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Personas mutiladas, cadáveres desmembrados y calcinados: ¿qué hay detrás de los homicidios violentos?

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Operativo policial en Montevideo. Foto: Fernando Ponzetto / archivo El País
Operativo policial por tiroteo durante un violento hurto a camion blindado de Prosegur que transportaba remesa del Banco Itau ubicado frente al Palacio Legislativo, donde resultaron heridas 5 personas, en Montevideo, policia cientifica, evidencia, ND 20180903, foto Fernando Ponzetto - Archivo El Pais
Fernando Ponzetto/Archivo El Pais

CRIMINALIDAD

Subieron los homicidios pero, más que la cantidad, alarma el uso de una metodología más cruenta al matar. Autoridades, fiscales, forenses, criminólogos y policías analizan estos actos.

Cuando los médicos forenses analizan los cadáveres de personas asesinadas, muchas veces encuentran viejas cicatrices de arma blanca, de disparos o de cirugías realizadas para detener el daño de un proyectil. Observan en esos cuerpos la trayectoria de la violencia, una violencia que fue escalando hasta matarlos. “Pero no podemos decir en nuestro informe por qué en vida recibieron esas heridas”, dice un perito. No corresponde. Eso es parte de un pasado que figura en historias clínicas a las que los forenses, en el apuro de seguirle el ritmo a los homicidios, no acceden. Su prioridad en ese momento es determinar la causa de muerte y el grado de saña con la que se ejecutó.

Si lo usual en los últimos meses es que a estos peritos les asignen un homicidio cada dos o tres días, en este mayo feroz han llegado a juntarse cuatro cadáveres en una sola guardia. Sin embargo, más que la cantidad —que no se aleja de las cifras previas a la pausa que impuso la pandemia, con 37 homicidios en mayo de 2019 y 44 en 2018— la novedad que comentan los forenses entre sí es el estado en que llegan los cuerpos a la morgue.

“Este año me han tocado varios casos de desmembramientos”, reconoce el perito. En enero realizó la autopsia de un hombre asesinado, descuartizado y arrojado a los chanchos; en marzo analizó los restos de la adolescente Ahielén Casavieja y de Karina Sarachu, halladas en la finca del taximetrista Leonardo Docampo; en abril examinó partes del cuerpo de Martín Migales, apuñalado más de 20 veces en una boca de droga, después lo desmembraron y lo arrojaron al Río de la Plata; en mayo recibió fragmentos de una mujer asesinada en Peñarol. “Y también vi muchos casos de cuerpos incinerados”, agrega. Como los de los dos hombres que hallaron semicalcinados, cerca de las vías del tren, en Peñarol.

En todas las autopsias el perito concluyó que estas metodologías se aplicaron luego de la ejecución. La intención de los tenebrosos actos habría sido ocultar el cuerpo, es decir encubrir el delito. Pero, en algunos casos, el haber dejado al cadáver expuesto en la vía pública, podría señalar un mensaje de amedrentamiento o la firma de un grupo criminal.

El incremento de 33,3% de los homicidios en el primer trimestre del año —en comparación con 2021— sumado al acumulado de asesinatos cruentos que se registraron estos días, desataron una guerra cruzada en el ámbito político. Se debate si el escenario actual debe interpretarse como una causa del éxito o del fracaso de las estrategias del gobierno para gestionar la seguridad, y se cuestiona la efectividad que podría lograr el plan del ministro Luis Alberto Heber para reducir los homicidios, centrado en combatir al microtráfico mediante un ataque frontal a la delincuencia.

Por otro lado, quienes investigan estos delitos ven el horizonte con preocupación. Se hacen preguntas en torno a una problemática que apenas 20 años atrás eran ajenas a nuestro país. Referentes de la medicina forense como Hugo Rodríguez y Guido Berro coinciden en que ver en la morgue cuerpos descuartizados y prendidos fuego eran escenas “aisladas”, por lo general relacionadas a un tipo de violencia con tintes psiquiátricos; eran relatos que les narraban colegas de Colombia, México, El Salvador.
Eran escenarios que sufrían otros.

Pero ya no.

Qué podemos esperar, ¿este es un punto de inflexión en la criminalidad? ¿Los delincuentes están imitando prácticas sádicas de criminales narcos de otros países? Si es así, ¿por qué lo hacen?

Luis Alberto Héber
Luis Alberto Heber en conferencia de prensa tras reunión el Torre Ejecutiva el 11 de mayo. Foto: Estefanía Leal

El origen.

En abril Heber detalló que el 47% de los homicidios corresponden a ajustes de cuentas entre personas vinculadas al narcotráfico. Autoridades, fiscales y criminólogos plantean, que para desentrañar el panorama actual, hace falta repasar el punto de quiebre de la criminalidad uruguaya, en 2002, con la irrupción de la pasta base en el mercado de los estupefacientes. Desde ese momento, la incidencia del narco se derramó sobre la delincuencia, cambiando las actividades criminales que estructuran sus distintos circuitos.

Un integrante de la última administración frenteamplista en el Ministerio del Interior plantea que la llegada de la pasta base cambió las relaciones económicas dentro de los grupos criminales. “Cambió la circulación de efectivo, el modelo de control del territorio y la forma de organizarse para ser delincuentes”, señala.

La pasta base popularizó el consumo de la droga, un consumo que debido a las propias características de la adicción debe estar disponible 24 horas. Esto generó la necesidad de tener puntos de venta fijos en los territorios: así nacieron las bocas. De alguna manera, abrir una boca es como abrir un kiosco, “vos tenés que vivir cerca porque tenés que cuidarla para tener más ingresos”, explica la fuente.

Pero este negocio requiere una “seguridad criminal” distinta, porque implica el control territorial y el inicio del pacto de silencio en el barrio. “Al instalar una boca lo que hacen es que transfieren ese pacto al resto de la sociedad, entonces vos para poder vivir en ese barrio te tenés que callar”, dice este experto. Esto perjudica directamente las investigaciones de los homicidios por ajustes de cuentas, ya que es difícil hallar testigos.

Las víctimas inocentes de los ajustes de cuenta

“Si se matan entre ellos no importa”, repiten algunos policías sobre los ajustes de cuentas. Sin embargo, fiscales y criminólogos advierten que este razonamiento es problemático porque los homicidios en vía pública dejan víctimas inocentes. La semana pasada una bala impactó en una escuela y otra hirió a un anciano, pero hubo casos peores: un año atrás una niña murió en su casa en La Unión fruto de una balacera. “Me preocupa la virulencia con la que se mata en la calle. Es espantoso”, dice Mirta Morales, fiscal de homicidios. Nota que cada vez más los conflictos se resuelven de forma violenta. Lo mismo dice un médico forense que realiza pericias por lesiones: “Veo el incremento de la violencia mucho más entre los vivos que en los muertos”.

Volviendo a la cronología, mientras crecía la adicción y en las bocas aumentaba la cantidad de dinero, las casas de cambio, los bancos, los comercios que antes estaban en la mira de los delincuentes para los asaltos reforzaron las medidas de seguridad. Las personas, en tanto, para repeler los robos, cambiaron el efectivo por las tarjetas de débito. “El delincuente común empieza a ver que es más complejo robar, pero si roba en una boca hay dinero y nadie lo va a denunciar: había una oportunidad ahí”. Pronto, empezaron los robos de dinero y de mercancía en las bocas.

En los últimos 20 años esta dinámica se fue especializando. Los narcos comenzaron a manejar muchos recursos y tuvieron la necesidad de tener más gente involucrada para la protección de la mercancía y del efectivo. “Enganchan gurises para que cuiden la cuadra, enganchan a consumidores que les deben dinero como vendedores, y van desarrollando una estructura que necesita control, entonces suman un par de brazos gordos para que el que no paga, pague a la fuerza. Eso es lo que están haciendo ahora en Peñarol”, dice la fuente.

A su vez, para comprar silencio en el entorno, las bandas se fueron metiendo en organizaciones barriales: hacen caridad, celebran el día de niño, el día de Reyes. “Los Chingas habilitaban ellos qué taxi entraba dentro de Los Palomares o te mandaban ellos un auto si tenías que ir al hospital”, apunta el informante.

Con tanto control, en algunos lugares se desarrolló una combinación de la lógica del feudalismo y del fordismo. Funciona así: “El capo de la droga pasó a ser el jefe del barrio. Pero a su vez aplicaron el fordismo en el sentido de la especialización productiva”. Por ejemplo, al ladrón de autos del barrio le indican que ya no robará para él sino para la banda a cambio de equis dinero: “Este fenómeno generó que hoy la unidad básica de las estructuras criminales en Uruguay esté atravesada y estructurada en torno al microtráfico, con actividades colaterales. Hoy es muy raro encontrar grupos criminales que no tengan ningún punto de contacto con eso”.

De acuerdo al relato de fuentes policiales y fiscales, en Montevideo hay bandas en cada barrio. En algunos —como Peñarol— se cuentan hasta tres. En total, serían unas 40. En el interior, según el lugar, la situación se replica.

Barrio Peñarol. Foto: Marcelo Bonjour.
Barrio Peñarol. Foto: Marcelo Bonjour.

—¿Cómo no van a haber bandas si vemos cada vez más consumidores en las esquinas? —dice un agente policial que realiza patrullajes a diario.

Pero, ¿cómo son las bandas acá? Los expertos las describen de tipo “familiar”, “territorial”, con pocos integrantes, que suelen ser los miembros de la familia y sus amigos. “Están organizadas técnicamente, pero es una semiorganización, no como la que tienen en otros países”, plantea Diego Sanjurjo, criminólogo y uno de los coordinadores del Programa Integral de Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior.

Tampoco tienen una identidad propia. Salvo Los Chingas, y algún otro caso puntual, son grupos que “no usan un nombre para identificarse”. “Y pasa que sus miembros no se consideran a sí mismos parte de una banda”, agrega Sanjurjo.

Por eso, por lo general no funcionan con una estructura de división de tareas. “Eso lleva a que las personas que integran el grupo hagan un poco de todo. Son traficantes, son deliveries, son sicarios”, dice Carlos Negro, fiscal de homicidios.

El repunte de los asesinatos y la forma en que se ejecuta, a veces en la vía pública, incluso frente a los hijos de las víctimas, en casos como el de la pareja acribillada en la puerta de su hogar en Colonia Nicolich, ¿podría indicar que hay más sicarios o que se profesionalizaron? “Es difícil de decirlo. No hay elementos claros que indiquen que el sicariato esté claramente definido en algunas personas que se dedican solo a eso. El sicario existe, pero no responde al estereotipo que tenemos del altamente profesionalizado en el manejo de los tiempos y las armas y las coartadas”, agrega el fiscal.

Fuentes policiales indican que, en todo caso, los sicarios actualmente tienen más trabajo en la frontera con Brasil. Allí ya ingresaron las bandas Comando Vermelho, Bala na cara y Os manos (rivales entre sí). Hay quienes ven una conexión entre su eventual expansión y la “firma” que algunas bandas estarían dejando en los cadáveres hallados en Montevideo.

"Hay evidencias de que Punta del Este es un lugar atractivo para la prostitución VIP". Foto: F. Flores
Fiscal de homicidios Carlos Negro. Foto: F. Flores / archivo El País

Las hipótesis.

Otra fecha clave para entender el presente es 2017. De ahí en adelante las estadísticas indican que la mitad de los homicidios no se aclaran. Y del total de asesinatos registrados en un año, el 50% se catalogan como ajustes de cuentas. De estos, la mayoría queda impune.

Desde aquel momento, el fiscal de Corte interino Juan Gómez, especializado en homicidios, empezó a encontrar personas mutiladas y cadáveres descuartizados y calcinados. “Desde entonces hay una progresividad cada vez mayor en el uso de la violencia. Antes era una advertencia con un disparo en extremidades inferiores, después se pasó a mutilar manos, a cortar orejas, a pinchar ojos y de ahí a dar muerte”, dice. Su colega, el fiscal Negro, coincide: “Hay una necesidad mayor del grupo en mostrarle al resto su crueldad, su capacidad de daño”, opina.

¿Estos modus operandi se aprenden en la convivencia con delincuentes extranjeros? “Son mecanismos imitativos y de aprendizaje. No es necesaria la presencia de extranjeros para que esa conducta se conozca porque la tenemos a diario en cualquier serie televisiva. Pero no lo descarto. Hoy un pasaje de avión se solventa con poco dinero para el que maneja cualquier banda. Vimos cómo mataron al fiscal paraguayo, es un poco más de logística y ya tienen a un sicario en otro país cometiendo un delito. Las fronteras quedan un poco borradas en este delito”, opina Negro.

El sociólogo Gabriel Tenenbaum —quien investigó los homicidios de jóvenes montevideanos en ajustes de cuentas— plantea que los asesinatos parecen “necrojuicios” en los que se vislumbra una “proporcionalidad entre la crueldad que se ejerce para matar y el daño que se entiende que causó la víctima”. “No es que te mato y ya está. El cómo te mato es una parte importante en entender la crueldad de los ajustes de cuentas. El control del tiempo es fundamental”, señala.

Además, que el descuartizamiento y la incineración se realicen post mortem para ocultar el delito introduce un nuevo elemento en este espiral de terror. “Estamos teniendo desaparecidos por el crimen organizado”, dice.

Ahora, ¿qué provocó el incremento de las muertes y el recrudecimiento de la violencia? “Muchas veces con estos grupos pasa algo interesante: ellos tienen un negocio claro y en general les conviene que no haya violencia. Uno ve en otras partes de Latinoamérica acuerdos, con distintos niveles de corrupción, con las autoridades para mantener la tranquilidad en la zona. La violencia surge por disputas entre ellos; cuando tienen acuerdos no hay violencia, cuando uno monopoliza la zona tampoco”, dice el criminólogo Nicolás Trajtenberg.

¿Entonces?

La principal hipótesis que maneja el gobierno es que sea consecuencia de la estrategia que se ha venido desplegando. “La política del ministerio ha sido atacar fuertemente, frontalmente, las bocas de droga, el microtráfico y el narcomenudeo”, explica Sanjurjo. “La idea es que ningún grupo se pueda instalar en el territorio y tener meses para crecer, ganar más dinero, contratar más personas, amenazar a más personas, pasarse de la venta de droga a otros delitos, extorsionar a vecinos, y todo así. La idea es que estén constantemente siendo desequilibrados”.

Para las autoridades, debido a las incautaciones y detenciones realizadas contra las bocas, confluyó un combate por el control del territorio, sumado al cobro de deudas y el castigo a la clientela infiel. “Y en la medida en que hay gente nueva que llega y se quiere apoderar de un barrio, puede que sea una persona más violenta que la que había antes”, apunta Sanjurjo en relación al recrudecimiento en la forma de ejecutar.

El pronóstico que hace el gobierno es que se trata de una situación coyuntural. “Perfectamente puede ser que en las próximas semanas no haya ningún homicidio de este tipo, y la idea de que el delito aumentó gravemente ya no esté más”, concluye Sanjurjo.

Fiscal de Corte, Juan Gómez. Foto: Darwin Borrelli
Fiscal de Corte interino y exfiscal de Homicidios, Juan Gómez. Foto: Darwin Borrelli / archivo El País

El lado B.

Para el Frente Amplio, en cambio, son tiempos de revancha. “El gobierno está pagando de alguna forma la irresponsabilidad con que se manejó cuando era oposición”, dijo el intendente Yamandú Orsi, quien recrimina haber “partidizado la seguridad”.

Desde el anonimato, una exautoridad opina que el gobierno “argumenta su fracaso en un supuesto éxito de su gestión”. Su teoría es que el fin de la pandemia trajo un incremento de la actividad delictiva, que a su vez generó un repunte de los homicidios. Y, por otro lado, apunta a un problema “de concepción policial”. “Cambiaron a los mandos, dejando a cargo gente que está muy desactualizada con las nuevas tendencias de los fenómenos sociales”. Según este exfuncionario, se “descabezaron” los equipos clave en investigación y se optó por aplicar “más fuerza que estrategia”.

De acuerdo a esta explicación, la criticada gestión de Eduardo Bonomi se había enfocado en recomponer la relación con todos los sectores de la sociedad. “La Policía no podía ser vista como un cuerpo muy represivo porque de esa manera la gente no le entregaba información”, justifica. En definitiva, la valoración que se hace desde la oposición es que el plan de combatir las bocas para bajar los homicidios es “inadecuado”.

Y en las cárceles, ¿los narcos qué dicen? La abogada penalista Serrana Carbajal cuenta que el año pasado, durante una audiencia, uno de sus clientes le confirmó a un fiscal que las bandas brasileñas que están en la frontera ya estarían “bajando” a Montevideo. “La versión que circula entre mis clientes es que comenten crímenes violentos porque esperan caerle bien a alguna de esas facciones, les interesa internacionalizarse”, dice.

Es decir, aprovechan los ajustes de cuentas para conformar una “firma” y así “postularse” para que, eventualmente, las bandas brasileñas los vean como socios y no rivales. Distintas fuentes policiales indican que, si así fuera, estos métodos revelan “amateurismo” y “torpeza”. El cuerpo descuartizado de Migales fue arrojado al río en una zona cubierta de cámaras, en un momento de mucho tráfico. Y sus partes salieron a flote porque las colocaron en bolsas biodegradables.

—No son sicarios los que matan. ¿Vos querés abrir una boca en mi territorio? Te mato a un perro (miembro de la banda), así razonan. Hay gente que está en la calle, que tiene montones de cortes en abdomen, pecho, cuello, los encontramos con 25 o 30 cortes —describe un policía.

Gustavo Álvarez, criminólogo, no se conforma con esa versión del amateurismo. “Se empieza de a poco y por imitación. Si la banda contraria fue la primera en cortar un brazo, ahora tenés que cortar vos”. ¿Puede llegar a ser una etapa nueva? “Sí. La cuestión es que cuando se instaura un cambio metodológico de modus operandi y firma tenés un período permeable donde la fuerza del Estado puede llegar a hacerlos retroceder, pero después que se coagula, que se normaliza ese modus operandi, ahí ya es más complejo”, dice.

A su modo de ver, en Uruguay se desestima la psicología criminológica para analizar estos homicidios. “Es fundamental encontrar las motivaciones intrínsecas para ver adónde va este fenómeno. Tú no podés cambiar algo cuando no tenés claro qué es, cómo se generó, por qué se mantiene y qué tendencia sigue”, plantea.

Lo mismo piensa la fiscal de homicidios Mirta Morales. Dice: “Falta un análisis profundo, más allá del caso puntual. Me preocupa la virulencia con la que matan a una persona en el medio de la calle. Veo que muchos homicidios están relacionados con un consumo problemático de droga, y que son víctimas y agresores en situación de muchísima vulnerabilidad. También tengo un problema con las armas, ¿qué pasa con el control de armas? Y veo un desprecio cada vez mayor por las instituciones, como que los conflictos, sea por la razón que sea, se arreglan de la peor manera, sin recurrir a los organismos que tienen que dar una respuesta”.

Dice Morales que hay una imagen que por estos días se repite. Muchas veces, cuando acude a la escena de un crimen, observa a los niños del lugar. Miran al muerto tumbado en la calle sin mostrar emociones, lo miran “como si fuera algo natural”. Como si fuera una costumbre. Dice: “Los veo y se me eriza la piel”.

forenses

Así trabajan los médicos que hacen autopsias a los homicidios

Si ocurriera como en las series y películas, el forense debería asistir a la escena del crimen y participar del “levantamiento” del cadáver para llevar a cabo un primer examen externo junto a la Policía Científica. “Muchas veces ni los propios fiscales concurren al lugar. Depende de la hora, o a veces Científica les dice que no es necesario que vayan y si Fiscalía no concurre no nos llaman”, plantea un médico forense. “Lo mejor es ir porque brinda un panorama mucho más amplio y enriquecedor para la pericia”, agrega. Cuando el cadáver llega a la morgue, trae una narración policial que cuenta cómo lo encontraron, y si está identificado, datos personales. “A lo sumo el nombre, la cédula, edad, barrio dónde vive o dirección”, describe el perito.

En la morgue, Científica fotografía el cuerpo desde todos los ángulos. Es esencial para identificarlo, por ejemplo a través de tatuajes o cicatrices. En cuerpos desmembrados se buscan huellas, se toman muestras dentales u óseos para extraer el ADN. Del examen interno surge el informe inicial que se entrega a los fiscales. Después, los investigadores hacen nuevas preguntas que implican ampliar la pericia. “Lo primero que quieren saber es la causa de muerte y si fue violenta. Luego, cuánto tiempo de sobrevida tuvo la víctima tras las lesiones. Si hubo varios tiros, cuál fue el letal y se analiza la trayectoria”, dice el perito. A los cuerpos incinerados, en tanto, se les hace radiografías en busca de proyectiles. La mayoría de los homicidios son con arma de fuego. Por último, en el juicio los peritos declaran ante el juez.

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