Por haber compartido eso -y desde entonces otros tantos lindos momentos vinculados a infancias propias y ajenas- el domingo a la noche, la noticia del fallecimiento de Guguich fue recibida con una pena transgeneracional. Las redes sociales brindaron sus propios recuerdos, repitieron sus versos, crearon su propio obituario afectivo.

“Dedicada docente de música y expresión corporal, dictó clases para cientos de alumnos y alumnas”, dice el comunicado del Ministerio de Educación y Cultura con la noticia de la muerte de Guguich, quien comenzó como actriz de teatro a comienzos de la década de 1970. “Sus canciones marcaron generaciones, su legado musical es una referencia de libertad y alegría que trasciende edades y fronteras”.

Fundado en 1975 por Guguich, Horacio Buscaglia y Jorge Bonaldi, Canciones para no dormir la siesta se integró al movimiento de música popular uruguaya de aquellos años. Compartió integrantes y espectáculos con grupos como Los que iban cantando y Rumbo.

En la formación clásica de Canciones estaban, además, Susana Bosch, Gonzalo Moreira y Carlos Vicente y por su plantilla también pasaron Jaime Roos y Urbano Moraes, entre otros.

Según contó la propia Guguich a El País, en septiembre de este año, Canciones surgió cuando era maestra en una escuela de Carlomagno y Camino Maldonado a comienzos de la década de 1970. Allí aprendió que la música y lo lúdico eran herramientas pedagógicas invalorables.

Pero el proyecto no se limitó a una audiencia en la edad escolar y padres desesperados por entretenerlos. Sus menciones veladas a la situación de la época los llevaron por ejemplo, a pesar de la aparente inocencia de su repertorio, a sufrir el abuso, el acoso y la censura de la dictadura.

Y, gracias a su riqueza musical formaron parte —lejos de las matinés de fin de semana— de muchos de los festivales de música popular de entonces. Como número central llenaron (¡dos veces!) el Palacio Peñarol con el espectáculo Los derechos de los niños a beneficio de Unicef en 1983 y en 1988 celebraron el disco de platino con un show repleto en el Club Atenas después de agotar 17 funciones en el cine Princess en las vacaciones de julio de ese año.

Su popularidad fue tan grande que hasta llegaron a tener su propio programa de televisión en Canal 10 que se grababa con público en el Club Defensor. Conseguía transmitir ese tono juguetón de sus presentaciones en vivo.

Ese mismo respeto hacia el público infantil y su calidad musical serían una parte central en toda la carrera de Guguich. Estuvieron presentes también en Cantacuentos, el proyecto en el que participaban sus hijos, Martín y Paolo Buscaglia, y que fundó en 1998, ocho años después de la disolución de Canciones para no dormir la siesta.

Con Cantacuentos siguió en actividad todo este tiempo. El 20 de noviembre se presentaron en Sala Zitarrosa, con entradas agotadas, con su show Grandes éxitos.

“Hay que regresar a muchas cosas: a mirarse, abrazarse, a la cotidianidad que se ha perdido”, le dijo a El País en esa entrevistaen septiembre de este año. “Va a costar repechar esta etapa, pero creo que la música y la cultura, tienen un rol solo con dar música, con compartir y cantar”.

Varias generaciones sabían que la música de Guguich ayudó a sortear tiempos aciagos y esa es una razón por la que también la van a extrañar cuando pase todo esto.

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