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Cómo es "La sociedad de la nieve", la superproducción de Netflix que cuenta la historia uruguaya más global

Este miércoles llega a los cines locales , y el 4 de enero se estrena en Netflix, la película de J. A. Bayona sobre la tragedia de los Andes

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Enzo Vogrincic en "La sociedad de la nieve"
Foto: Netflix

Ante una emocionada platea de aforo completo y con la presencia de sus principales responsables, finalmente el martes se exhibió oficialmente en Uruguay, La sociedad de la nieve, la adaptación de Netflix dirigida por el español J. A. Bayonade una historia con la que los uruguayos están afectivamente muy familiarizados.

Y que el mundo sigue encontrando fascinante y motivadora, cosa que es y explica que siga generando productos de alta gama como este.

El martes estaban todos los involucrados en la llamada “tragedia de los Andes”, un acontecimiento histórico que localmente no necesita muchas más explicaciones. Es, por las dudas, sobre un grupo de muchachos cuyo avión cayó en la montañas en 1972 y sobrevivió más de 70 días a la intemperie alimentándose con la carne de los muertos.

La sociedad de la nieve se estrena en cines uruguayos este miércoles y el 4 de enero en Netflix. Y es el intento más global de llevar la historia al cine desde ¡Viven! de Frank Marshall, que también fue apoyada por varios de los sobrevivientes.

Bayona es un director importante, un artesano clase A y un especialista, entre otras cosas, de un cine catástrofe humanista en el que subraya la capacidad de supervivencia. Es capaz de aportar personalidad a esta clase de aventuras; a superproducciones de Hollywood (Jurassic World: El reino caído, un trabajo para el que lo recomendó el propio Steven Spielberg); a series de altos presupuesto y expectativas (como la de El señor de los anillos), películas de terror (El orfanato) o imaginativos dramas sobre enfermedades terminales (Un monstruo viene a verme).

Suele producir sus propios proyectos (con Sandra Hermida y Belén Atienza), lo que le da cierta pretensión autoral e independencia. Ha rechazado ofertas impersonales de los grandes estudios (la saga Crepúsculo, por ejemplo), y ganado tres premios Goya.

Es uno de los grandes nombres del cine industrial.

Se cruzó con La sociedad de la nieve, el libro de Pablo Vierci que está en la base del proyecto, cuando rodaba Lo imposible, sobre una familia separada durante el tsunami de Indonesia. Lo familiar está siempre en el cine de Bayona.

Hasta ahora, La sociedad de la nieve ha tenido un recorrido internacional auspicioso que la ha colado, además, en la temporada de premios, el círculo prestigiante de películas que pueden aspirar a algún Oscar.

Se estrenó como clausura del Festival de Cine de Venecia, donde fue saludada con una ovación que, según le contó desde allí Carlos Páez a El País, duró 20 minutos; otras fuentes hablaron de 10, lo que igual es un montón.

En el Festival de San Sebastián, un par de semanas después, se hizo con el premio del público, un criterio que no siempre coincide con el de los críticos, pero que es igual de importante. Los 50.000 dólares que venían con el reconocimiento fueron donados -por Bayona, la producción y el grupo de los sobrevivientes- la semana pasada a la Biblioteca Nuestros Hijos, que fundaron las madres de aquellos que no volvieron de la montaña.

Fue el martes, el mismo día que, además de la función, el equipo participó de dos charlas auspiciadas por la Agencia del Cine y el Audiovisual del Uruguay y moderadas por su director, Facundo Ponce de León.

En la ceremonia de entrega de la donación a Nuestros Hijos en Carrasco, Bayona se mostró muy conmovido. Es un tema que lo sensibilza particularmente y que convierte a La sociedad de la nieve en su proyecto más personal.

La película es la enviada de España a la consideración de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood para película internacional. Netflix, envalentonado por el Oscar de la categoría (y más) para Sin novedad en el frente el año pasado, va a insistir en ubicarla en la selección final, aunque la plataforma podría concentrar esfuerzos en Maestro de Bradley Cooper que parece llamada a una consagración mayor.

Por ahora, La sociedad de la nieve sigue en carrera en la categoría efectos visuales. Fue uno de los dos galardones que se llevó en los Premios del Cine europeo; el otro fue a la peluquería y el maquillaje.

La fotografía del uruguayo Pedro Luque está nominada en el Camerimage, el festival dedicado a la dirección de fotografía y que tiene prestigio de canónico. Es una parte importante del encanto de la película.

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La sociedad de la nieve

El grado de involucramiento del grupo de los sobrevivientes en el proyecto, la importancia de su director y el soporte económico de Netflix convierten a La sociedad de la nieve en la versión oficial y definitiva de lo sucedido en los Andes. El mismo efecto tiene el libro de Vierci, quien figura como productor asociado y acompañó todo el camino promocional.

Bayona comprende la responsabilidad y evita el morbo y el amarillismo explícito, elementos que siempre están en la vuelta alrededor del tema. Hay discreción humanista en la forma que expone, por ejemplo, la antropofagia a la que debieron recurrir los sobrevivientes para mantenerse vivos. En una película cargada de referencias religiosas (no en vano lo que pasaron aquellos chiquilines dio en llamarse el “milagro de los Andes”), convierte la escena en un ritual cargado de simbolismo. Hay un aire místico en esa imponencia blanca y ese momento es mostrado, sí, como una comunión.

Aunque Bayona y sus guionistas (Bernat Villaplana, Jaime Marqués y Nicolás Casariego, viejos compinches) respetan la narrativa coral del libro de Vierci, esbozando como pueden a todos los protagonistas, se privilegia la voz de Numa Turcatti (el uruguayo Enzo Vogincic), una decisión que fue aprobada por el grupo de las familias.

Era un estudiante de abogacía que no pertenecía al núcleo de los jugadores del Old Christian, pero cuya entereza, fortaleza y fe le dan a la película una narración omnipresente, su centro moral y su mirada. Da un rostro para la identificación del espectador.

Turcatti fue el último en morir, unos días antes de la salida de la expedición que terminó con la sorpresa de un arriero, el alivio de unos uruguayos que cayeron en la montaña y una mediática operación de rescate. Todo está incluido en el épico último tercio de la película. Su voz es la de aquellos que no pudieron contarlo, una de las buenas ideas de La sociedad de la nieve.

Con la emoción distribuida a conciencia (muchos van a llorar, llorar mucho, y otros van a decir qué necesidad de volver sobre el tema), Bayona intenta no perder lo emotivo incluso cuando la película necesita despliegue y escenas de acción. Sabe cómo contarlas.

Luque da al paisaje una personalidad (los pincelazos negros entre la nieve, por ejemplo) con el mismo esmero con el que consigue transmitir la claustrofobia del encierro y el terror de un alud. Bayona y Luque se lucen, previsiblemente, en la escena del accidente y en la de la avalancha.

La inclusión de comentarios sobre la oferta gastronómica de Carrasco, marcas de chocolatines reconocibles, la propia presencia de algunos de los sobrevivientes (un juego: ¿cuál de ellos aparece como extra en la escena del aeropuerto?), son la evidencia de lo cercana que es esta historia.

El elenco está integrado por jóvenes actores hasta ahora desconocidos aunque por ahí andan, fugazmente, caras como la de Roberto Suárez. Carlos Páez interpreta a su padre, el artista plástico Carlos Páez Vilaró. Lee los nombres de los sobrevivientes, lo que agrega una fuerte carga emotiva.

Una superproducción autoral que conoce las limitaciones del género pero a la vez sabe explotarlas, La sociedad de la nieve es una historia conocida, sí, pero que el mundo necesita que se la vuelvan a contar. Y lo hace con una película convencional, sí, pero también conmovedora. Y vaya si ese no es un mérito.

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